miércoles, 7 de septiembre de 2011

Y @M_Ebrard traicionó a AMLO al despedir a @martibatres FEDERICO ARREOLA @FedericoArreola 2011-09-07 Martí Batres es lo de menos. Ni es un gran pol

Martí Batres es lo de menos. Ni es un gran político ni, tampoco, es un intelectual de renombre. Él vale por otros méritos: por ser, lo ha sido siempre, un izquierdista consecuente y por haber sabido permancer leal a Andrés Manuel López Obrador.

A Batres se le ofreció un cargo en el gobierno de Marcelo Ebrard Casaubón por un pacto político que se dio después de una jugada de sacrificio.

Cuando López Obrador iba a dejar la jefatura de gobierno del Distrito Federal para lanzarse como candidato a la Presidencia de la República en 2005, decidió apoyar la candidatura de Ebrard postulado por el PRD.

Batres aspiraba a lo mismo, así que Andrés Manuel tuvo que trabajar para convencerlo de no disputar la candidatura a Ebrard.

En las negociaciones, Ebrard se comprometió con Batres a darle un cargo, el de secretario de Gobierno, si ganaba la elección de 2006 en el Distrito Federal.

Marcelo Ebrard, por la fuerza de AMLO, ganó el GDF y, primer incumplimiento, no le ofreció a Martí Batres la Secretaría de Gobierno, sino la de Desarrollo Social, en el entendido de que, siempre, iba a respetar las convicciones del político de izquierda que se había sacrificado para hacer posible la victoria.

Durante años, Ebrard toleró que alguien en su equipo, Batres, pocas veces coincidiera con él en temas ideológica o políticamente relevantes.

Ahora, sin embargo, Ebrard decidió romper su pacto con Batres y, de paso, agredió con enorme deslealtad a López Obrador.

Eso ha sido el despido de Martí Batres, al que Marcelo Ebrard no dejó sin trabajo por faltas en sus responsabilidades administrativas, sino simple y sencillamente por una diferencia política.

¿Qué ocurrió? Que Ebrard, deshonrando a su palabra (en 2006 dijo que Felipe Calderón no era presidente porque se había robado las elecciones), no solo acudió al quinto informe del actual inquilino de Los Pinos, sino que inclusive se atrevió, con escasa dignidad, a formarse en la fila de los participaron en el ritual del besamanos.

Como a millones de mexicanos, a Batres le pareció criticable que Marcelo Ebrard, que había luchado contra el fraude electoral, saludara a Felipe Calderón, y así lo expresó.

El único “pecado” de Batres fue el de ejercer su libertad de expresión. Ningún otro. Pero Ebrard, autoritario, lo despidió.

Más allá de si eso beneficia o no a Batres como aspirante a la jefatura de Gobierno (creo que él sigue sin posibilidades reales), lo cierto es que Ebrard traicionó el compromiso que había hecho con el propio Batres y, más fuerte aún, con López Obrador.

Ebrard lo hizo, más que por un berrinche, por cálculo político. Piensa el jefe de gobierno del Distrito Federal que eso lo acerca al PAN, partido por el que, en sus sueños locos y en alianza con el PRD, aspira a ser candidato presidencial.

Llegó la hora de que López Obrador, que ha recibido ya demasiadas agresiones de parte de Ebrard, deje de poner la otra mejilla y empiece a responder al ensoberbecido jefe de gobierno que, asesorado por Manuel Camacho, no está dispuesto a respetar ningún pacto.

Andrés Manuel López Obrador nunca ha sido dejado y creo que llegó la hora de que ponga en su lugar a Marcelo Ebrard. Es lo menos que la izquierda espera de su líder

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