domingo, 5 de abril de 2009

EL QUE QUIERA AZUL CELESTE QUE LE CUESTE.

Mario Di Costanzo Armenta
Resulta una verdad irrefutable que nuestro país enfrenta ya una de las crisis económicas más fuertes de su historia y, paralelamente, las llamadas elecciones intermedias” están a la vuelta de la esquina.

De hecho, los tres principales partidos políticos se encuentran inmersos en verdaderas guerras internas –por la definición de candidaturas– y externas –por la difusión de espots televisivos y en Internet– en las que todos tratan de vender sus principales logros.

Sin embargo, y a pesar de lo que puedan decir en su propaganda, es un hecho que a poco más de ocho años de gestión panista los resultados obtenidos son alarmantemente graves: el poder adquisitivo de la gente se encuentra pulverizado y la economía se halla no sólo estancada, sino que durante el presente año se ha visto disminuida, mientras el desempleo es el más alto desde 2000.

De esta manera, con preocupación y coraje los mexicanos nos damos cuenta de que mientras en diciembre de 2000 un kilogramo de frijol nos costaba seis pesos, al mes de marzo del presente año debemos pagar por ese mismo kilo de frijol 22 pesos (y dicen que aumentará). O como en el caso de la tortilla, cuyo precio llegó a ser de 2.50 pesos por kilogramo y actualmente no se encuentra en menos de nueve pesos.

Esto es, que tan sólo estos dos alimentos esenciales en la dieta de los mexicanos han incrementado su precio en 266 por ciento y 260 por ciento, cada uno. Y no se diga otros productos, como el huevo, el arroz, el aceite o la gasolina, que durante ese mismo lapso han registrado incrementos de 223 por ciento, 104 por ciento, 213 por ciento y 46 por ciento, respectivamente.

Mientras tanto, el salario mínimo de un obrero se ha incrementado en sólo 44.6 por ciento, lo que en otras palabras nos dice que mientras en 2000 con un salario mínimo diario (37.90 pesos) un obrero podía adquirir un kilo de frijol, uno de arroz, otro de huevo, un litro de aceite y medio kilogramo de tortilla, para marzo de 2009 el salario mínimo diario (54.80 pesos) únicamente le permite adquirir la mitad de cada producto anteriormente señalado.

A esto hay que añadir que por concepto de “deuda pública”, en 2000 cada mexicano debía aproximadamente 23 mil 700 pesos y en la actualidad esa cifra es de 35 mil 000 pesos. Esto, sin contar los 47 mil millones de dólares (658 mil millones de pesos) que recibiremos como “apoyo o línea de crédito” del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del cual por cierto, aún no sabemos las condiciones, bajo las que fue otorgado y mucho menos se ha explicitado el destino que tendrá.

No olvidemos que hasta ahora, las señales que ha enviado el “gobierno de la estabilidad y el empleo” indican que si bien están decididos a rescatar al sector financiero de la economía, no son claras las intenciones de rescatar al sector de la economía real, aún y a pesar de los absurdos comerciales que han sacado en la televisión.
Señalo lo anterior ya que de materializarse el “apoyo” del FMI la deuda per cápita de los mexicanos se incrementará en aproximadamente seis mil pesos, para llegar a un total de 41 mil pesos, con lo que habrá crecido 73 por ciento en los últimos 8 años, es decir, que hasta la deuda per cápita se ha incrementado más que el salario mínimo.

Contrariamente, por ejemplo, el salario de los “presidentes” aumenta de manera importante, pues en los Decretos de Presupuesto se observa que dicho sueldo creció en 52.46 por ciento, al pasar de 100 mil pesos en 2000 a 152 mil 467 pesos para el presente año. A esto hay que agregar que el tipo de cambio era de 9.45 pesos por dólar y en la actualidad supera los 14 pesos; es decir, nuestra moneda valía 48 por ciento más que en la actualidad.

Desde luego, esto no quiere decir que antes de los panistas estábamos mejor. El propio Carlos Salinas de Gortari se ha referido a una etapa de los priistas como La década perdida. Y basta recordar a Zedillo, el Fobaproa y los Pidiregas; a Salinas, el Tratado de Libre Comercio y sus privatizaciones…

En suma: quizá no fue lo mismo, pero el resultado fue igual: pobreza, desigualdad y atraso.

Así, ahora vemos a un PRI tratando de olvidar su pasado, mezclando a “juniors a los que les sobra copete” con “viejos dinosaurios a los que ya les falta pelo”, pero con la misma idea: seguir protegiendo a los ricos y poderosos mediante un Estado que desde hace tiempo fue privatizado por los bancos y los grandes capitales.

Desafortunadamente, los revolucionarios democráticos bajo el mando de los Chuchos (Ortegas, Zambranos, Navarretes o Sotelos) no aseguran ser la opción que garantice que las cosas puedan cambiar. Baste señalar algunos capítulos de la reforma electoral o bien de la mal llamada reforma fiscal o la energética, en donde bajo la teoría “gatopardiana” se han modificado las cosas… para quedar igual.

Ante ello, los ciudadanos al menos debemos reflexionar y considerar otras opciones que representan la posibilidad de iniciar un nuevo proyecto de nación, mismo que está fundamentado en la liberación del Estado, en el rescate de sus instituciones y en el cambio del modelo económico.

Si bien estas opciones hoy, son relativamente pequeñas, - incluyendo algunas dentro de los propios revolucionarios democráticos -, se están consolidando como un valioso instrumento para llevar a cabo la transformación que este país urgentemente requiere.

Sin embargo, mientras reflexionamos sobre lo que ha sido nuestro pasado, lo que es nuestro presente y lo que será nuestro futuro, sólo me queda decir: el que quiera azul celeste, que le cueste.

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