martes, 18 de diciembre de 2012


22 de diciembre

JANE DE LA SELVAlun 17 de diciembre de 2012
Va llegando el invierno a la costa los vientos del norte arrecian. Cubrirse el cuello es lo prudente. La vegetación comienza a pardear. Las flores a marchitarse. Vendrán otras afloraciones. La de Febrero que salpica la sierra de amarillo. La de Abril que invade los cantiles de la llamada cacoloxóchitl o plumeria.  
Mientras algunos esperan y se preparan con rigor para el comienzo del "fin de la humanidad" este viernes, otros, ejecutan autómatas la cotidianidad que se opone a los tiempos planetarios entre la maraña pegada al asfalto que atrapa, que se considera mundo. 
El comportamiento de la fauna en el hábitat profundo y sin fronteras, sería indicador infalible, de algún elemento fuera de lo común que se presentara en el ambiente.  
En el Pacífico, los nubarrones se aposentan en el horizonte y ensombrecen el océano prediciendo que podrían adelantarse las cabañuelas sorprendiendo la precipitación a la vegetación que languidece. 
Se han ido a refugiar a los cerros altos los creyentes de la predicción maya. Otros irán a recibir el día veintiuno a la península de Yucatán. La mayoría será afectada por el "rocío de fotones"--predican--donde cada uno se encuentre. Los más fuertes prevalecerán. No se ponen de acuerdo en el número de días que nos mantendremos "bajo este influjo y en plena obscuridad".  
Me pregunto qué enseñanza o reflexión les traerá el amanecer de un día 22 de Diciembre del 2012 radiante de sol y sin novedad críptica a pesar de los sucesos astronómicos. Seres humanos sufrientes abundan que no esperan el fin porque lo viven porque lo experimentan en su fuero interno. Millones de muertos en vida acarrea el astro madre. Cenizas de especies cautivas que en su masa vibran reposan estallan.  
¿Cuál es el enigma?

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