Durante nueve años trabajé muy cerca de Andrés Manuel López Obrador, siempre en el equipo de logística. Desde que ocupaba la Jefatura de Gobierno y hasta hace poco me encargaba junto con Nicolás Mollinedo y otros compañeros de que los eventos, visitas, recorridos y giras de Andrés Manuel se llevaran a cabo en tiempo y forma, cuidando su imagen, su integridad física pero sobre todo su objetivo principal: la cercanía con los ciudadanos.
No conozco a los integrantes del equipo de Josefina Vázquez Mota. Ignoro de dónde vienen, a qué grupo pertenecen y si la estiman o no. Es por eso que no puedo decir cuál es la verdadera causa de tantos errores que han llevado a su candidata a ser la "nota mala" de noticieros y diarios.
De lo que sí puedo escribir es de cómo hacíamos nuestro trabajo en las giras de López Obrador.
En agosto del 2005 arrancó la precampaña visitando los municipios del norte del país. Las Redes Ciudadanas fueron las encargadas de la organización de los eventos. Nuestro equipo no era numeroso. Viajábamos en 2 camionetas, una Sonora y una Suburban, atrás, los reporteros y fotógrafos usaban autos rentados y camionetas tipo van de 15 pasajeros.
Nicolás, César, 4 choferes, 3 elementos de seguridad, un reportero y yo acompañábamos al entonces precandidato. Todos ayudábamos a mover maletas, camionetas, abrir vallas, organizar templetes, etc. Aunque cada uno tenía tareas específicas, el número reducido de integrantes del equipo nos obligaba a colaborar en todo lo que fuera necesario.
La “avanzada” (yo) pocas veces tuvo un vehículo propio, casi siempre me tocaba pedirle a algún compañero de la región que me llevara a buscar algún restaurante donde pudieran atendernos a todos. Andrés Manuel me pedía que me asegurara de que todos comiéramos. Reporteros, fotógrafos, choferes… todos.
Los lugares donde desayunábamos o comíamos siempre eran muy sencillos. Lo que yo buscaba en una fonda o restaurante era que tuviera mesas suficientes (para que nadie se quedara parado), que el menú fuera sencillo (por aquello de las prisas) y que dieran facturas (esto último a petición de los reporteros).
Desde el verano del 2005 y hasta el último día que acompañé a Andrés Manuel López Obrador nunca fui testigo de alguna mala cara o algún percance que lamentar. Los restaurantes, fondas, puestos de barbacoa o agua de coco (favoritos de Andrés Manuel), hoteles, posadas, etc., siempre lo recibieron con buena cara y se despedían pidiéndole foto y autógrafo.
Mis compañeros alguna vez me suplieron, igual que yo alguna vez tomé su lugar en el templete o en el sitio del conductor. Podíamos hacer eso por una simple razón: el trabajo lo hacíamos con cariño, respeto y admiración. Los reporteros que durante meses convivieron con nosotros no podrán negar que todos los que formamos parte del equipo de López Obrador buscamos siempre su bien.
Nunca hubiésemos llevado a Andrés Manuel a vivir una situación incómoda y mucho menos poner en riesgo su salud. No hacía falta un curso especializado en protección a funcionarios o la elaboración de una agenda logísticamente perfecta, lo cuidábamos porque queríamos que él y el proyecto llegaran sanos y salvos a cada uno de los lugares que visitó.
Hoy vemos que Josefina puede contar con “expertos”, coordinadores, subcoordinadores, jefes, enlaces, encargados, etc., dentro de su equipo, lo que no tiene es gente que la quiera, que la cuide y la defienda con compromiso, haciendo un lado el dinero que obtendrá por su trabajo. En ese camión azul no hay amigos sino intereses y conveniencias.
Qué pena para la aspirante panista no contar con el afecto y el cariño de sus colaboradores. Qué pena llegar a semejante aspiración sin un amigo que le cubra las espaldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario