lunes, 6 de febrero de 2012

López Obrador y la necesidad del amor-- HÉCTOR PALACIO

No parece que el candidato presidencial de la izquierda haya cambiado radicalmente su discurso inclusive mirando más allá del 2006. El Proyecto Alternativo de Nación contiene propuestas con base en la preocupación social, núcleo dominante de su acción política ya desde su breve militancia en el PRI. Documento enriquecido por la experiencia y el talento de intelectuales, artistas y escritores. Ha cambiado más bien la forma que el fondo. Otra constante, la convicción cristiana, le liga al sentido de la compasión y el “amor al prójimo”, pertinentes auxiliares en su transición.

En todo político existe natural ambición, pero es variable, puede aspirarse al reconocimiento público o al enriquecimiento ilícito. Contrario a lo que podrían especular y sospechar sus detractores o aquellos quienes le escuchan y reconsideran el voto a su favor, no parece ser la mera ambición -bien probada es su honestidad-, lo que anima el nuevo tono de López Obrador (del fervor de hace años al discurso del amor, del justo pero mal visto “cállate chachalaca” a tender la mano fraterna). Una de las razones de la transformación es la madurez, la edad, el reposo. Otra, la reflexión y la sensibilidad política. Sobre todo, en relación a las necesidades urgentes del objeto de la meditación y preocupación constante: México.

A más de cinco años de las irregularísimas elecciones del 2006, con el crecimiento salvaje de la violencia, el estancamiento de la economía, la ausencia de oportunidades de estudio y empleo, la falta de producción, etc., ¿qué queda sino valorar la situación y actuar en consecuencia?

Buscando destellos sobre el amor, he revisitado Ética a Nicómaco de Aristóteles y La llama doble de Octavio Paz. Y parece obvio que en un país dolido y en la aspiración de una república amorosa, lo que ha de plantearse es el valor de la solidaridad, la comprensión, el “ponerse en el lugar del otro”. En suma, el valor de la amistad. El sentido de la sexualidad y el erotismo que lo encuentre cada cual en la intimidad y en paz, si posible. Lo interesante para el bien común es el sentido solidario de la amistad, esa variante del amor que es usualmente permanente, mucho más que cualquier otra expresión amorosa.

Aristóteles, asimismo citado por Paz, apunta la amistad como una virtud, como “la cosa más necesaria de la vida”. Pondera la “amistad perfecta, la de los hombres de bien y semejantes en virtud, porque éstos se desean igualmente el bien”. Ensayar una política que privilegie y procure el sentido amistoso y solidario del amor en una sociedad dividida, dolida, podría interpretarse como ingenuidad o, contrariamente, como un rasgo de madurez y sensibilidad. Después de largo tiempo bajo el dominio hegemónico del PRI y el fracaso del PAN, cuando la historia y los hechos expresan de manera clara lo que debiera hacerse y lo que no, este discurso-planteamiento de la república amorosa (fundamentado en proyecto, propuestas, programas y experiencia), es producto de la sensibilidad y el amor por la nación. Es el resultado de la madurez y la reflexión. De allí que estemos ante un proyecto honesto y ante la virtud de la sensibilidad política también.

Y todo indica que esta tónica va ganando simpatías. Lógico que algunos inconformes querrían una propuesta más radical, pero basta por ahora con que sea una oferta justa que procura justicia. A partir de allí podrá construirse un mejor país para todos.



Simpatías que suman

Los personajes públicos son importantes en el apuntalamiento de un programa político. Es interesante percibir cómo algunos casos anteriormente reluctantes y aun antagónicos, han expresado recientemente su simpatía por la tónica amorosa. Algunas veces con duda, otras abiertamente. Personajes como Carlos Fuentes (con cierto desdén); Enrique Krauze (con acusaciones aún y con mezquindad, como esperando alguna improbable expiación pública de parte de quien no ha hecho sino actuar con rectitud conforme a su convicción, de quien ha sido desde el desafuero en 2005 el agraviado); impensablemente y para bien o para mal, uno de los agraviantes, Vicente Fox, ha expresado también reconocimientos al candidato del amor y la amistad; el voluble Cuauhtémoc Cárdenas se suma también, pues se ha anunciado una pronta reconciliación con López Obrador.

Así, muchos reacios podrían unirse a tantos otros convencidos quienes, como el estupendo Héctor Bonilla, han encontrado desde hace años en la propuesta del candidato de la izquierda la posibilidad del cambio. Como garante exhiben no sólo el Proyecto Alternativo de Nación y la honestidad del político, también su probada capacidad como líder social y gobernante de la ciudad de México, y, sobre todo, el talento de quienes le acompañan en su causa.

Todos guardan una posición diferenciada y con matices respecto a López Obrador. Lo cierto es que a menos de que se sumen la mayoría de las voces en bien de la sociedad mexicana, ésta no verá una pronta salida de la oscuridad del túnel. Por ello es necesaria una conciliación, una ponderación del estar en el medio. Un abrazo fraternal, un apretón de manos sincero y sin ingenuidad, convencido de que la variante amistosa del amor es lo que necesita México a partir de 2012.

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