Andrés Manuel López Obrador explicó por medio de Twitter los detalles del complot de Televisa en su contra para atacarlo luego del primer debate presidencial de 2006, al cual no quiso asistir precisamente por ese motivo.
La explicación apareció por primera vez en su libro La mafia nos robó la Presidencia, el cual fue publicado en 2007.
AMLO publicó el fragmento de libro en Twitter en respuesta a los ataques en su contra de Joaquín López Dóriga, quien defendió en su programa de radio a Enrique Peña Nieto de los señalamientos de AMLO por no querer debatir. Además, López Dóroga llamó "mentiroso" a AMLO.
A continuación el fragmento completo del libro que publicó AMLO en Twitter:
Toda esta guerra sucia se dio en el marco del acuerdo entre Fox, Calderón y los dueños de Televisa, precisamente, cuando se aprobó (el día 31 de marzo de 2006) en el Senado de la República y se publicó (por decisión de Fox, el 11 de abril de 2006) la nueva Ley de Radio y Televisión, que permite a las televisoras monopolizar todo el espectro de la telecomunicación en el territorio nacional. A partir de entonces Televisa prácticamente se hizo cargo de la estrategia publicitaria del PAN y transmitió sin límites todos los mensajes negativos en contra de nosotros, con el emblema de ese partido, del Consejo Coordinador Empresarial y de supuestas organizaciones civiles. También, a partir de entonces, nos exigieron pago por adelantado para transmitir nuestros mensajes; y, con el pretexto de que no estábamos al corriente, durante una semana dejaron de transmitir nuestra propaganda.
En plena guerra mediática en mi contra, el PAN promovió ante el IFE –y fue secundado por los otros partidos– la realización de un debate entre candidatos. Como sabía que tenían toda una estrategia en medios para hacerme aparecer en el postdebate como perdedor, decidí no participar. De todas maneras, mi inasistencia también fue motivo de una campaña intensa en mi contra, pero calculé que me iba a costar menos que el hecho de asistir y caer en una trampa.
Cualquier análisis serio sobre el papel de los medios y la forma como me atacaron en los meses de abril y mayo, demostraría que en la historia reciente no ha habido nada que se le parezca. En esos momentos, no sólo era “un peligro para México”, me parecía “a Hugo Chávez”, iba “a endeudar al país”, “a expropiar bienes de las clases medias”, a limitar que “sólo se tuviera un departamento, un carro y dos hijos por familia”, y otras mentiras más, sino que se difundían supuestos estudios psicológicos sobre mi persona, donde aparecía como desquiciado.
Junto con toda esta leyenda negra ampliamente difundida, desataron el clasismo y el racismo. Había quienes, con ínfulas de superioridad, contaban, entre otros chistes, que era el Whiskas (marca de un alimento para gatos) porque ocho de cada diez gatas (trabajadoras domésticas) me preferían. Además de llamarme “naco”, me criticaban porque decían que no hablaba inglés y no tenía visa para viajar al extranjero; en fin, que ni siquiera era licenciado porque no me había titulado. En lo personal, confieso que ninguno de estos ataques vulgares me afectó moralmente. Tengo suficiente fuerza interior y eso me da aplomo. Además, conozco bien la historia de los que han luchado en nuestro país en contra de los poderosos. A Hidalgo lo llamaban “demagogo”; a Morelos, “hereje”; a Juárez, “indio mugroso”; a Villa y a Zapata, “bandidos”; y a Madero, “loco espiritista”.
El 6 de junio de 2006 asistí al segundo debate. Opté por plantear con absoluta claridad las propuestas que venía sosteniendo durante la campaña. No quise aceptar ninguna estrategia que implicara perder mi autenticidad. Recuerdo que ya estando en el salón, unos minutos antes de comenzar el debate, fue a saludarme, con la hipocresía que lo caracteriza, Felipe Calderón. Le correspondí con sequedad, casi diciéndole: “Siga usted su camino”. Quizá pensaba en que me iba a confiar, como si no supiera lo falsarias que son este tipo de personas. Antes del debate entre Diego Fernández y el ingeniero Cárdenas en 1994, Diego buscó al ingeniero y se portó de manera amigable. Sin embargo, ya en el debate se le fue encima sin miramientos. Y lo mismo sucedió en esta confrontación: Calderón se dedicó a atacarme con mentiras sobre el endeudamiento y la inseguridad pública en la Ciudad de México, hasta que decidí pararlo, haciendo público que su cuñado Hildebrando Zavala había obtenido ganancias por 600 millones de pesos en el sexenio de Fox, a través de una empresa de computación que obtenía contratos en las distintas dependencias del gobierno federal. Incluso había recibido contratos de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad cuando Calderón era secretario de Energía. Además, sostuve que no sólo había obtenido ganancias millonarias, sino que no había pagado impuestos, todo lo cual probé con documentos, de manera puntual. Calderón sólo se dedicó a negar los hechos y el cuñado optó por demandarme por el supuesto delito de daño moral. Sin embargo, hace relativamente poco, el 7 de octubre de 2006, retiró en sigilo su demanda y de esto prácticamente nadie se enteró, porque la mayoría de los medios de comunicación guardaron, como en otros casos, un silencio cómplice.
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