jueves, 13 de agosto de 2009

Las amenazas a Calderón

Por Federico Arreola
13 de Agosto, 2009 - 01:11
Recibí esta carta de un amigo que con frecuencia me escribe para contarme cosas que a él le dan risa:

"¿Quién es el líder político peor vestido? ¿No lo sabes? Te doy los los resultados de una encuesta de la prensa española, frívola siempre excepto cuando tiene que bromear, que es cuando los periodistas ibéricos se ponen más formales: Evo Morales es el peor vestido, le sigue Kim Jong Il y a este Muammar Gaddafi, Hugo Chávez, Fidel Castro, Mahmud Ahmadineyad, Augusto Pinochet, Vladimir Putin y Mao Zedong. La encuestita no incluye a nuestro presidente ‘espurio'. Pero si se cumplieran las amenazas del narco y en un arreglo político se decidiera que la autóctona Beatriz Paredes sucediera al fenecido Felipe Calderón, te aseguro que nuestra presidenta sustituta tendría que ir a dar a la lista anterior, y yo votaría por ubicarla como todavía peor vestida que el autóctono Evo, ya que Morales al menos no ha engordado y no terminan de lucirle tan mal sus chompas. Y ya me despido, antes de que te tomes esta ironía demasiado en serio. Con tu trauma por lo de Colosio seguro que te asustan los narcomensajes que le han enviado a Calderón. Ja, ja, ja, no pasa nada, tranquilo".

¿Mi trauma por lo de Colosio? Tal vez será por eso, pero me preocupa que alguien esté (en el mejor de los casos) jugando a amenazar de muerte a Felipe Calderón. He leído comentarios y caricaturas cuyos autores se burlan de tales amenazas. De hecho, no conozco a nadie que las haya tomado con seriedad. Casi todos mis amigos piensan que se trata de inventos del propio Calderón o de su partido, el PAN, para ganar popularidad. Alguien hasta me ha recordado la historia del gobernante ateniense Alcibíades, quien le cortó la cola a su hermoso perro para que la gente se entretuviera preguntándose por qué habría hecho Alcibíades semejante cosa, con lo que logró que nadie cuestionara sus actos de gobierno. "No te preocupes, Federico, eso es pura propaganda panista", es lo que me han dicho casi prácticamente las personas con las que he tocado el tema. "Es una estrategia de Calderón para desviar la atención de la crisis".

Pero sí me preocupo, ni hablar. Acaso por mi trauma por lo de Colosio.

Un par de semanas antes de que a Luis Donaldo lo asesinaran, charlando con él en una sala de algún hotel de Monterrey, le pregunté su opinión acerca de lo que un columnista había publicado: Que aunque la campaña ya había avanzado, el PRI todavía podía, legalmente, encontrar un candidato sustituto si Colosio moría. Mi pregunta inquietó a Donaldo que quiso tocar madera en cuanto me escuchó (se hablaba de su muerte en un diario, y el gesto le salió natural). Pero nada en aquel salón era de madera. Los muebles o eran de vidrio o estaban forrados de tela. Cuando esto lo comenté con el general del Estado Mayor Presidencial encargado de la seguridad de Luis Donaldo, me dijo absolutamente convencido: "No se preocupe usted, don Federico, eso no va a pasar".

Una semana más tarde, antes de salir de gira rumbo a Michoacán, mientras esperábamos que llegara Donaldo para empezar el viaje, en el lugar de la Ciudad de México en el que estábamos reunidos uno de los doctores de la comitiva me dijo que había escuchado rumores de que podía haber un atentado. Se lo conté al general que cuidaba a Colosio y este, otra vez totalmente seguro de lo que decía, expresó: "Que ya no se preocupe, don Federico, que para eso estamos nosotros, para proteger al candidato".

Meses antes, cuando el recorrido electoral iba a iniciar, el coordinador de la campaña, Ernesto Zedillo, me pidió que hablara con Luis Donaldo para convencerlo de que no viajáramos por tierra, desde el Distrito Federal, a la Huasteca del Estado de Hidalgo, porque el recorrido era muy peligroso, que mejor voláramos a Tampico, y de aquí en autobús a Huejutla en un trayecto mucho más seguro. Lo hablé con Donaldo y aceptó la sugerencia de Zedillo. Por supuesto, los militares me dijeron que el cambio de recorrido era una buena idea, aunque por ningún motivo iba a pasar nada: "Todo va a estar bien, estese tranquilo", me sugirieron.

No fue esa la primera vez en la que alguien me habló de la posibilidad de un atentado contra Colosio. Inmediatamente después del alzamiento zapatista, en la oficina del entonces subsecretario de Vivienda del gobierno federal Ricardo Canavati, me encontré con el líder del PT, Alberto Anaya. Este me pidió que le dijera algo a Colosio: Que se cuidara porque los dinosaurios del PRI lo querían matar. Lo comenté con mucha gente que participaba en aquella campaña, incluido el candidato, y todos me dijeron que no me preocupara, que no pasaba nada.

Tantas veces tranquilizado con eso de "No te preocupes, Federico, aquí no pasa nada", decidí en cuanto llegamos a Lomas Taurinas, aquel 23 de en marzo de 1994, que valía la pena aceptar la invitación que alguien me había hecho de abandonar por unas horas Tijuana para ir a cenar a la ciudad californiana de San Diego. Es lo que iba a hacer en cuanto terminara el primer acto de campaña en la metrópoli fronteriza. Total, no iba a pasar nada. Si no cené en San Diego en esa ocasión se debió a que, no obstante la protección del Estado Mayor Presidencial, a Luis Donaldo le dieron dos balazos enfrente de sus guardias, de sus colaboradores, de cientos de vecinos y de sus amigos que le acompañábamos en aquel su último acto político.

No veo en la administración de Felipe Calderón nada positivo. Desaprueba todo lo que ha hecho este personaje desde 2006. Jamás lo he llamado presidente porque para mí el legítimo presidente de México es Andrés Manuel López Obrador. Pero, me guste o no, Calderón controla el poder ejecutivo de México. Ha usado muy mal el poder que tiene y por eso estamos en una guerra perdida contra el narco y, además, hundidos en la peor crisis económica de la historia reciente. Pero no quiero que Calderón deje su cargo antes de tiempo porque, en mi opinión, sería lo peor que podría pasarle al país. Y menos quiero que él se vaya de mala manera, no solo porque se incendiaría nuestra sociedad sino también, naturalmente, porque ni él ni su familia lo merecen.

Por eso tomo en serio, muy en serio, las amenazas de las que se ha hablado en los últimos días. De todo corazón deseo que esta vez el Estado Mayor Presidencial haga su trabajo con la eficiencia y, particularmente, con la lealtad que no exhibió en 1994.

No hay comentarios: