Dislexia retórica
El antidiscurso oficial
Asalto en Banamex
Carlos Fernández-Vega
¡Felicidades!, mexicanos pagadores e incrédulos: que el del FMI no es un crédito, sino una línea de crédito”; que no fueron 30 o 40 mil millones (Calderón dixit), sino 47 mil millones de dólares (Carstens ídem); que tal vez se utilicen, aunque “no se necesitan”, pero que de cualquier forma ya los incorporaron al “blindaje” de una economía que ya estaba “blindada”, según el discurso oficial; que es gratis y sin condiciones, pero que de entrada hay que pagar 127 millones de billetes verdes “por derecho de apartado”; que oficialmente no se gastarán en lo que tradicionalmente se gastan, pero ya los especuladores y los grandes consorcios endeudados hasta la coronilla se frotan las manos, porque saben que cuentan con dólares suficientes para seguir con sus tropelías a costillas del erario; que el saldo de las reservas internacionales es histórico, pero que a todas luces no alcanza, y que por lo mismo se aceptan los 30 mil millones de dólares “ofrecidos” por la Reserva Federal de Estados Unidos; que tal “línea de crédito”, más la líneas swap de la Fed, no son más que un “reconocimiento a la solidez” de la economía mexicana, por mucho que ésta se encuentra al borde del colapso, sino es que ya, y que, en fin, así como dicen una cosa, dicen otra sin que se les altere la sonrisa.
¿Cómo leer los recientes anuncios y declaraciones de Calderón, Carstens y Ortiz? Bueno, la experiencia recomienda hacerlo en riguroso sentido contrario. Por ejemplo, cuando el inquilino de Los Pinos y su secretario de Hacienda se negaron a reconocer el estallido de la crisis, porque para México no significaba más allá de una “gripa” y un “catarrito”, la lectura correcta debió ser: sálvese quien pueda, porque será brutal el impacto del nuevo capítulo de la crisis en la economía y las finanzas nacionales.
Cuando Calderón presumía la “fortaleza” y “solidez” de una economía de “gran calado” perfectamente “blindada”, debió entenderse que la cosa estaba color de hormiga, que de tiempo atrás encalló el navío y que el “blindaje” era de saliva. De igual forma, cuando celebraba “cifras históricas” en generación de empleo, en realidad describía el horror laboral imperante en el país y que en su administración la tasa oficial de desempleo abierto alcanzaría niveles incluso no registrados en la gran crisis de 1995. Y también decía, en castellano simple, la crisis “nos hace lo que el viento a Juárez”, y ahora, abanico en mano, anda de ofrecido por todo el mundo. ¿Qué decir de su frase cajonera: “para vivir mejor”?
Lo mismo Carstens: juró que la nueva composición accionaria de Banamex “no viola ley mexicana”, aunque el gobierno estadunidense tenga el control del banco, que la legislación vigente es “antigua” y por ello no contempla “situaciones temporales”. Pues bien, en realidad lo que confirmaba es que al gobierno calderonista la ley le vale una soberana, que a los banqueros no los toca ni con malos pensamientos y que, en fin, háganle como quieran. Igual cuando dice que en 2009 la economía mexicana reportará “crecimiento positivo”; el dato correcto es: señores, nos vamos al hoyo. Es más, cuando se presumía con un “gran beisbolista”, el ex funcionario del FMI, rechifla aparte, ni siquiera logró que la pelota llegara a home.
Cuando Guillermo Ortiz, siendo secretario de Hacienda de Ernesto Zedillo (el que también ofrecía bienestar para la familia), aseguró que la participación del capital extranjero en el sistema financiero mexicano sería “momentánea” y sólo se permitiría la “recapitalización de los bancos pequeños”, en realidad anunciaba la extranjerización prácticamente total del sistema (ex) nacional de pagos. Y cuando cinco años atrás, ya como gobernador del Banco de México, se comprometió a reducir las salvajes tasas de interés que la banca cobra a sus usuarios, en los hechos notificaba a esa misma clientela que se rascara como pudiera, porque ni en sueños se alteraría el suculento negocio de los banqueros que vinieron a hacer la América.
En fin, sirva lo anterior para descifrar el mensaje londinense de Calderón: “estamos listos, cumplimos con todos los requisitos, tenemos nuestras finanzas públicas en orden y podemos tomar una línea de crédito del FMI… este dinero sería muy útil para enviar una señal de solidez de la economía mexicana y del Banco de México… El país se encuentra en mejor posición que antes para enfrentar la crisis, al tener un sistema bancario muy capitalizado… en 2009 tenemos una democracia y una economía con gran potencial”. Entonces, ¿para qué una “línea de crédito” de 47 mil millones de dólares, más 30 mil de la reserva federal, si todo va de maravilla?
(Lectura correcta: estamos fritos; no damos una; las finanzas públicas se desploman y los barones del capital dependen de nosotros para pagar sus voluminosas deudas; urge el crédito del FMI, sin importar condiciones; ese dinero es útil para lanzar un SOS, pues el Banco de México no deja de sacrificar reservas para alimentar a los especuladores; el país se encuentra peor que antes para enfrentar la crisis, al tener un sistema bancario que no tiene llenadera; en 2009 la democracia está de luto –¡hay que ver los candidatos de todos los partidos!– y la economía se asienta sobre una bomba de gran potencial a punto de estallar.)
Las rebanadas del pastel
Otra de banqueros: “hace un año Banamex me otorgó un crédito personal por 22 mil pesos. Pagué puntual hasta noviembre pasado, cuando ya no pude. Ante ello, el mentado banquito, amenazante, me llamó constantemente durante un mes. El 19 de enero, por fin, tuve que reestructurar, pero el débito había crecido a más de 40 mil pesos. En esa fecha hice un pago inicial, en espera del nuevo número de cuenta en el que abonaría. Sin embargo, en marzo me llaman de un despacho, ‘W abogados’, para exigir el pago total del adeudo, que ahora ascendía ¡a más de 63 mil pesos! En Banamex nadie tenía mi cuenta ni supo explicarme. Luego de cinco o seis ríspidas llamadas del ‘despacho de abogados’ ayer reestructuré, pero el adeudo ahora es de ¡118 mil pesos!, 536 por ciento más que el crédito original. Cinco años transcurrirán para que pueda liquidarlo. Y me pregunto ¿sirven los legisladores?, porque no ven por el interés de los mexicanos y dejan que opere una banca que no financia el desarrollo, carece de control, netamente especulativa, que cobra intereses mucho más altos que en otras partes del mundo y que sigue directrices de gobiernos extranjeros” (Ricardo García Ortega, chispolito@prodigy.net.mx).
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