AMLO, ¿Gandhi?: la renuncia a gobernar
Hay pocas figuras que admire y respete tanto, que sean tan gratas al alma siempre herida de López Obrador como la de Mahatma Gandhi.
AMLO le reconoce su capacidad para decir adiós al mundo, al demonio y a la carne; le admira dedicar cada minuto de su vida a su país y compromiso espiritual. Gandhi tuvo razón, logró la independencia de la India pero nunca quiso gobernarla. Andrés Manuel sueña con tener razón pero al igual que Gandhi no desea gobernar a México.
Para que Gandhi fuera el padre de la India tomó dos decisiones: debía echar a los ingleses y necesitaba crear un sistema político para administrar la independencia y el alma de la nueva India. Gandhi despreciaba a los políticos profesionales —al igual que AMLO—, pero, a cambio de ser el jefe espiritual de la nación consolidó el poder del partido del Congreso y eligió al más limpio de los limpios espirituales, su hijo Nehru para que hiciera política donde él hacía historia.
Gandhi supo que sin un gobierno fuerte protegido por un ejército igual de fuerte, lo que le esperaba a la India era un baño de sangre y después de la independencia no pasaría ni un año para que los indios llamaran de regreso a los ingleses. AMLO quiere echar a “sus ingleses”, que son este sistema: ¡al diablo con las instituciones! Sin embargo, debe contestar si quiere ser Gandhi o Nehru, o si antes de formar parte del martirologio entre Villa y Zapata permitirá la existencia de alguien que haga la necesaria función política de los pueblos.
Si AMLO no contesta eso, aunque hable de un programa pacifista estará llamando a un enfrentamiento que inevitablemente será violento. Hablar de violencia en México bajo la situación que vivimos es una paradoja. La violencia más peligrosa en los movimientos históricos es la del vacío. Cuando el plan se enfoca en destruir, sin administrar o construir, se asegura un éxito parcial y un final violento.
Si a López Obrador no le gusta el sistema debe —si de verdad quiere seguir siendo la alternativa—, permitirle a alguno de los suyos ir más allá del capricho del momento para ser, prepararse y crear un buen gobierno. Gandhi, que llegó incluso a ofrecerle al doctor Jinnah ser el primer ministro de la India independiente con tal de evitar la partición de Pakistán, jamás pidió que se votara a uno para que después se le diera el poder a otro. Gandhi fue el padre espiritual de la India, no el gran aprendiz de brujo de una naciente democracia.
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