El martes 7 de febrero se reunieron en un acto político dos líderes importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Ambos, según sus propias palabras, lo hicieron no por disciplina sino por convicción y porque así lo demandan las necesidades del país. Una decisión importante que viene a contribuir a la suma de fuerzas para alcanzar el cambio verdadero. A su alrededor y haciendo honor a las viejas tradiciones, apareció la nomenclatura, los jefes tribales y los aparatos partidistas. Los ausentes fueron los militantes, los de a pie, la prole.
Desde luego que este encuentro es muy trascendente. Viene a sumarse a otros que poco a poco están definiendo su apoyo y sus votos por el único precandidato que tiene ideales, ideas y proyecto de gobierno para cambiar el país. La grisura de los otros contendientes se desvanece en el primer contacto con la gente, con la realidad y con el tiempo. Por eso sectores enormes del pueblo, de empresarios grandes y pequeños, de casi toda la República, personalidades de la cultura, trabajadores, campesinos, indígenas y líderes sindicales; están agregándose a la candidatura que hoy por hoy, es la única que puede abrir realmente un espacio a la democracia, a la equidad y a la justicia.
Sin embargo, en este ir y venir de la “clase política” se están omitiendo cuestiones de vital importancia. En el Nuevo Proyecto de Nación se contiene una idea que define todo el proyecto. Se plantea “derrotar políticamente a la oligarquía para hacer valer la democracia, establecer un gobierno que combata la codicia y la corrupción, distribuya con justicia las riquezas de México y garantice el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo” Esta tesis para mí la principal, no podrá ser lograda solo por los lideres, por más importantes que sean. Lograr este objetivo requiere contar con un Congreso de otro tipo, con Diputados y Senadores competentes, promovidos por los ciudadanos, con otro nivel de cultura política, con buena fama pública y con un conocimiento de la realidad del país. Todo esto es muy importante, pero lo que definirá el triunfo del Nuevo Proyecto de país, será la organización, el trabajo, la información, las ideas y el apoyo de la gente. Pasar por alto estas consideraciones es seguir en la utopía y en las arenas movedizas de la política tradicional
Por eso causa desasosiego observar la orfandad de ideas y de propuestas en la propaganda de los candidotes a los puestos de representación popular. Lo que predomina es la banalidad, el folclor político y la minusvalía a la inteligencia de la gente. Es patético ver como estas personas propalan expresiones tan grotescas como sentir “pasión por la ciudad” “pasión por México” “soy joven pero ya siento orgullo por mi país” y otras perlas por demás fofas e intrascendentes. Resulta inexplicable que sabidos de que el sistema ha pervertido las ideas y el comportamiento cultural y político de la sociedad, los partidos de izquierda no tengan la capacidad ni la disposición para exponer en su propaganda y en sus debates, ni una sola aportación que contribuya a elevar el nivel cultural de los electores. Si las élites se sienten bien donde están, no serán ellas las que impulsen ninguna tesis que lleve al cambio verdadero. Por eso hay que desprendernos cuanto antes de la aberración que sostiene que la política sólo la pueden hacer los políticos. Los que saben. El pueblo no tiene necesidad de pensar ni de actuar porque para eso son y están los líderes, los ilustrados, los meros chipocludos. A los que no sabemos, nos quieren mandar al destierro cultural como dice José María Pérez Gay en El imperio perdido
Esta concepción de las cosas no puede seguir porque históricamente ya es insostenible. El desencanto que nos aplastó por muchísimos años está viviendo su agonía. La Marea que ha de subir las aguas viene de abajo hacia arriba. Los de a píe, los marginados, los olvidados por el sistema y por los regímenes de la corrupción y la incompetencia, estamos levantando la frente y pronto nuestros pasos serán oídos en toda la nación. Se nos ha hecho creer que todo lo que plantean los políticos es para ayudar al pueblo, para servir a la sociedad. ¡Se equivocan! La práctica demuestra todo lo contrario. Todo cuanto tenga que hacerse para cambiar este país, tendrá que hacerse con la gente. Nada vendrá desde arriba. Hemos llegado al punto en que si no hay apropiación no hay revolución. Por eso MORENA es el pueblo organizado. Donde se debate, donde se piensa, donde se critica.
Somos un ejército cuyas armas son la información, las ideas, la organización y el trabajo. Por ahora hemos dejado que los partidos sigan exhibiendo sus miserias. Su falta de ideas, de honestidad y de cultura. Los ideales de sus líderes, otrora extremistas, han perdido brillo y hoy duermen adocenados en la cuna del poder y del oportunismo. Llegará el día en que tendrán que explicárselo al pueblo. Por ahora los que vamos por el cambio al lado de MORENA vamos bien y estamos de buenas, como dice Andrés Manuel. Las cosas caminan y seguimos consolidando nuestro trabajo. ¡MORENA seguirá teniendo la palabra!
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