miércoles, 1 de febrero de 2012

Tonatiuh ante el autoritarismo y la sordera de Calderón-- HÉCTOR PALACIO

Tonatiuh Moreno interpeló a Felipe Calderón ayer en Guadalajara sobre cuándo terminará su guerra, hasta cuántos muertos más. El panista, fanfarrón, se jactó de su beligerancia argumentando que con ella defiende a la juventud mexicana de no ser reclutada por el crimen. De allí que no cejará su empeño y continuará el estado belicoso y las muertes que limpian, supuestamente, a México de la violencia. Sí, Calderón, aunque la atribuya exclusivamente a los criminales, propone acabar la violencia con la violencia.

Ahora bien, no se propone aquí que no haya combate al crimen. Esta es una tarea normal de todo estado. El problema es la argumentación y la manera en que la ha llevado a cabo el presente régimen. Y sus consecuencias.

Creeríamos que, aunque equivocada, la posición del panista es honesta si su política de guerra fuera una preocupación auténtica por pacificar al país, si realizara las políticas correctas para terminar con la violencia, si alternadamente creara las condiciones sociales para ello. Pero no. No hace lo que debiera aunque se envalentone desde el podio.

Bien se sabe que la guerra la lleva a cabo por dos razones distintas: 1. Complacer a la política de guerra de Estados Unidos en otras tierras. En unos casos por el petróleo, en otros por la droga. Con ello, el ejército mexicano, la marina y la policía federal actúan como brazos de la milicia estadounidense en México. 2. Alcanzar la legitimación que no obtuvo en las urnas en 2006.

Al ejecutivo vigente no le ha importado en realidad el país. ¿Qué no ha hecho Calderón en beneficio de la sociedad mexicana en más de cinco años? 1. Crear empleos. 2. Extender la educación a todos los jóvenes. 3. Frenar la inmigración de mexicanos (aunque de eso se encarga Obama y los casi 25 mil soldados que a lo largo de la frontera impiden el paso de quienes buscan trabajo; con el conocimiento y el silencio de Calderón). 4. Confiscar las cuentas de los grupos criminales. Y, sobre todo, 5. Demandar que el verdadero responsable del tráfico de drogas, el consumidor mayor, el adicto, Estados Unidos, sea el responsable de esa guerra en su propio territorio. Que los muertos sean allá en todo caso. No en México. Esta sí sería una verdadera defensa de la nación.

Así que al alardear, Calderón lo hace desde una falsedad disfrazada de preocupación social. La argumentación oficial de la guerra se contrapone con la ya señalada anteriormente. Se trata de una guerra fincada en la mentira pública. Así que no escuchará a la sociedad. Sin embargo, cuanto menos la escucha y cuanto más se burla de ella, los organismos internacionales contradicen al panista con al menos tres puntos:

1. El lavado de dinero continúa y es más grande que nunca.

2. El crimen y la violencia ha aumentado de manera horrorosa (la más trágica de las consecuencias: las decenas de miles de muertos cuya cifra oculta se ha estimado sobrepasará los 100 mil al final del régimen actual)

3. Continúa el tráfico y el consumo de drogas más que nunca también.

En suma, guerra fallida. ¿De qué se vanagloria Calderón entonces? ¿De su autoritarismo y sordera, de su burla? Al querer ridiculizar los arrestos de Moreno para confrontarlo, Calderón quiere reírse de la sociedad mexicana también. Pero difícilmente esa sociedad callará y será ella quien ría a final de cuentas. Esto indica la razón y la lógica.

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