En México, como en España, emergen rebeldías fuera de las instituciones y de los partidos. La efervescencia va creciendo conforme las autoridades son incapaces de hacer frente a una múltiple crisis. El sistema de partidos parece agotado y también las políticas públicas inspiradas en el neoliberalismo. Se hacen cada vez más intolerables los abusos. En México el denotante es una guerra sin objetivos ni posibilidades de desenlace que ha provocado casi 40 mil muertos en el sexenio y que ha hecho patente la incapacidad del Estado para proteger a la población y garantizar el mínimo de seguridad. Es probable que estos movimientos se concreten después en formas políticas estables o que sean preludio de nuevas rebeldías e incluso de rupturas.
Las diferencias entre el movimiento español y el mexicano se dan porque aquella es una sociedad democrática fruto de una transición pactada y cumplida. México padece una transmisión fallida y el peso del viejo régimen sigue gravitando sobre los incipientes aunque indudables rasgos democráticos.
El movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador es parte del fenómeno. Morena surge en respuesta a un fraude electoral, pero se nutre con ciudadanos politizados que no militan en partidos. Guarda distancia de ellos aunque pretenda aliarse para ganar el poder en elecciones.
Hay otra vertiente del movimiento ciudadano que no pretende ganar elecciones ni conquistar el poder. Tiene como eje la agrupación por la paz con justicia y equidad que encabeza el poeta Javier Sicilia. Organiza manifestaciones y marchas para presionar al gobierno y obtener de él decisiones concretas. Es fácil simpatizar con el futuro de este movimiento: su origen es genuino y lo encabezan personalidades prestigiadas, no utiliza medios violentos y ha atraído gente limpia y decidida a participar y a abandonar el inmovilismo.
El destino de este movimiento y otros dependerán de su capacidad para movilizar a la opinión pública que fuerce al gobierno a abandonar sus tercas resistencias. Podrían organizarse nuevas marchas y plantones, pero el gobierno que controla los medios y una legión de plumíferos podría aislar a los rebeldes.
También podrían replegarse y organizar en todo el país una estructura permanente para aprovechar las coyunturas y emprender acciones de desobediencia o de resistencia para forzar cambios. Es probable que estos fenómenos sociales se multipliquen. Estas corrientes tenderán a unificarse si es que quieren aprovechar la oportunidad de un cambio profundo que les dará la sucesión presidencial.
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