Sexto y, felizmente, último año de estancia calderonista en Los Pinos, y el balance arroja un desastroso resultado económico para el país. En el mejor de los casos, y sólo en el mejor, reportaría una tasa anual promedio de crecimiento cercana a 1.8 por ciento, insignificancia apenas por arriba del resultado de la administración de Miguel de la Madrid. Así, el bienestar de los mexicanos está por los suelos en el sexenio que les prometió vivir mejor.
Como bien apunta el Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, “el mejor reflejo de lo descrito lo constituye la síntesis económica que puede realizarse del sexenio. A lo largo de los primero cinco años de la actual administración la economía ha crecido únicamente 1.48 por ciento en promedio anual, siendo los servicios el sector con ‘mayor’ dinamismo: un modesto 2.3 por ciento. En lo correspondiente a las actividades primarias e industriales debe citarse que no alcanzaron ni un punto porcentual promedio de incremento durante el mismo periodo: 0.6 y 0.9 por ciento, respectivamente. La comparación anual evidencia que en materia económica no ha existido un avance sustancial que permita resarcir las pérdidas de las crisis de 2009. El producto interno bruto (PIB) cerró 2011 con una tasa de 3.9 por ciento, un aparente escenario favorable de la evolución económica, pero a todas luces es insuficiente para contrarrestar y solucionar los grandes problemas del país”.
México no ha logrado recuperar plenamente lo perdido desde la crisis de 2009 (aunque en ese entonces el balance tampoco era la panacea). Incluso, algunos indicadores, como la pobreza, la precariedad laboral y el desgaste productivo, se encuentran en niveles aún más preocupantes que en ese entonces. “El bienestar social y productivo ha mermado, por lo que el crecimiento económico se encuentra disociado del progreso y el bienestar. La falta de cohesión social, la desigualdad y el estado lamentable del mercado laboral dan lugar a un cuestionamiento adicional: pese a que los indicadores macroeconómicos señalan una evolución positiva de la economía mexicana, éstos, paradójicamente, se han traducido en una involución de la actividad productiva de mayor valor agregado, así como para la calidad de vida de la población, de tal suerte que dicha evolución no brinda mecanismos de solución a las problemáticas más perturbadoras del país y resulta aún más estremecedor el hecho de que los servidores públicos presuman de ‘buenos resultados’ cuando al mismo tiempo existen cerca de 30 millones de mexicanos que no tienen para alimentarse”.
A lo anterior ha contribuido la falta de una estrategia con resultados sostenidos. Durante años se apostó a la exportación de manufacturas pero se descuidó a la industria nacional, la cual tuvo una pérdida sustancial en 2009, misma que no pudo ser superada en 2010. Para 2011 la economía presentó una tasa de crecimiento 30 por ciento inferior a la registrada un año atrás, mostrando incluso una disminución significativa en la actividad minera: -2.3 por ciento. En el caso de la construcción el avance fue de 4.8 por ciento, cifra favorable pero que no permite recobrar los rezagos de la crisis. Las manufacturas y el sector de electricidad fueron los promotores del crecimiento de las actividades secundarias con incremento del 5.1 y 5.6 por ciento, en cada caso.
El sector servicios presenta los mejores resultados, siendo el comercio, medios masivos, esparcimiento, servicios profesionales y dirección de corporativos, los subsectores con mayor dinamismo. En contrasentido, las actividades de gobierno manifiestan incluso una caída de 0.7 por ciento, en tanto que los servicios educativos y de salud reflejan las menores tasas: 1.5 y 1.6 por ciento, respectivamente. Si bien es cierto que el crecimiento registrado por estos últimos corresponde al más alto desde 2009, éste evidencia el deficiente estado de los mismos. En este contexto, ambos representan los elementos esenciales en la generación del capital humano, pero más relevante es citar que teóricamente constituyen ejes fundamentales para garantizar que los mexicanos aspiren a un verdadero desarrollo, a una mejor vida. El problema es que sus malos resultados tienen implicaciones negativas, no sólo en términos de productividad y crecimiento, sino de bienestar. Más grave aún, es el hecho de que al revisar las tendencias de los sectores mencionados éstas muestran un estancamiento que no es resultado de la coyuntura, por lo que verdaderamente representan un problema estructural que sin duda limita la capacidad de enfrentar un entorno poco propicio para la economía y la sociedad.
A pesar de que el acceso al servicio de salud creció significativamente, el estancamiento de la tendencia de su PIB refleja resultados opuestos de una política de propagación del mismo, es decir, su implementación no se encuentra vinculada con la generación de mayor valor agregado. En este sentido debe cuestionarse si garantizar un acceso a un sistema de salud ineficaz es suficiente para mejorar la calidad de vida de los mexicanos. De esta manera, pese a que el acceso brinde las posibilidades de hacer uso del derecho, no hay garantía de que el servicio sea de calidad, por lo que en realidad no resuelve los problemas de sanidad del país. Lo anterior incluso aunque en ciertas entidades de la República se haya alcanzado un estado de cobertura universal en términos de salud.
Se corre el riesgo, apunta el CIEN, de que los anteriores aspectos negativos se exacerben en los siguientes meses, dado que el ciclo económico del indicador global de la actividad económica también refleja la debilidad de la economía mexicana. En sus componentes principales señala un severo estancamiento para el caso de la actividad secundaria, en tanto que las actividades primarias y terciarias evidencian un ciclo en descenso. En este sentido, la actividad económica de México continúa mostrando signos de desaceleración, lo cual a su vez es confirmado por la tendencia de dichas variables.
Las rebanadas del pastel
¡Felicidades!, porque nadie morirá de hambre o sed en esta república de discursos, dice Felipe Calderón. Pues sí, el único requisito es que los mexicanos tengan con qué comprar alimentos o líquidos suficientes, o lo que es lo mismo, los más de 36 millones de dólares que diariamente se erogan para importar viandas, porque el campo nacional cada vez produce menos y el estómago interno depende crecientemente de los mercados externos.
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