sábado, 18 de febrero de 2012

La disputa no es por el segundo lugar, es para ganar-- Gustavo Gordillo

El PAN concluyó su proceso interno de selección del candidato presidencial con dos puntos a su favor y varios en contra. A su favor tiene el hecho de que ha sido el único partido que desarrolló elecciones internas para definir a su candidato. A su favor también que, aparentemente, no ha tenido facturas mayores. Los negativos son muy claros. El acarreo de personas, el aparente uso de recursos públicos, la presencia de urnas embarazadas y otros mecanismos típicos del mapachismo, nos hablan de un PAN que perdió su alma al ganar espacios de poder. O para decirlo en palabras de su dirigente real perdieron el partido ganando el gobierno. La campaña interna implicó una gran movilización de los aparatos gubernamentales federales y estatales a favor de alguno de los precandidatos. Y cero debate o siquiera intercambio de ideas.

El PRD concluyó su proceso interno de selección de candidato presidencial contra todos los pronósticos. La selección a partir de unas encuestas fue aceptada con altura de miras por el candidato perdedor Marcelo Ebrard y asumida con generosidad por el candidato ganador AMLO. Una situación parecida ocurrió en la selección del candidato de las izquierdas partidistas para el gobierno del DF. Pero en el PRD ha habido todo tipo de irregularidades, trampas, jaloneos a lo largo de toda su historia. Al grado tal que la única forma que encontraron para evitar divisiones irreparables fue recurrir a las encuestas, medida genial para el momento actual.

Pero en un sentido estructural es una desgracia. Un partido que no tiene un padrón de afiliados confiable, en una atmósfera que rehúye y repele cualquier forma de debate civilizado, donde la única fórmula para canalizar las disputas y las desbordantes ambiciones de tribus –este mismo concepto es de por sí definitorio– son las encuestas; ha dejado de ser en sentido estricto un partido.

De lo planteado en mi artículo anterior sobre el PRI y en éste, concluyo que el sistema de partidos, una de las piezas claves en cualquier transición de regímenes autoritarios a democráticos, está en una profunda crisis. Es por tanto muy probable que después de 2012 cualesquiera que sea el resultado estarán las condiciones dadas para una profunda transformación de partidos y corrientes políticas.

Asumiendo la debilidad de los partidos y su poco atractivo hacia los ciudadanos independientes, se entiende cómo es que los tres candidatos le aportan a su partido más votos que su núcleo duro.

Empero el punto central hoy a 45 días del inicio efectivo de las campañas se resume en la siguiente interrogante: ¿es la decisión estratégica del PAN y del PRD, como lo plantean muchos analistas, la disputa por el segundo lugar en las encuestas, antes del inicio formal de la campaña presidencial?

Yo pienso que no. En todas las elecciones relativamente libres –1994, 2000 y 2006– han ocurrido dos fenómenos: polarización en dos candidatos y disyuntivas claras que impulsan a la participación electoral. Estas disyuntivas son simplificaciones de la realidad, pero han sido efectivas para guiar las preferencias electorales.

En 2012 no parece que se vaya a dar una polarización porque no existe aún una disyuntiva nítida. El PAN podría plantear como en 1994 que se enfrenta a dos primos hermanos surgidos de la misma matriz autoritaria. El PRD y sobre todo AMLO ha impulsado la disyuntiva: el PRIAN y las fuerzas democráticas. El PRI delineó levemente los contornos de una disyuntiva entre gobierno eficaz y partidos que no saben gobernar.

Para mí la decisión estratégica tiene que ver con un dato que demuestran contundentemente las encuestas: la segunda opción de los electores del PAN y del PRD, es mayoritariamente el PRI. Así que si caen en las preferencias de cualquiera de esos dos partidos el que se beneficia es el PRI a donde iría el llamado voto útil. Aquí está el meollo para tener o no una elección competitiva entre tres.

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