Perplejo vislumbré cómo crecía la fila para entrar al auditorio José Sánchez Villaseñor. El alumnado de la Universidad Iberoamericana esperaba encontrar un lugar dentro del aula anteriormente mencionada para escuchar al candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Eran demasiados. Cientos y cientos de estudiantes ansiaban adentrarse en el recinto. No podía creerlo. Jamás imaginé que AMLO fuese capaz de generar tal entusiasmo dentro de una institución en la que la ideología conservadora –quizá ya no – prevalece. ¿Prevalecía?
Desafortunadamente, más de mil alumnos tuvieron que presenciar el acto en las pantallas colocadas en las afueras del auditorio. Sin embargo, me cuentan que también escucharon interesados al postulado por las fuerzas progresistas de México.
A las cinco en punto arribó el tabasqueño. Se le recibió cálidamente y con una exaltada ovación. Los aplausos duraron casi un minuto. Se escuchaban los eternos eslóganes del lopezobradorismo. Entre los vítores, se escuchaban los “¡presidente, presidente!”, el legendario “¡es un honor, luchar con Obrador”, algunos “¡vamos Andrés!”.
Qué bienvenida tan calurosa y fraternal. Creo que ni él se la esperaba así. Parecía más uno de esos mítines mitológicos y majestuosos que ha encabezado el ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal en el Zócalo. Siempre pletórico. Siempre leal al hoy candidato presidencial izquierdista.
Comenzó con una introducción. Habló de la actual tragedia nacional; del modelo económico neoliberal y de sus nefastas consecuencias y sus putrefactos frutos; de la necesidad de un cambio; de su proyecto; de sus aspiraciones. Lo que siguió fue que respondió a una serie de preguntas establecidas por la comunidad de la Ibero en un ejercicio llamado el Buen Ciudadano. Respondió claro y conciso, de manera elocuente y ágil. Muy bien.
Luego se eligieron al azar preguntas formuladas por alumnos de la institución académica multicitada. Una de ellas difíciles de responder, sobre personajes corruptos vinculados con las izquierdas. AMLO respondió impecablemente: “no le temblará la mano para enfrentar la corrupción”. Siempre respondió de forma directa, a los ojos, sincera. Resultaba imposible no creerle.
Y aplausos lo interrumpieron. E hizo reír a todos. Él mismo, Andrés Manuel, se río cuando ante la pregunta de cuál era su mayor defecto, respondió que esa respuesta que la dieran esos “periodistas” a los que les pagan para criticarlo. Simpático y carismático, el abanderado de la coalición Movimiento progresista se ganó a cientos de estudiantes. Muchos de ellos lo conocieron por primera vez de verdad, sin Televisa de intermediario. Votarán por él. Lo aseguraban muchos al abanderar el recinto.
Se despidió Andrés Manuel López Obrador de una Universidad Iberoamericana que le aplaudía de pie. Lo despidieron con el “¡Presidente, Presidente”. Le dejaron claro que aquí siempre será bienvenido. Que son muchos los que honradamente siguen luchando por y con él.
Fue un éxito la visita de AMLO a la Ibero. Disipó dudas entre gran parte del alumnado. No habría de quitarle a los ricos para darle a los pobres. No se habrían de llevar a cabo expropiaciones. No es comunista, ni socialista ni anarquista. Es sólo un hombre democrático consciente de los terribles y enormes problemas que aquejan al país, y con una avidez enorme de enmendarlos, de resolverlos, de extinguirlos.
Convencido puede estar el candidato progresista de que en esta universidad ninguno de los otros candidatos tendrá un trato igual. A Quadri no porque no lo conocen. A Josefina tampoco porque les faltó al respeto. A Peña Nieto menos porque ni siquiera vendrá. La Ibero irá con Andrés. De eso no me cabe la menor duda.
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