martes, 1 de noviembre de 2011

El México sin comida… de Salinas a Calderón-- JANE DE LA SELVA

Calderón hace el ridículo, disimulando la oscuridad que prevalece en su casa y pretendiendo ser luz de la calle frente a público extranjero.

En otra cumbre Iberoamericana que no servirá para nada, declara ante el micrófono que algunos pueblos se han empobrecido vilmente, sin poder adquisitivo para alimentarse, por causa del elevado triple incremento actual en el precio que han alcanzado los productos alimenticios. Estos “comodities”, dijo en “sapnglish” el michoacano, que se necesitan adquirir, toda vez que las materias primas, aseguró, provienen de esos mundos empobrecidos (implicando que México, es uno de estos países tanto en su necesidad de adquirir la mayoría de la comida para su pueblo, como en su complicidad y holgura para regalar, perdón, para privatizar, las valiosas materias primas con las que cuenta). Pero al hablar así, Calderón no se percata, que la pregunta que flota en el aire, la reacción de las mentes conscientes allí presentes al escucharlo, fue:


¿Y por qué México no ha procurado producir en su territorio la canasta básica de su alimentación? ¿Por qué no ha dirigido sus políticas hacia adquirir una mayor autosuficiencia, para ya no depender en el aspecto alimentario, un yugo autoimpuesto?

He aquí la respuesta de un productor de trigo con una larga carrera en la industria mexicana que lo botó el mercado, quien quedó anulado comercialmente luego de la firma del TLCAN:


Salinas de Gortari permitió que ya no se debía producir aquí, porque era más barato comprar alimento en el extranjero. Así fue que comenzamos a importar todo.

Salinas de Gortari canceló entonces el subsidio al campo, y en EEUU siguieron subsidiando a sus granjeros que crecieron e incrementaron sus ventas hacia México, el creciente y jugoso mercado neoliberal que había dejado de subsidiar a sus productores, anulándoles la productividad. Bloquearon el paso, además, al transporte mexicano tras la línea divisoria. Recibido nuestro producto por transportistas estadounidenses, para sólo por su medio ser repartido allá. Pero ellos sí, entrando y saliendo sin restricción alguna por nuestra frontera, internando lo suyo para ser comerciado.

Mermados como quedaron para competir, los pequeños y medianos sembradores de “estos comodities” de los que habla Calderón, de granos y cereales, dejaron de hacerlo, quebraron, y dichas tierras permanecen yermas, devaluadas y olvidadas. Imposible levantarlas con la supremacía de una economía agro dependiente del extranjero.


Entonces, los grandes productores y las transnacionales le han ido entrando a la renta o compra de esas tierras abandonadas a precios muy bajos, pretendiendo, con aparente pericia, que en verdad es avaricia, introducir en ellas su producción de maíz transgénico, de fresas, de albahaca, de frijol y soya, de lo que se dé que ellos o nosotros, consumamos. Que extinguiría paulatinamente el grano de maíz autóctono mexicano de gran potencial alimenticio, infectando nuestro suelo fértil, promoviendo un más agudo alejamiento de la cultura de la autosuficiencia. Emplearían nuestro territorio para probar sus experimentos depredadores del ambiente y de la biología sin control alguno.


Una vez montados sus negocios en nuestras fértiles tierras, nos pondrían a trabajar en la producción de alimento.


El sistema PRI-AN-ISTA impidió deliberadamente la competencia y el progreso del campesino mexicano. Pero el 80% de la tierra que pudiera ser o es agrícola hoy día, sigue perteneciendo a ejidatarios.

¿Por qué seguir impidiendo que sean ellos los que produzcan alimento para México? ¿Cómo no darse cuenta que ha sido este abandono del campo una mayor aportación a la proliferación delictiva, un desarraigo, involuntario, a la cultura orgánica y ancestral de nuestros campesinos?

“Que los subsidien, exige Manuel el ex productor, como lo hacen los gobiernos demócratas en otras partes del mundo. Que cuenten con el acceso a equipo y maquinaria; que se les proporcionen fungicidas a precios especiales, semillas de primera calidad, las variedades indicadas endémicas de alto rendimiento según la región”.

“La revolución del siglo pasado los mandó a la guerra sin fusil. Exijamos para el desarrollo agrícola la legislación justa. Renovemos nuestro aprecio y orgullo por los productores. Capacitémoslos para progresar, que ya han perdido la fe. Aquellos que no han emigrado o se han hacinado en los grandes núcleos urbanos añorando su identidad, aún miran lejos en la penumbra achicado el ojo hacia la pobre perspectiva de sus parcelas”.

“Que dejen de ser cómplices los productores “privados” del atraso del ejido coartado políticamente para producir ganancia de la siembra de alimento. Dejen ya esa codicia para no tener ninguna otra competencia y vender sus productos a los más altos precios posibles a los estadounidenses, que ya han comenzado a hacer su introducción acá, luego del TLCAN de Carlos Salinas de Gortari. Y sí, Calderón dijo una verdad, nos venden, a cuánto lo consideren, el alimento. Razón por la que los presentes en la reunión iberoamericana habrán pensado de Calderón, lo mismo que en su momento otros dedujeron de Salinas: “…estos imbéciles han dejado a México sin comida

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