viernes, 10 de febrero de 2012

Son estadistas lo que necesitamos-- Gabriela Rodríguez

El abrazo de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador sella un pacto entre dos estadistas y dos luchadores sociales. Dos personas que enfrentando la adversidad han demostrado capacidad para dignificar la política, para dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad, para buscar acuerdos que eviten –en lo posible– el desorden y la intervención militar. Nada más urgente en este momento de México, como en otros tiempos lo hicieran Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, y… no me viene a la mente otro personaje. Ese abrazo me revivió la nostalgia, la nostalgia histórica, porque en el ciclo de mi vida no he podido experimentar a un presidente del cual me pueda enorgullecer, más que en sueños: yo vi a Cuauhtémoc dirigiendo a México en 1988 y en el 2000, yo vi a Andrés Manuel como presidente en 2006, y vuelvo a soñar al último en estos días. Dice Freud que los sueños son la realización de los deseos; me gustaría que fueran revelaciones, como creen los huicholes.

Vale la pena revisar el texto Un México para todos, la propuesta programática de Cuauhtémoc para 2012, así como el nuevo proyecto de nación que presentó Andrés Manuel el año pasado. Se trata de verdaderos programas de Estado, productos que integran el compromiso de todas las izquierdas que se unieron desde 1988, de los 600 compañeros eliminados en el régimen de Salinas de Gortari, de la experiencia de legisladores responsables, de un régimen que se ha venido construyendo durante 14 años en una de las ciudades más grandes, complejas y progresistas del mundo. Las dos propuestas expresan la ideología y las prácticas políticas de equipos técnicos e intelectuales, de gestores políticos y profesionales serios, así como de ciudadanos de altura, porque la definición del nuevo rumbo que necesita México ha tomado en cuenta la contribución de la ciudadanía, de empresarios honestos, de activistas en sindicatos y en proyectos de colaboración de la sociedad civil organizada, de ciudadanos que han sido tomados en cuenta a todo lo ancho y largo del país, en mesas y foros de consulta, en innumerables programas de coinversión social, en los recorridos que han tenido que realizar nuestros líderes durante las campañas electorales para la Presidencia y en las movilizaciones posteriores a los fraudes. En esos programas están reflejadas las organizaciones civiles, ex funcionarios y líderes de movimientos sociales, ciudadanos de a pie y partícipes de la resistencia civil.

Hoy nuevamente hay candidato y un programa de Estado enriquecido, un conjunto de estrategias para transformar uno de los peores momentos de nuestra historia. Las izquierdas tenemos una causa, y eso nos diferencia totalmente del proyecto en disputa del PRI y del PAN, “el que está subordinado a intereses ajenos, la desigualdad y la exclusión social –nos dice Cuauhtémoc Cárdenas–, impuesto y desarrollado con rigor en las últimas tres décadas, al que esos grupos entreguistas y retrógrados pretenden dar continuidad... (El nuestro) es el de un desarrollo independiente, de igualdad y progreso, en el que la nación pueda decidir soberanamente sus destinos a partir del mandato democrático de la ciudadanía”. De las numerosas necesidades señaladas por el fundador del PRD celebro las coincidencias estructurales con el proyecto presentado por el actual candidato de la coalición Movimiento Progresista, así como el rescate de las propuestas más destacadas: un sistema de planeación del desarrollo con grandes miras y a largo plazo; una política de derechos universales a la alimentación, a la educación, a la cultura, a la salud y a la vivienda; sistema de seguridad social universal no vinculado a la condición laboral; fortalecer el Estado laico mediante reformas constitucionales y legales; garantizar la igualdad de género en materia política, social, laboral y de oportunidades; combatir la violencia social e intrafamiliar, impulsar las legislaciones que permitan las uniones entre personas del mismo sexo, revertir las legislaciones oscurantistas en aquellos estados en los que se han cancelado los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.

Toca ahora articular esta y otras propuestas que se harán a Andrés Manuel y a su equipo de gobierno, porque urge un cambio verdadero comandado por líderes sabios y virtuosos, y porque –como dijera Rousseau– más vale una conducta virtuosa que mil disertaciones brillantes acerca de la virtud. Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota son vendedores de imagen pero carecen de un proyecto de Estado y no tienen la calidad moral ni la estatura política que México merece.

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