París bien vale una misa, diría Enrique IV,... o una descarada mentira del tamaño del Sena, si se trata de Ernesto Cordero, secretario mexicano de Hacienda, quien anda de gira por la bella ciudad francesa, en la que, sin rubor alguno, se aventó la siguiente puntada (se respeta sintaxis): México está generando empleos a un ritmo de 750 mil empleos por año, lo que sucedió en el año 2010, y tenemos una tasa de desempleo por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
¡Oh, la la! Si fuera cierto lo dicho por Cordero, entonces en lo que va del calderonato se habrían generado 3 millones 312 mil 500 empleos formales, a razón promedio de 62 mil 500 en cada uno de los últimos 53 meses (hasta el pasado abril), algo que sin duda hubiera aligerado, que no resuelto, el lacerante problema laboral que reporta el país. Maravillosos los números que maneja el secretario de Hacienda, aunque sean falsos.
En efecto, de acuerdo con la propia estadística gubernamental, alrededor de 757 mil empleos formales se generaron en México, pero no en 2010, como dice Cordero, sino en los cuatro años de inquilinaje de Felipe Calderón en Los Pinos, o lo que es lo mismo, 15 mil 450 por mes, en promedio. La cifra se incrementa a un millón 41 mil plazas si se suman las registradas en el IMSS en el primer cuatrimestre de 2011, y en ambos casos el balance incluye puestos permanente y eventuales (urbanos y del campo).
Lo anterior significa que en el mejor de los casos la generación anual promedio de empleos ha sido de 148 mil 423 plazas en el sector formal, una cantidad 80 por ciento inferior a la presumida por el secretario de Hacienda durante su participación en una de las sesiones de la conferencia ministerial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en donde también dijo que los buenos fundamentos económicos nos permitieron poner en marcha medidas económicas contracíclicas oportunas, poniendo en marcha programas para generar empleos y prosperidad económica en México.
Pues bien, si se descuentan las plazas eventuales y sólo se atienden las permanentes, la cifra de empleo formal en el México del calderonato resulta aún menor: 655 mil en 53 meses de estancia en Los Pinos, de tal suerte que sólo 12 de cada cien mexicanos en edad y condición de laborar lograron colarse al mercado formal de esa pujante economía de fábula que presumió el secretario de Hacienda en París.
¿De dónde sacó Ernesto Cordero 750 mil empleos formales en cada uno de los años de calderonato? De la manga, del mismo sitio que los 6 mil pesos mensuales (con los que se vive de maravilla, según él), pues lo que realmente avanza a galope es la ocupación en el sector informal de la economía, que ya supera el registro de plazas permanentes en el sector formal, un delicado problema que el susodicho no incluyó en su acertadísima intervención en el foro de la OCDE.
Por cierto, en días pasados dicho organismo multilateral le recordó a Cordero y demás luminarias que la desigualdad en México sigue siendo alta, por lo que es necesario fortalecer el potencial de crecimiento a largo plazo. Debe aumentar su resistencia ante futuras crisis y garantizar que los niveles de vida se aproximen más a la media de la OCDE. La clave para estos desafíos serán reformas estructurales más profundas, a fin de estabilizar la volatilidad del producto, aumentar la competencia, especialmente en los sectores de servicios, y reconducir las debilidades del sistema educativo. El fortalecimiento de los comparativamente bajos ingresos tributarios garantizaría que el país pudiera financiar de manera sostenible inversiones vitales en infraestructura, educación y política social. También haría posible que las finanzas públicas dependieran menos de los ingresos volátiles del petróleo. Puntual el informe de la organización, aunque la lectura que le da Ernesto Cordero es distinta, pues, según él, detalla logros importantes en México.
La referencia corderiana sobre el desempleo es igualmente alegre. Desde luego que no explicó a la concurrencia que cuando Calderón llegó a Los Pinos la tasa oficial sobre el particular era de 3.58 por ciento (1.6 millones de mexicanos en tan deplorable situación) y que a estas alturas llega a 5.2 por ciento (2.5 millones). Tampoco detalló que el Inegi mide la desocupación en el país sin seguir la pauta de la Organización Internacional del Trabajo, por lo que el resultado es inferior al real.
En este contexto, el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM subraya que la tasa de desocupación (Inegi) no mide el desempleo, de allí que la desocupación abierta no sea ni pretenda ser, la magnitud que exprese cuánta gente necesita trabajar en un lugar y momento determinados o la medida de cuán grande es el déficit de oportunidades laborales. Por ello, el CAM, con base en los parámetros de la OIT, advierte que al cierre de septiembre de 2010 el total de desempleados en México sobrepasó los 8 millones de personas, 3.2 tantos más que los oficialmente reconocidos. Es decir, apunta la institución, la tasa real de desempleo en México es de 15.41 por ciento de la población económicamente activa, una proporción igualmente peligrosa como en las otras naciones de la OCDE.
En México, puntualiza el CAM, la informalidad es la base de la economía nacional. Se puede afirmar que la precariedad y la informalidad de la ocupación sostienen al grueso de la actividad económica del país; ya no se trata solamente de hablar de ambulantes, sino de que se tiene que reconocer que se suma la ocupación sin prestaciones laborales y que es la base de los nuevos intentos de reforma laboral, que es otra parte de la informalidad que no se quiere reconocer por el gobierno federal ni los gobiernos estatales. Podemos darnos cuenta también que desde inicios del sexenio calderonista y hasta el tercer trimestre de 2010, cuando menos, los trabajadores formales a nivel nacional aumentaron proporcionalmente menos de lo que aumentaron los empleos informales. De cada cinco nuevos empleos, cuatro son de carácter informal.
Pero en París se puede decir cualquier cosa, según cree Ernesto Cordero.
Las rebanadas del pastel:
Vidas paralelas: la carrera delictiva de Capone terminó no por los crímenes cometidos, sino por evasión de impuestos; la de García Luna parece ir por la misma senda, pero a él lo agarraron por una medallita. ¡Lo que hace el ego!
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