sábado, 29 de diciembre de 2012


2012-2013…: AMLO vs EPN

HÉCTOR PALACIO@NietzscheAristovie 28 de diciembre de 2012
No es que haya un enfrentamiento abierto y directo entre Peña Nieto y López Obrador. En todo caso, existe uno soterrado. Tampoco es que sea personal. Básicamente hay una confrontación de proyectos e intereses. Desencuentro entre lo representado por cada cual. La única especie de desafío franco se dio durante el primer debate presidencial, cuando López Obrador sutilmente llamó delincuente y corrupto a Peña por ser candidato a pesar de haber sido secretario de administración del gobierno de su tío Arturo Montiel (la rata mayor del Estado de México, de acuerdo a quienes vieron su muy difundido comercial anti-corrupción).
Y no puede ser personal porque el perfil de ambos así lo condiciona.
1. Andrés Manuel López Obrador, desde que renunciara al PRI que no logró enmendar en Tabasco en 1987 y se uniera al movimiento de ruptura y construcción de una alternativa social opositora con Cuauhtémoc Cárdenas, no ha dejado de trabajar por las causas sociales en las cuales cree. Incluso en su periodo priista, su labor estuvo de lado de los indígenas, los campesinos y de la mano de la sensibilidad humanística de Carlos Pellicer. Pero se le reprocha constantemente ese priismo ya lejano para negar el resto de su trabajo.
No obstante, el momento álgido de López Obrador como político inició desde que fuera presidente nacional del PRD y continuaría al ser jefe de gobierno de la ciudad de México y candidato presidencial en 2006 y 2012. En esa trayectoria ha mostrado una coherencia indubitable: que el país necesita un cambio de la dirección neoliberal en que se encuentra desde finales de la administración de Miguel de la Madrid y en particular, desde las políticas implementadas por quien llegara a la presidencia mediante el fraude electoral de 1988, Carlos Salinas. Nunca ha cejado en ese empeño opositor con base en una plataforma social y nacional básica. Y hay millones que le siguen en ese planteamiento. Pero por ello le acusan de priista o de nacionalista trasnochado. Cierto es que no se le puede negar coherencia y honestidad política.
En esa línea, ha enfrentado al panismo y, ahora, la vuelta del priismo con Peña Nieto. Porque desde su perspectiva, ambos partidos (y gran parte del PRD), representan esa corriente neoliberal en la cual sus políticos no son sino representantes o “monigotes" de quienes verdaderamente mandan en el país, de los “poderes fácticos” o “la mafia” a la cual se enfrenta de manera permanente y la cual le ha bloqueado el acceso a la presidencia de manera tramposa (mediante el fraude en 2006 y la compra de la elección en 2012). Y en esa misma línea se opondrá al objetivo privatizador de Pemex que no logró consolidar el PAN y que le ha sido encomendado a Peña. Lo hará desde el Movimiento de Regeneración Nacional y quizá sea su bandera de lucha más firme en el futuro cercano.
2. Enrique Peña Nieto fue entrenado desde la infancia en la enseñanza priista, en particular, la del Estado de México; más concretamente, la de Atlacomulco. Es decir, la de los Hank, del Mazo, Chuayfett, Montiel...; cohesionados todos en torno al señalado como priista mayor, Carlos Salinas. Diríase que Peña fue adiestrado para ser presidente priista del país a como diera lugar. Así lo muestran tres características básicas: A. La elemental pero bien aprendida retórica priista de su demagógica oratoria carente, por otro lado, de brillo intelectual. B. Su lenguaje facial y corporal estudiado, ensayado frente al espejo, rígido, robotizado, en busca de expresar autoridad. C. Su proceso de introducción al mercado político y social a través de la televisión como “el elegido” y como un producto con mucha publicidad y propaganda de alta mercadotecnia. Ya se sabe que el público usualmente compra todo lo que se oferta; entre más se anuncie y se diga que algo  es maravilloso, más posibilidades de éxito tiene un objeto.
En esa perspectiva, en esa dinámica preestablecida, Peña se desempeñó en diversas posiciones de su partido a nivel local, sería secretario de administración de Montiel, gobernador sucesor del mismo (donde exhibiría las dotes tradicionales del PRI represor en el caso Atenco), candidato priista presidencial y ejecutivo del país declarado como tal por el Tribunal Federal Electoral y reconocido asimismo por el congreso excepto por su principal contrincante y opositor, López Obrador.  Quien es también el mayor antagonista de lo que Peña representa como grupo y como proyecto.
Se ha dicho que uno de los factores determinantes para que López Obrador no ganara en las urnas (lo cual, dadas las condiciones en contra suya desde antes de 2006, tendría que haber hecho de manera abrumadora), fue que, excepto la breve reyerta del primer debate, evitó la abierta confrontación con Peña. Y lo hizo al parecer para evitar la carga de agresión en contra suya por parte de los medios de comunicación y las encuestadoras totalmente entregadas al furor priista. Sin embargo, ni el discurso del amor, ni su proyecto, ni el buen equipo alrededor suyo, fueron suficientes para contrarrestar la dinámica del grupo animador de Peña, que se valió de todo para hacerlo llegar o imponerlo en la presidencia; tal cual se procuró establecer en la querella postelectoral por parte del candidato de la izquierda. Y como lo evidencia también el proceso mediático de su ensalzamiento que aún continúa en los medios masivos, en los periódicos y columnistas que ahora lo ven prácticamente como el genio que el país necesitaba (¿Ricardo Alemán, ejemplo mayor?).
Peña no encarna un ideal o propósito personal más allá que su ambición individual, que ya es bastante. Es el rostro del grupo que efectivamente gobierna México a través del PRI y el PAN desde hace al menos treinta años. Un rostro bien guiado en la línea ya trazada. Para ello tiene al lado a los Chuayfett Cheymor, Osorio Chong, Murillo Karam, etc. Puro priismo rancio. Sólo falta Montiel, pero han encontrado una buena sustituta en Rosario Robles.
No existen más que estas dos opciones en el país, esta oposición de contrarios. Una en el poder y su contraparte. El perfil del perredismo mayoritario está más que claro en la dinámica priista. El EZLN es una incógnita hacia el futuro, aunque la postura de su pasado también ha sido muy clara así como los resultados de la misma.
Son nítidas las posiciones. Si en 2012 la elección se definió entre Peña Nieto y López Obrador, el futuro político mexicano incluso más allá de 2013, estará impregnado por la batalla de los proyectos e intereses que cada cual representa. El neoliberalismo internacional en la versión “mexicana” de Salinas y la interpretación de Peña, contra el proyecto nacionalista de izquierda moderada pero auténtica de López Obrador. Esa es la prospectiva; no hay más.

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