Con motivo de la apertura del primer período de sesiones ordinarias del tercer año de ejercicio de la LXI Legislatura, el Grupo Parlamentario del PT hizo su posicionamiento.
Como he dicho en repetidas ocasiones, la toma de conciencia del pueblo, indispensable para la transformación del país, es posible gracias a la divulgación de lo que realmente sucede en México, y gracias también al trabajo y a la organización de un Movimiento Nacional que mantiene viva la esperanza de un cambio en beneficio de las mayorías que no han sido representadas en el Congreso, y de la soberanía nacional.
Por esa razón transcribo el posicionamiento del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo, digno representante de MORENA, en palabras del Diputado petista Enrique Ibarra Pedroza.
"Ayer, a altas horas de la noche, asistimos en esta Cámara a la consolidación de decisiones mandarinas que excluyeron a las fuerzas emergentes. Votamos por un acuerdo improvisado para olvidar la traición del PRI y del PAN a la palabra empeñada en reformar la ley orgánica y escuchamos una nueva promesa.
Tenemos razones de sobra para sospechar que eso no ocurrirá, incluso tratándose de un tema tan secundario para las prioridades nacionales como lo es el gobierno de Cámara. Porque la deteriorada imagen del Congreso ante la ciudadanía no es gratuita. Este Poder es reflejo de la realidad nacional. El Estado está mayormente ausente; cuando no lo está, es sinónimo de abuso, corrupción, impunidad y despojo.
Este Poder Legislativo avanza hacia su disolución, entre los intereses de empresas voraces, los trueques de los partidos mayoritarios, las despóticas pretensiones del Ejecutivo y la ambición de poder que anima a los actores ante el proceso electoral de 2012.
Discutiremos una agenda minimalista y desviada, no por un déficit de propuestas, de alternativas o de coincidencias trascendentes, sino porque somos rehenes de decisiones vandálicas por parte de una élite, una auténtica "minoría ridícula" que se suele proyectarse sobre sus enemigos virtuales.
El fracaso político del país son los acuerdos de recámara, de espaldas a la sociedad, por los que dos partidos, PRI y PAN, han establecido una alianza secreta pero evidente que prolonga el fraude electoral, ahonda las desigualdades y subasta nuestra soberanía.
Es inútil eludir los señalamientos públicos por nuestro desempeño. Esta
Cámara es responsable de la inminencia de una elección federal con un Instituto Electoral cercenado, del olvido de una reforma fiscal integral y progresiva, del flagrante incumplimiento a sentencias de la Corte Interamericana, entre muchos otros desaciertos y omisiones.
Por si fuera poco, hoy Calderón se burla de esta soberanía con un maquillaje estadístico que se llama Informe de Gobierno, en el mismo tono de su reforma política presidencialista, su estafa para reformar el fuero militar, su proyecto fascista para alterar la Ley de Seguridad Nacional y sus mordaces proyectos de presupuesto.
Nos arroja sus ocurrencias y después nos presiona para aprobarlas, mientras que en todas las comparecencias sus funcionarios son incapaces de reconocer el desastre que administran.
Queremos advertir a la Nación que en este periodo, el PRI y el PAN se empeñarán en aprobar el suicidio de la República que significa la reforma a Ley de Seguridad Nacional. Intentarán plasmar en la ley un estado de excepción, que por definición es contrario a cualquier orden jurídico, y que establecería la absurda función de incumplir con el Estado de Derecho; permitiría la sustitución del poder civil por el militar y destruiría el arreglo institucional sobre el que se funda el pacto social.
Rechazamos abiertamente la renuncia a la soberanía nacional por parte del PRI y el PAN. Hoy está comprobado que las agencias estadounidenses definen las prioridades de seguridad, poseen toda la información de inteligencia, se inmiscuyen en la procuración de justicia y dirigen las operaciones contra el crimen organizado. Tal vez por eso, el gobierno de Estados Unidos sustituirá al ex coordinador de la reconstrucción de Iraq con un embajador recién llegado de Afganistán. Queda claro que, contrario al discurso oficial, el gobierno en turno es la más grave amenaza a la seguridad nacional.
Este Congreso no puede avalar la continuidad de una estrategia cuyo único objetivo ha sido compensar la legitimidad que no le dieron a Calderón las elecciones de 2006. No podemos aceptar que la ciudadanía siga pagando los costos de Calderón por el fraude electoral, como antes lo hizo aquí mismo con el fraude del FOBAPROA. El saldo de la degradación del Estado lo debe pagar la clase política, mediante su total renovación o, de lo contrario, se verá condenada a desaparecer.
Tuvieron que llegar hasta este Congreso las víctimas de la violencia para mostrarnos, con sus heridas, con sus muertos, que la campaña fracasó; para denunciar la terquedad que entiende la seguridad como la seguridad del gobierno y nos exigieron que la discusión parlamentaria atienda la seguridad humana, porque la seguridad es una necesidad de ciudadanos y una obligación de todo el Estado.
Manifestamos que el Partido del Trabajo se opondrá con toda firmeza, como lo hemos hecho desde el primer instante, a legalizar la militarización del país y erigir la masacre como política de Estado.
