Independientemente de los conflictos internos de cada partido y de las supuestas cuotas que los candidatos presidenciales tienen que pagar para mantener la unidad al interior de su partido, la decisión de concretar el cambio verdadero está en la ciudadanía.
No podemos negar que tanto el PRI como el PAN, y el mismo PRD, andan ocupados en los acomodos de aspirantes a diputados, senadores, delegados y gobernadores, pensando en quién les dará más votos a sus corrientes y tribus. Ese es el interés real de muchos dirigentes pero detrás de esos repartos está la ciudadanía que finalmente es la que decidirá a quién le otorgará su voto.
No quiero ser pesimista pero si los medios de comunicación logran encender de nuevo su furia contra un régimen distinto al que les brinda privilegios, va a ser muy difícil concretar el anhelado cambio.
Es cierto que somos millones los mexicanos que le apostamos al triunfo de Andrés Manuel López Obrador y a su Proyecto Alternativo de Nación, me consta. He visto miles de plazas llenas a reventar gritando su apoyo al hoy candidato de las fuerzas progresistas. Sin embargo, hay que reconocer que también son muchos los que se dejan manipular por los medios y dan por ciertas las "encuestas" y las descalificaciones que propaga la tele. Tristemente, también son muchos los que están dispuestos a entregar su credencial de elector para recibir alguna ayuda.
El Movimiento Regeneración Nacional, MORENA, cuenta ya con la cobertura para vigilar todas las casillas el día de la elección, imagino que también el PRI, el PAN y el PRD tienen completa su estructura. La posibilidad de un nuevo fraude se ha reducido pero no está descartada.
La gran definición está pues en la ciudadanía porque ante una votación abrumadora será muy difícil una imposición como la de 2006 o la de 1988.
Si bien los medios tienen la posibilidad de cambiar la percepción de la gente ante la terrible situación que vivimos, la realidad que la mayoría vive echa abajo cualquier fantasía.
Sinceramente no creo que el país aguante un sexenio más de corrupción, impunidad, saqueo, muerte y desolación.
El descontento es general. La minoría que no padece los estragos de la crisis económica, no alcanzaría para revertir esa votación abrumadora a la que me refiero, o sueño.
A mí me queda muy clara la razón por la cual Andrés Manuel López Obrador se mantiene firme en su decisión de no pactar y no adquirir compromisos más que con el pueblo porque el pueblo es el que tiene la última palabra.
Si la gente no despierta y no defiende su derecho a elegir libremente a sus gobernantes, si ante la emergencia económica cambia su credencial de elector por una despensa o abandona sus convicciones por prebendas, entonces todavía nos falta un tramo largo por recorrer.
Y lo vamos a andar, porque de lo único que no nos cansaremos es de seguir luchando pacíficamente por un México mejor.
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