miércoles, 3 de agosto de 2011

Encuestadores con vida; inencuestable el México actual-- FEDERICO ARREOLA

Amanezco con la noticia de que fueron encontrados, o liberados, los seis encuestadores de la empresa Consulta Mitofsky, dirigida por Roy Campos, que habían desaparecido o habían sido secuestrados en Michoacán.
Una gran noticia, sin lugar a dudas. Porque habría sido terrible que ellos jamás hubiesen aparecido o que, como ha ocurrido ya con decenas de miles de mexicanos, se les hubiese encontrado muertos.
La principal aportación que ha hecho el poeta Javier Sicilia es que su protesta, por el asesinato de su hijo, ha dado rostro a algunos de los más de 40 mil muertos anónimos, desconocidos que ha causado la fallida guerra de Felipe Calderón contra el narco, muertos que hasta antes de que Sicilia alzara la voz eran todos, nada más, parte de una estadística.
Y eso me recuera la frase, creo que de Stalin, de que un muerto es una tragedia, pero cientos o miles de muertos son una estadística.
Gracias a Javier Sicilia algunos de esos mexicanos (desgraciadamente no todos, pues el número aumenta a diario) que han sido ejecutados en los estúpidos combates que enfrenten a la mafia con la mafia o a las fuerzas armadas con los grupos del crimen organizado, están siendo de nuevo considerados una tragedia y no solo una estadística manipulable con cualquier propósito.
Pero ni el poeta puede evitar que la estadística criminal siga creciendo en México. No parece ya haber ninguna fuerza capaz de detener la avalancha que todo lo está destruyendo en nuestro país.
Pues bien, nueve fabricantes de otras estadísticas –estadísticas democráticas, propias de un sistema electoral –, seis de la empresa Consulta Mitofsky y tres de Parametría, habían desaparecido en uno de los lugares más peligrosos de México, el estado de Michoacán.
Por la fuerte presión de la opinión pública, ya seis de esos encuestadores fueron encontrados. Esperemos que pronto aparezcan los otros tres. Hay que celebrar la noticia, pero solo en lo que tiene de bueno: seis personas, por cuyas vidas se temía, están bien. Sinceramente me alegra.
Pero sigue siendo terrible lo que pasó: ¿Por qué desaparecieron esos encuestadores? ¿Quién los retuvo? ¿Con qué propósito? ¿Qué mensaje se envió a la nación con eso?
Ayer dije que la desaparición de esos seis encuestadores prueba que México es un país inencuestable. Lo sostengo.
¿Serán tan irresponsables las casas encuestadoras como para seguir enviando a sus investigadores a ciertos municipios de Michoacán, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Chihuahua, Guerrero, Sinaloa, Coahuila…?
Yo no lo haría. No vale la pena. Y supongo que los propios encuestadores, a partir de hoy, exigirán a sus patrones que solo se les mande a aplicar cuestionarios a las pocas zonas del país todavía consideradas seguras.
En el país en el que los muertos son una estadística macabra, ya no se les va a permitir a los fabricantes de otras estadísticas, las necesarias para el funcionamiento sano del sistema electoral, realizar su trabajo.
Son las consecuencias de la guerra perdida de Calderón, a la que este hombre, que tendrá un lugar poco honorable en la historia, se lanzó solo porque buscaba la legitimidad que no le dieron las urnas.
Porque Calderón no ganó bien en 2006, sino se impuso a la mala. Y hoy todos pagamos las consecuencias terribles de aquel fraude electoral.

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