Nacho Flores y la guerra perdida de Calderón
FEDERICO ARREOLA
Ignacio Flores Ocaranza, “Nacho Flores”, defensa del Cruz Azul en la década de los setenta, fue ejecutado a balazos cuando viajaba en su camioneta en la autopista México-Cuernavaca, a la altura de la colonia Chamilpa, en Cuernavaca, Morelos. El exfutbolista, de 60 años de edad, viajaba con su familia cuando fue atacado por varios sicarios. Hay dos líneas de investigación: (1) un asalto para despojarlo de su camioneta, (2) que a Flores se le haya confundido con un jefe del narco.
Hoy en la prensa se da a conocer la noticia de que el 8 de agosto fue asesinado el migrante guatemalteco Julio Fernando Cardona Agustín. A sus 19 años de edad él había participado en la caravana Paso a Paso por la Paz promovida por el sacerdote Alejandro Solalinde mediante la cual se exigía dar protección a los indocumentados nacionales y extranjeros. Según testigos, Cardona dormía al lado de unas vías del tren cuando fue levantado por una patrulla. Sus compañeros escucharon gritos y al día siguiente lo hallaron muerto.
Por otra parte, en Cuernavaca, desapareció una investigadora de la UNAM. Yadira Dávila, del Centro de Ciencias Genómicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, está “perdida” desde el viernes pasado, de acuerdo a lo que informó, en La Jornada, Adriana Mújica Murias, vocera de la Red por la Paz con Justicia y Dignidad. Lo peor es la actitud de la procuraduría de Morelos, en la que los funcionarios no creen que a Yadira le haya pasado nada malo. Para la autoridad, ella simplemente se ha ocultado por su propio gusto.
En la última semana, en Nuevo León han aparecido más colgados de puentes y ha habido no pocos ataques a los centros penitenciarios de Cadereyta, Apodaca y Topo Chico.
Hace unos días llegó un paquete bomba al Tecnológico de Monterrey campus Estado de México, que estalló e hirió a dos maestros, y en el Politécnico se encontró otro artefacto explosivo que no causó daño.
En el noticiario de Carmen Aristegui se denunció que en la casa del poeta Efraín Bartolomé, ubicada en la Ciudad de México, irrumpieron varios agentes supuestamente de la policía federal buscando armas, lo que hicieron sin orden de cateo, de madrugada y de manera violenta, de acuerdo a lo expresado por Emilio Álvarez Icaza. A su vez, el escritor dijo: “Los vecinos hoy en la mañana nos decían que de una camioneta blanca bajaron 20 hombres, se metieron no sólo a nuestra casa, sino a dos casas más, en una donde viven los papas de la bióloga, investigadora universitaria, Patricia Magaña, señores de ochenta años, y a la propia casa de Patricia, donde estaba sola con su hija”.
Eso llevó al poeta agredido en su domicilio a cuestionar: “¿Sabe el presidente Calderón lo que pasa en la casas de la ciudad, lo sabe Marcelo Ebrard, lo sabe el Procurador Mancera, ordenan Marisela Morales o Genaro García Luna estos operativos, sabrán quién fue el encargado de estos actos en contra de inocentes?”.
Evidentemente los que “gobiernan” no saben, ni eso ni nada. En la guerra perdida de Calderón ya nadie sabe nada, excepto que la justicia ha muerto. Y no se ve cómo va a resucitar
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