Como integrantes del Movimiento de Regeneración Nacional, hemos propuesto la necesidad urgente de contar con un gobierno honesto y de transformar radicalmente las instituciones. Nuestro régimen de gobierno ha caducado. Hace tres lustros que no hemos redefinido las reglas del juego político de acuerdo a la pluralidad de nuestra sociedad y a sus aspiraciones de libertad, justicia y equidad.
¿Cómo podemos aspirar a la gobernabilidad con una Constitución pisoteada y un régimen que desfallece? Somos, los legisladores, el contrapeso en un presidencialismo de catacumbas, donde el titular del Ejecutivo no es capaz de presentarse en esta tribuna a defender su actuación.
Mientras se desmantelan las instituciones sociales del Estado, se ejerce hasta el salvajismo el poder desnudo de la coerción, sin ningún factor que lo equilibre además de la inconformidad social. Elevemos nuestro discurso para hacer nuestra la voz de los marginados, de los pueblos indígenas despojados, de emigrantes e inmigrantes víctimas de la indiferencia, los braceros despojados del fruto de su trabajo, las poblaciones en resistencia ante la presa el Zapotillo, los desplazados
de Tenacatita, las comunidades de Copala que sufren la ausencia del Estado de Derecho, los trabajadores de Mexicana y del Sindicato Mexicano de Electricistas, los defensores de los derechos humanos amenazados, los periodistas en peligro de extinción, los pueblos que se oponen a la codicia destructiva de las mineras, idéntica a la que padecimos en época de la Colonia.
Detengamos la destrucción de nuestro patrimonio natural, cultural y económico. Revoquemos la inconstitucional entrega de nuestros recursos energéticos a las compañías privadas extranjeras mediante los contratos de desempeño, que los dirigentes de PEMEX han arreglado de espaldas a la ley y a la sociedad.
El Movimiento de Regeneración Nacional reivindica en esta Soberanía los derechos colectivos en defensa del patrimonio, que es símbolo de nuestra soberanía y de la defensa de la patria.
Denunciemos ante la Nación que hoy tan sólo 11 personas acumulan el 10%
del PIB, mientras que 52 millones de pobres luchan por sobrevivir. Hay 36 millones sin acceso a seguridad social. Bajo la autodenominada "presidencia del empleo", la tasa de desempleo es de 5.6%, la más alta en la historia del país.
Por si fuera poco el descaro, el PRI y el PAN amenazan con deformar la Ley Federal del Trabajo que, sin negar algunas disposiciones obsoletas, simplemente constituye la última guarnición del Estado de bienestar contra la explotación humana.
Dejemos de ser pasivos ante una política agropecuaria que sólo beneficia a los sectores concentrados y la exportación. Renunciemos a un acuerdo comercial por el que estamos obligados a pagar precios internacionales por los alimentos que nosotros mismos producimos.
Planteemos que el objetivo de la economía sea el desarrollo integral, y no la cesión de ganancias financieras y la complicidad con los millonarios que evaden impuestos. Modifiquemos un modelo económico que sólo ha aumentado la marginación y la concentración.
El rescate en el Congreso de la palabra libre es hoy sinónimo de regeneración nacional. Es hora de enfrentar con hechos el dilema fundamental: ¿Quién es el gobierno y quién es la oposición? Por ello, proponemos una agenda que define con claridad las alternativas de la nación: un debate parlamentario paralelo al proceso electoral, en vez de un concurso de complicidad y servidumbre con los poderes fácticos.
Estamos a favor de la austeridad, del fin del dispendio, de la equidad, de la transparencia, de la rendición de cuentas, de la justicia y de la radicalización de la democracia.
Proponemos el avance acelerado del cumplimiento de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y, por supuesto, sexuales y reproductivos de los ciudadanos. Exigimos reconocer plenamente la autonomía colectiva de nuestros pueblos originarios en todos los ámbitos.
Aceptemos que el presidencialismo está agotado y que su mantenimiento
significa la complicidad con la rapiña y el despotismo. Es urgente moderar las facultades del ejecutivo, ampliar las atribuciones del Congreso, descentralizar el poder hacia las comunidades y elevar el potencial de la participación y la vigilancia ciudadanas a través de los mecanismos más incluyentes.
¿Qué proyecto de Nación vamos a ofrecer a los 100 mil huérfanos que ha dejado esta campaña sanguinaria? De no actuar ahora, la próxima legislatura entrará en funciones sobre los escombros de los poderes públicos, esquivando las balas de la ocupación y los cañonazos de los poderes económicos.
Nuestra patria no permanece ajena al reloj de la historia mundial. Las juventudes, las masas marginadas tomarán las calles como ya lo han hecho en Chile, en Túnez, en Gran Bretaña para exigirnos, tan sólo, que trabajemos por aquello para lo que nos han elegido: el bienestar de la sociedad.
Abramos las puertas del Congreso a la ciudadanía, devolvámosle el poder del que es titular, y del que nosotros somos simples depositarios, antes de que la República sea tomada por asalto. Está en nuestras manos".
¡Viva México!
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