domingo, 20 de noviembre de 2011

Sobre el conocer a AMLO, a fondo… JANE DE LA SELVA

Aun puedo oír a mi raza detractora del Peje durante la campaña del 2006: “Qué horror, sería terrible, un Hugo Chávez; no sabe ni hablar, mucho menos inglés. No conoce el mundo. Es un acomplejado, un naco, un intransigente, un ardido, un traumado, un vengativo, un frustrado, no cabe duda que es un peligro para México ¿cómo te atreves a apoyarlo, a defenderlo, a creerle? ¡Eres una fanática, estás perdida!. – Sí--respondía con frecuencia-- soy una gran fanática de mi país, igual que lo es ese hombre que ustedes no dejan de denostar.

Algunos de ellos, a pesar de la guerra que nos dijeron fue contra el narco, de su asombrosa y dolorosa mortandad de culpables e inocentes sobre suelo patrio, aún siguen aferrándose a la mafiocracia. Pero muchos otros, han despertado. Se han dicho desde lo profundo de su humano espíritu, “esto tiene que cambiar”, “esto no puede seguir así”.

Son ellos los que ahora desean dar el beneficio de la duda al proyecto alternativo de nación de AMLO. Por medio de la paulatina convicción, más ciudadanos cederán a la cerrazón que causó el adoctrinamiento de las televisoras masivas oficiales en contra del líder tabasqueño, cuyos sometidos, se lanzaban rabiosos con todas los enunciados arriba mencionados (y me quedo corta) contra su persona, porque les evocaba “una gran inseguridad”.

Pero ellos y ellas no tenían ni idea entonces, lo que significaba la vivencia real y sufrida en carne propia, de la auténtica inseguridad.

Era un término casi abstracto para la ciudadanía, hasta que Felipe Calderón con la firma del hoy desahuciado plan Mérida, instituyó su práctica como política pública en las calles, montes, llanos, selvas y costas de la nación.

En ocasión de esta segunda postulación del Peje, esperaban los anti AMLO (sin lograr jamás identificar una justificada fuente de su rechazo) la tranza, la marrullería de costumbre. Aquella que el eterno aparato de control en el poder había aplicado tan concienzudamente para mantener el estatus quo, el “más vale malo por conocido, que bueno por conocer”, tan desgastado.

El hermetismo y el secretismo estratégico los destantearon. La posibilidad de ver al motivo de su odio sin razón por fin hundido, los mantenía esperanzados. Pero al perder ellos y ellas la esperanza hace dos días, han ganado, aunque no lo hayan aún digerido.

Porque AMLO y su movimiento plural e incluyente trasciende la tranza, la marrullería, el hermetismo, la estrategia. Porque tantos que pertenecemos a su movimiento somos gente feliz y afortunada y por ello nos invade una gran responsabilidad de contar y de gozar con la oportunidad de servir a la amada patria, a los hermanos y hermanas abandonadas entre los escombros del PRIAN. Él ya lo hizo en la capital, asentando el ejemplo para ser continuado por otros.

Asegura el líder contundente de la izquierda, frente a las cámaras de la televisión oficial, que habrá concordia, a pesar de lo aquí escrito y que todos sabemos: la insensata embestida en su contra.

Pero como ya lo expresé en anterior texto y lo reitero: AMLO gana, poniendo la otra mejilla.

Sólo un líder con su autoridad moral lo puede hacer. Porque carece de prejuicios.

Porque se dirige hacia donde mismo ha dirigido siempre su ideal, su discurso, sus principios:

“Por el bien de todos primero los pobres”.

A este AMLO, que no es uno nuevo sino el que siempre ha sido, hay que conocerlo a fondo escudriñando sus actos. Sólo hay que leer su biografía y demás libros, para empaparse de una (suya y nuestra) misión impostergable. Así lo hice yo hace trece años, cuando al fin descubrí en su persona a un político honesto, sin esa acostumbrada ambición y avidez por la materia que caracteriza a los de su gremio. Ser honesto no es ser perfecto. Es ser libre, es carecer de temor para ser transparente.

Seamos parte de la transformación.

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