A partir de 1988, la lógica de Cuauhtémoc entra en un conflicto que aún perdura: ¿Democracia y/o Poder? Buscará conciliar su deseo personal de poder con la inercia de búsqueda de la democracia tras el peso del apellido.
5. 1994. Crisis. AMLO. El desafortunado asesinato de Luis Donaldo Colosio prefiguró el de los hermanos Ruiz Massieu. La descomposición progresiva se había expresado ya con el levantamiento armado, casi virtual, del EZLN. Después, el “error de diciembre”. La sociedad percibía claramente la degradación del sistema. Cuauhtémoc, con el apoyo de “todas las izquierdas” pero con la mezquindad de los zapatistas chiapanecos, volvería a perder la elección presidencial. La presencia regional de López Obrador comienza a tener resonancia nacional.
6. 1997. Distrito Federal. La conflictiva lógica de Cuauhtémoc -ya al fin lograda la ruptura pronosticada desde 1960, digerido el fraude con la negociación y materializada la fundación del nuevo partido-, enderezó la ruta cuando ganó la elección de 1997 como Jefe de Gobierno de la ciudad. Una bocanada de aire fresco. Los antes jóvenes estudiantes convergían en torno a él, se ampliaba el espectro y las expectativas de la izquierda, etc. Pero nada pasaría ya. En 2000, un ente con botas arrasaría con la personalidad gris que no supo ganarse la simpatía de la población necesitada de un cambio verdadero, que sería engañada por las patrañas de un patán.
7. 2006. Fraude y ¿traición? La lógica en cuestión no pudo tolerar no ser elegida candidata presidencial por cuarta vez. Más que nunca afloró el conflicto: ¿afán de poder personal o democracia? López Obrador fue abrumadoramente preferido como candidato, gracias, entre otras cosas, a su lucha social en Tabasco, el “Éxodo por la democracia”, al crecimiento del PRD bajo su presidencia, los resultados como buen gobernante de la ciudad de México y la constante campaña presidencial en su contra. Ciro Gómez Leyva afirma que López Obrador traicionó a Cárdenas porque al llegar al gobierno de la ciudad en 2000, borró el trabajo y a la gente de Cuauhtémoc. Pero en realidad éste no tuvo tiempo de construir mucho, pues dejó el gobierno en manos de Rosario Robles, quien facilitó el agente corruptor en las entrañas del PRD y la ciudad; de eso sí que debía limpiarse.
La lógica del hijo del General como tampoco la mezquindad o perversidad del EZLN, toleraron al nuevo candidato. Ninguno de los dos apoyó el proyecto mayoritario de la izquierda. Es más, lo criticaron o atacaron abiertamente. Ya en pleno conflicto electoral, Cuauhtémoc aceptó de su burlador, Vicente, del partido enemigo histórico del padre –el PAN- el cargo de Presidente –al fin una presidencia- de los festejos del Bicentenario (¡cuánta razón tiene Cosío Villegas!, en México, casi todos quieren ser presidente de algo). Al aceptarlo, aunque después renunciara, validó el fraude en ciernes.
Cuauhtémoc Cárdenas, falto de generosidad, nunca se expresó a favor de López Obrador, quien garantizaba el triunfo de la izquierda. El celo, la envidia, la lógica de poder que no la democrática, se impuso. Más aun. Ahora, tras la liberación de información confidencial por wikileaks, el ingeniero es sospechoso de haber participado en el proceso de socavar al candidato de la izquierda en la misma embajada de los Estados Unidos. Prácticamente al igual que el Consejo Coordinador Empresarial, Felipe Calderón o Enrique Krauze, al considerarlo un “peligro para México”.
No sorprende, pues, que en un medio tan raquítico de figuras políticas plausibles, y tras tantos entendimientos y reconocimientos al pan-calderonismo, Cuauhtémoc Cárdenas reciba la medalla Belisario Domínguez. Si la merece o no, el tiempo lo dirá con mayor certeza.
7. ¿2012? Son muchos los méritos del hijo del General y varios los descréditos desde una perspectiva no personal sino desde lo que se ha llamado izquierda mexicana. Efectivamente, la ruptura con el PRI, la concreción del Frente Democrático Nacional, la fundación del Partido de la Revolución Democrática, el triunfo como primer gobernante electo de la ciudad de México, entre otras, son las contribuciones de Cuauhtémoc al empuje de la democracia en México. En casi todos estos procesos contó con decenas de miles de personas en torno suyo. Sin embargo, cierto desencanto ha alejado de su simpatía a muchos ex seguidores. Él lo sabe. Por ello, aunque quisiera y aunque lo diga, no busca una nueva candidatura. No representa más la vanguardia de una posible izquierda mexicana.
Bien haría el ingeniero en hacer un examen de conciencia, clarificador, y tomar así las decisiones correctas hacia el 2012. La línea del padre, el apellido y la obra, su propia experiencia, debieran servirle de orientación. No obstante, pareciera que la lógica de poder vence una y otra vez a la del verdadero deseo democrático. Así, sólo se valida el estado de cosas actuales con el añadido de tibias críticas ocasionales. Últimamente, en vez de fortalecer la línea mayoritaria de la izquierda, exhibe renovados sus deseos personales. Insiste en transitar la ruta que no le retribuirá la simpatía popular que logró en 1988 y en 1997; algo de ese clamor a zócalo lleno.
Nadie es responsable de ser hijo de tal o cual sino el azar. Frecuentemente, los hijos de padres poderosos, aunque disfruten el jugo monetario de ese poder, enfrentan retos pesados durante toda su vida al tratar de encontrar una expresión propia. Muchos de ellos no lo logran e incluso viven procesos traumáticos. Por decir algo, de los hijos de Pedro Infante, uno murió prematuramente en accidente de tráfico, otro se suicidó
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