Antonio Gershenson
Las empresas de servicio público de energía eléctrica tienen dos medios utilizables para la comunicación en diversas formas. Por un lado, tienen, ya disponibles, muchos kilómetros de fibra óptica, que son necesarios para la operación de las instalaciones, pero de los que una parte está de reserva.
Por otro lado, tienen redes de transmisión y distribución de energía eléctrica, que con los avances recientes se pueden usar también para comunicación. Esta palabra significa, para los usuarios, teléfono, Internet con banda ancha y televisión por cable. Estos servicios hoy, en mayor o menor medida, son muy caros, y con los medios modernos podrían ser muchísimo más baratos. Además, se pueden usar para las escuelas, centros de investigación, etcétera.
Sin embargo, lo que se está preparando es concursar, en la práctica entre los que forman monopolio o duopolio en por lo menos uno de los servicios mencionados. Se habla de la empresa dominante en España, Telefónica, que está confrontada con Telmex–América Móvil en varios países de América Latina. El público no se beneficia si se da un gran poder a un monopolio o al otro. Así como Telmex cobra caro, los otros también; si por un tiempo bajan precios para deshacerse de su competidor, al lograrlo vuelve a poner en el centro sus utilidades y cobra más.
Perece ser que lo primero que se quiere entregar a alguno de los monopolios es la fibra óptica, “lista para usarse”. Pero el uso de las líneas de transmisión y distribución sería todavía más barato, rápido y eficiente. Se ha probado en México desde hace años, y si bien se requiere un trabajo adicional, el resultado lo justifica.
Por ejemplo, se puede usar para conectar los aparatos de comunicación un simple enchufe, una toma eléctrica doméstica. Si, con la adaptación adecuada, conectamos ahí un teléfono, para tomar el ejemplo más sencillo, y conectamos otro en otra toma, en esa o en otra vivienda, entonces podemos hablar. No necesitamos conexiones especiales.
Cuando hablamos de líneas de transmisión, nos referimos a cables de grueso calibre, soportados, cuando son aéreos, con torres, precisamente conocidas como de alta tensión y a menudo en avenidas de ese mismo nombre. También se pueden usar los llamados superpostes, postes muy altos. Estas líneas son de muy altos voltajes; alimentan subestaciones, de las que salen líneas de lo que se llama tensión media. Son cables situados en muchos casos a 10 metros de altura y alimentan a transformadores. De esto últimos, salen los cables a los sitios a los que se presta servicio. Muchas empresas de alto consumo, reciben la energía directamente a tensión media, o a las tensiones más altas. En el Metro hay líneas que reciben la energía a alta tensión, y las demás a tensión media.
La electricidad que recibimos tiene una frecuencia de 60 ciclos, pero las diferentes líneas pueden, al mismo tiempo, transmitir a frecuencias mucho más altas, que son las usadas para las diversas formas de comunicación, así que el costo es mínimo, aprovechan más intensivamente lo que ya estaba ahí.
Por otro lado, un sistema que permita todas las formas de comunicación entre universidades, centros de investigación, centros médicos y hospitalarios, etcétera, tiene una utilidad social enorme. Mucho más que hacer negocitos con éste o con el otro monopolio de los teléfonos, de la televisión, de Internet o de varios usos de estas formas de comunicación.
Un servicio para el público a muy bajos precios e incluyendo los servicios mencionados de comunicación, puede ayudar a mucha gente. En general, es mucho lo que se puede ganar.
Sin embargo, si los funcionarios que controlan la industria eléctrica logran llevar a cabo sus “concursos”, lo que el país va a tener es un monopolio con mucho dinero, y con mucho poder. Si la empresa es extranjera, peor. La ley vigente no prevé la posibilidad de hacer estas licitaciones, pero no sería la primera vez que hacen lo que les dé la gana.
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