“¿Peña?, ese güey no es mi presidente”
“Ese güey no es mi presidente”, dijo mi amigo al teléfono. No me sorprendí de que usara una frase reiterada por años en contra de Felipe Calderón para referirse en esta ocasión a Peña Nieto, pues aunque con distintos mecanismos para llegar a la presidencia, ambos han experimentado amplio rechazo social.
Durante seis años, esa fue la expresión más socorrida en las conversaciones, carteles, autos, manifestaciones, chistes, etc., para deslindarse de Calderón. Y fue así no solo porque este obtuvo la presidencia de México con los mecanismos del fraude electoral, también por la violencia a la cual llevó al país ocasionando estragos en la estabilidad social y terror en la vida cotidiana de los mexicanos debido a su mortal guerra contra el narcotráfico.
No obstante, #MéxicoNoTienePresidente, frase semejante, ha sido la expresión del momento en las redes sociales contra Peña Nieto, la cual ha encontrado resonancia también en las calles (“No eres mi presidente”, amaneció como pinta en el edificio del PRI de Nuevo León; SDPNoticias.com, 30-11-12).
Bajo esta consideración, planteo a mi amigo, ¿a pesar de que un tribunal dictamina oficialmente a un presidente electo y este es reconocido por el Congreso y los partidos, existe –entre quienes más allá de las leyes formales han decidido deliberadamente expresar esa negación de la figura gobernante del país en el cual viven-, existe, repito, una condición del orden ético o moral para negar y rechazar a esa figura formalmente establecida y básicamente reconocida?
Es decir, así como hay quienes aun no votando por un candidato, al vencer este lo reconocen como presidente, ¿es válido proponer la negación de la figura presidencial formalmente elegida comenzando incluso por no anteponer el título al nombre?
Y la respuesta ha sido que sí es posible. No solo por el caso del antecesor, también por convicción personal, como si dijéramos, como un acto de voluntad. ¿Tiene valor este acto? Lo tiene para el individuo que asume resueltamente dicha postura. Y así, mi amigo me enlistó una serie de razones, de las simples a las complejas, por las cuales no aceptará a Peña como presidente, “su” presidente, aunque lo sea para quienes así lo quieran, que para eso hay libertad.
1. Primero, no voté por él (jamás votaría por el PRI, por lo que históricamente significa).
2. En el mundo contemporáneo, un individuo inculto e ignorante en la posición que ostenta Peña, carece de valor para mí y no merece mi respeto. Incapaz de haber leído un libro importante en su vida, mucho menos tres.
3. Está demostrado que, a cambio de un alto presupuesto público, fue fabricado como un producto para imponer su imagen a través del poder de los medios de comunicación, particularmente, televisa (existen contratos entre Peña y televisa que verifican esta afirmación; Villamil, Aristegui, José María Siles).
4. Los argumentos de la impugnación postelectoral como la compra de votos y caso Monex, deben ser aún esclarecidos (se han tardado lo que han querido para diluir el asunto).
5. Es portador de la peor expresión política mexicana: corrupción (Montiel, Salinas,…), violencia y represión (Atenco; ¿el primero de diciembre 2012 es expresión genuina de inconformes anarquistas o provocadores, infiltrados pagados como en 1968?), el historial mismo del PRI a pesar de la propaganda de su falso “nuevo rostro”.
6. Estoy en contra, como millones de mexicanos, de su agenda de “reformas estructurales”. Destacadamente entre ellas, la que pretende, como especial encargo del poder que le ha sido adquirido, la ambicionada privatización de Pemex.
7. Con la vuelta del PR el país experimenta no una “continuidad de la alternancia” como desean verlo, sino un franco retroceso. Como si entre Peña y Zedillo y pese a los doce perdidos años del PAN en el poder, no hubiese transcurrido el tiempo.
8. Por tanto, no hay vuelta, sino continuidad en el plan político y económico, reafirmación del grupo de poder dominante en el país antes, durante y después del fracasado Partido Acción Nacional.
9. El “Pacto por México” se trata de otro acto al más puro estilo priista, hueco, sin sociedad, como se ha dicho. Simulación priista que prepara el terreno para los verdaderos propósitos que poco a poco se irán develando.
10. Se utiliza el discurso oficial y a los medios masivos para descalificar a la verdadera oposición que representan hoy en México los estudiantes del #YoSoy132 y el Movimiento de Regeneración Nacional. Para descalificar en realidad a cualquier tipo de oposición al poder; esto es muy claro al leer los diarios.
11. Así como la razón cuenta, también la ética. Y desde ella digo, en mi libertad para hacerlo, que ese güey no es mi presidente.
12. ¿Quieres más? Agrégalo tú o quien sea que te lea y concuerde con mi posición.
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