La reconstrucción del Estado
Gustavo Gordillo
L
a manifestación del DF el miércoles podrá ser vista en retrospectiva como el momento de quiebre con una situación que combina brutalidad criminal, des-gobierno, corrupción, impunidad y privilegios para unos cuantos.
En la manifestación de miércoles predominantemente estudiantil se encuentran las mejores tradiciones de las luchas sociales en el país. Planteamientos concisos y consensados, protesta enérgica y al mismo tiempo expresiones ordenadas, auto-organización y respeto a terceros.
Ya antes el movimiento politécnico ha dado muestra inequívocas de una combatividad que honra la larga tradición de lucha del Poli, y de una clara comprensión del contexto en el que se insertan.
Las buenas noticias están empañadas empero por la indignación y el dolor que nos provoca a todos los brutales crímenes que se han cometido en Iguala, y en general en muchas regiones del país. La exigencia respecto de los 43 normalistas desaparecidos forzadamente, y al castigo a los culpables materiales e intelectuales del crimen pesa profundamente en el ánimo social.
Ciertamente la PGR ha presentado una relación de hechos basada en sus averiguaciones y en confesiones de inculpados que apuntan hacia un acuerdo macabro que involucra grupos criminales, autoridades municipales, policías y presumiblemente políticos locales. También es evidente como en otros lugares del país la ausencia del Estado o para decirlo de manera más precisa su muy débil presencia.
Por todo lo anterior que estos crímenes no queden sin un severo castigo es apenas un paso en una dirección inevitable: la reconstrucción del Estado mexicano.
He planteado en estas páginas una interpretación de la transición democrática en México. Entre 1977 y 1997 se da gradualmente una transición desde las reglas electorales que abre la puerta a la alternancia en los poderes ejecutivos y legislativos. Genera también un sistema de tres partidos principales.
Más que actos fundadores la transición mexicana gradual en sus ritmos fue sobre todo una mezcla de acoplamiento institucional y transformismo político. El eje autoritario de viejo régimen: presidencialismo más partido hegemónico más interacción entre reglas formales establecidas en la Constitución, y un amplio abanico de reglas informales y facultades meta-constitucionales; se fue paulatinamente debilitando sin ser sustituido por otro arreglo de gobernabilidad acorde con un contexto de mayor pluralidad y competencia electoral.
Lo que siguió a partir de 1997 ni siquiera fue continuidad bajo la conducción de otro partido, sino una consistente decadencia en donde el centro político se desmadeja, combinada con una emancipación desordenada tanto de las entidades federativas como de ámbitos de la sociedad, al tiempo que opera la colonización de franjas del aparato estatal o de territorio nacional por un sinnúmero de poderes fácticos incluyendo las empresas mineras que ocuparon como ejércitos invasores vastos territorios, hasta bandas del crimen organizado. En síntesis un régimen político fuerte alrededor de tres partidos, pero excluyente de muchos núcleos ciudadanos, y un Estado débil, disfuncional y con presencia e intervenciones desiguales en el territorio nacional; administrando la decadencia.
Reconstruir el Estado debe tener por propósito central: recuperar el territorio nacional. Desde varios ángulos el sistema de transparencia y rendición de cuentas para reducir corrupción, impunidad y sobre todo privilegios. La necesidad de avanzar en una auténtica reforma municipal pensando en éste como el primer eslabón de la fortaleza de un Estado reconstituido territorialmente. Una acción que tiene algo de simbólico, pero mucho de visión estratégica sería un programa real auténtico, no retórico que termine cuarenta años o más de hostigamiento a las normales rurales y las fortalezca de suerte que se vuelvan la columna vertebral de una nueva sociedad rural.
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