viernes, 24 de julio de 2009

Denise Maerker Atando cabos

Falta de oficio

Que Calderón quiera tener a un dirigente nacional de su partido que le sea afín es lo más natural y esperable políticamente. Que designe a César Nava como su candidato es una demostración flagrante de falta de oficio político. ¿Por qué? Porque Calderón demuestra sordera política. Perdió y no entiende. Se enfrenta ahora a un PRI empoderado y hasta magnánimo y en lugar de cerrar heridas en su casa las profundiza. Se empeña en gobernar al país y a su partido con un grupito de cercanos cuyas únicas credenciales son la lealtad, su dependencia y cercanía.

Personajes que quizá con el tiempo se hubieran convertido en las nuevas generaciones de líderes del PAN, pero que Calderón quemó al nombrarlos prematuramente en los puestos más importantes del país. Ninguno tiene carrera política propia ni prestigio personal. Nava es el ejemplo más puro y acabado; ha hecho su carrera a la sombra de Calderón y hasta noviembre de 2008 era su secretario particular. ¿Cómo se salta de ahí a la dirigencia del partido en el poder?

Algunos han comparado esta designación de Calderón con los famosos dedazos priístas. Pero se equivocan. Si algo le permitió al PRI mantenerse en el poder tantos años fue justamente el oficio político. Y no se trata de alabarlos, pero sí de reconocer que si estuvieron en el poder más de 70 años es porque además de sus malas mañas aprendieron a balazos y con el tiempo a conciliar y a leer más allá de sus preferencias personales y aun ideológicas. Hagamos historia.

¿Qué habría pasado si Lázaro Cárdenas, después de seis intensos años de gobierno, en los que nacionalizó el petróleo, enfrentó al clero y se enemistó con las clases altas y medias por su programa de educación socialista, hubiera designado como su sucesor a su amigo, el radical general Múgica? Probablemente el general Almazán habría ganado las elecciones o una nueva guerra civil habría estallado. En todo caso, habría sido el final de lo que esos grupos disímbolos llamados revolucionarios se proponían: mantenerse durablemente en el poder. No me aventuro aquí a decir si fue bueno o malo para el país, pero así fue.

La decisión de Calderón refleja una mentalidad diametralmente opuesta: es aquí, ahora y porque puedo. Y si lo de Nava es finalmente asunto de los panistas, el problema es que se maneja al país así: con secretarios muy chiquitos, con poca disposición al verdadero diálogo, con grandes frases y principios, pero sin mucho esfuerzo por escuchar y convencer. Y todo simplemente porque se puede.

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