Los señores de la muerte deben pedir perdón a la nación, a las víctimas, señala el poeta
Cerca de 3 mil personas acompañaron ayer a Javier Sicilia en la marcha para exigir justiciaFoto Cristina Rodríguez
Víctor Ballinas y Alonso Urrutia
Periódico La Jornada
Lunes 15 de agosto de 2011, p. 10
Frente a la nueva sede del Senado de la República, el poeta Javier Sicilia aseveró ayer que nuestro movimiento es por la paz, y ésta no es posible sin diálogo. Por ello, anunció que pese a las traiciones, a los albazos y simulaciones de los legisladores, el próximo miércoles 17 de agosto reanudaremos el diálogo con el Poder Legislativo.
Sicilia explicó que las señalas de sensibilidad que el Legislativo ha enviado en los días recientes nos han llevado a iniciar un proceso de enlace con él para establecer las condiciones en que reanudaremos el diálogo.
Sin embargo, aseveró, nuestra posición respecto de la ley de seguridad nacional, detenida para su aprobación o rechazo, como un acto de buena voluntad a la demanda ciudadana, no sólo es irreductible, sino que pugnará, como ya lo hicimos en el Castillo de Chapultepec, y como lo hemos hecho a lo largo de esta marcha, por una ley de seguridad ciudadana y humana, que tome en cuenta a la gente para la reconstrucción del tejido social de la nación.
Ante cerca de 3 mil personas que marcharon con él del Museo Nacional de Antropología e Historia a la residencia oficial de Los Pinos, y de ahí a la nueva sede del Senado, el poeta destacó: la ley de seguridad nacional debe replantearse desde su raíz y con una disposición por parte del Legislativo a escuchar y asumir otras propuestas, otros enfoques, otras lecturas que nos ayuden a encontrar los equilibrios necesarios donde la seguridad de los ciudadanos y la paz sean los ejes principales. La propuesta presentada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) va en ese sentido, subrayó.
Recordó que en el Castillo de Chapultepec iniciaron el diálogo con dos poderes de la República: el Ejecutivo y el Legislativo. “En esos encuentros firmes, fuertes, verdaderos, pero respetuosos –como los verdaderos diálogos deben ser–, fuimos testigos del manotazo del Presidente de la República, pero también de la apertura del corazón para buscar juntos, en mesas de trabajo, la atención a las víctimas, y aunque de manera apenas enunciativa, la disposición a cambiar el rumbo trágico de esta guerra”.
Con los legisladores “fuimos testigos también de una apertura del corazón que los llevó a aceptar con síes contundentes nuestras demandas sustantivas: sí a una ley de víctimas, sí a una comisión de la verdad, sí a un aumento sustantivo para que ninguno de nuestros muchachos deje de acceder a la educación, sí a la aprobación de la reforma política, y dos silencios ambiguos.
El primero a nuestro rechazo a la ley de seguridad nacional, cuya raíz busca legitimar el horror de la guerra y abre paso a la militarización del país; el segundo, al pendiente que tenemos desde hace 17 años con los pueblos indígenas, y cuyo rostro ominoso es la traición a los acuerdos de San Andrés y la destrucción sistemática de sus culturas.
Sicilia hizo un llamado, en nombre del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, a los poderes de esta nación a que juntos, sin traicionar la palabra, poniendo nuestros ojos en el corazón herido del país, construyamos la paz. También llamamos a los señores de la muerte a que en nombre de esa hermosa palabra vuelvan sus ojos a su corazón y detengan su crueldad, su odio, sus ansias de poder. Nada, nada de lo que puedan desear vale más que una vida... pidan ustedes perdón a la nación, a ustedes mismos y a las víctimas a las que tanto daño han causado.
Indicó que la relación asimétrica entre Estados Unidos y México está sometiendo la seguridad nacional de nuestro país a sus manuales y lógicas militaristas.
Anunció que la segunda semana de septiembre iniciarán una caravana al sur del país: “recordemos que allá, hace unos lustros, en las montañas de Chiapas, se erigió uno de los más altos y profundos ejemplos de dignidad que sigue iluminando la oscuridad del país. Aparecieron los rostros y los nombres negados a los pueblos indios que estremecieron a la nación y nos recordaron las profundas raíces de la injusticia que se arraigaron en México.
Los zapatistas, con respeto, independencia y hermandad, no han dejado de acompañarnos desde las primeras horas de nuestro caminar. Allá también habitan las experiencias desoladoras de nuestros hermanos centroamericanos que golpean nuestras conciencias y agregan a sus dolores a nuestros corazones.
Sicilia fue el último orador, tras más de una docena de testimonios de familiares de las vícitimas de la guerra antinarco.
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