viernes, 26 de abril de 2013


La otra violencia

Epigmenio Ibarra

Generaciones completas hemos sido y somos víctimas de una violencia brutal, sistemática, integral por parte de quienes han monopolizado el poder político, cerrando el paso a la verdadera y urgente transformación que este país necesita.
Una violencia que hoy muchos olvidan y que, salvo contadas y honradas excepciones, los medios de comunicación, especialmente la televisión, toleran, callan y llegan al extremo, incluso, de apoyar y promover.
Porque violencia es la que se vive todos los días en las escuelas públicas, en las guarderías, en los hospitales en los que el gobierno debería prestar servicios de calidad a los ciudadanos que pagan sus impuestos.
Violencia es y de la peor que una inmensa mayoría de las ciudadanas y ciudadanos de este país herido esté condenada, hace décadas, por falta de una educación mínimamente adecuada, por la desnutrición y la falta de atención sanitaria integral, a una vida de enfermedad y miseria.
Porque violencia es el abandono en que el Estado ha tenido y tiene al campesino y al indígena y violencia es también su absoluta indiferencia ante los justos, dignos y cada vez más desesperados reclamos de estos nuevos “condenados de la Tierra”.
Porque violencia es también la desigualdad; la enorme brecha, que sigue enanchándose, entre los muy pocos que lo tienen todo y los millones que no tienen nada, ni siquiera lo suficiente para alimentarse.
Porque violencia es que la justicia se niegue al que la necesita y se le otorgue solo a quien tiene dinero para pagarla o conexiones para conseguirla a su antojo.
Y violencia es también la mordida.
La mordida que precede a cualquier trámite burocrático.
La que apresura u obstruye todo tipo de gestiones. La que hace inútiles luchas centenarias de comunidades enteras.
La que, de un plumazo, quita sentido a conquistas por las que se ha peleado décadas.
La mordida que sesga lo que el tribunal decide, la que hace al juez “cambiar de opinión”, al policía cerrar los ojos, al funcionario estampar una firma o extraviar un documento.
La que abre la puerta de la cárcel a los criminales y condena a que se pudran en ella a los inocentes.
Violencia es haber establecido la corrupción como valor, la ilegalidad como forma de vida, la impunidad como norma.
Violencia es el saqueo descarado del erario. Los centenares de miles de millones de pesos de los que han dispuesto a su antojo funcionarios de todos los niveles, presidentes municipales, gobernadores, secretarios de Estado.
Y violencia es la forma en que los presidentes disponen, a su antojo, de la hacienda pública para salir de su mandato, ellos y sus familiares y amigos, con enormes fortunas.
Violencia es la impunidad de la que disfrutan hombres que han saqueado y ensangrentado a México: Ulises Ruiz, Mario Marín, Arturo Montiel, Humberto Moreira, Cavazos Lerma, Vicente Fox, Genaro García Luna, Felipe Calderón.
Violencia es el descaro. La burla que para cualquier ciudadano honesto y trabajador representa saber que quien, aprovechándose de un cargo público, ha robado o, peor todavía, tiene las manos manchadas de sangre, no pisara jamás la cárcel y que, en cambio él, a merced siempre de autoridades venales, enfrenta constantemente ese peligro.
Violencia es la creación de personajes como Elba Esther y Romero Deschamps que traicionan y roban a los trabajadores y venden al poderoso favores que nuestros impuestos pagan.
Violencia es la destrucción sistemática de las empresas públicas. El remate al mejor postor de nuestro patrimonio. Acciones como el rescate bancario o el carretero, el endeudamiento de los estados.
Y violencia es la demolición de instituciones resultado de una larga lucha ciudadana, como el IFE, cuya integridad y eficacia es la única garantía de paz y democracia.
Violencia son los fraudes electorales que padecimos a lo largo y ancho del país. El robo de alcaldías y diputaciones. La trampa y la extorsión convertidas en la forma de actuar de la clase política.
Violencia extrema es burlar la voluntad popular expresada en las urnas. Violentar el principio de “Sufragio efectivo no reelección” sobre el que se construyó, supuestamente, el México de hoy.
Violencia es robar o comprar la Presidencia como se hizo en 88, 2006 y 2012.
Y violencia es la manera en que esos que se dicen gobernantes electos se sirvieron primero de la tv para someter y engañar al país y terminaron por abdicar ante ella.
Violencia es el engaño y la simulación. La conversión del país en mercancía, de la política en el más vil de los negocios.
La negación de una realidad a punta de campañas propagandísticas pagadas con nuestros impuestos.
Violencia es el discurso estridente e histérico de Felipe Calderón desatando el infierno de la guerra, alentando la operación de escuadrones de la muerte e imponiendo en los hechos la pena de muerte.
Y violencia también es continuar esa misma guerra, engrosando la lista de desaparecidos, levantados, ejecutados, pero ahora en medio de un silencio pactado con los grandes consorcios informativos.
Violencia es el abuso, la cerrazón, la indiferencia, el cinismo, la criminal ineptitud, la corrupción crónica de quienes han gobernado este país.
Violencia que solo más violencia engendra y a la que, al parecer, nos hemos acostumbrado.

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