Papismo salinista de Peña y Mancera
Independientemente de si Jorge Mario Bergoglio será un “papa bueno”, con vocación hacia los pobres, o no (un pesado historial papal le antecede e incluso algunos asuntos personales), lo que correspondería a México sería ratificar su laicidad constitucional. Sin embargo, desde hace más de dos décadas han cambiado las formas y los ánimos.
En 1992, Salinas de Gortari, con gran pesar para izquierdistas, ciertos priistas y laicos de entonces, restableció las relaciones del estado mexicano y el Vaticano. Durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, muchos defensores de la separación se “rasgaron las vestiduras” por la abierta militancia religiosa, católica, de los panistas, pues vieron a los respectivos ejecutivos asistir a misas, hincarse, invocar a dios en sus discursos.
Bien ha ironizado Carlos Puig citando varios ejemplos de ex críticos y ahora contentos partidarios en “Cuando los priistas y perredistas ‘defendían’ el Estado laico” (Milenio, 19-03-13), entre ellos, Rosario Robles y uno del grupo de Los Chuchos.
Ahora que Peña Nieto ha ido a rezar a Roma (seguido por el sacristán Mancera, de quien Milenioinforma el 20-03-13, “fue invitado por la cancillería para formar parte de la comitiva presidencial.”; no “trascendió” si habrán besado la mano o el anillo a Francisco), nadie dijo ni “pio”. Los panistas no aspiraron a tanto como atender a una misa en su posición oficial a San Pedro; se los habrían comido vivos.
Lo que pareciera explicar la abierta aceptación del hecho, el desdén o el desgano a su crítica, es el “Pacto por México”. En nombre de este pacto, todos calladitos. Habrá que verlos formados para brindarle pleitesía al nuevo papa una vez que acepte la invitación mexicana. Tendrán dos ocasiones, una por causa de Peña y otra por Mancera; aunque como se ha ido haciendo costumbre verlos juntos, tal vez unifiquen fechas y posibilidades. Ya les podrá sugerir alguna idea el propio Salinas, impulsor de estos encuentros.
No es que deba desarrollarse una política agreste contra el estado Vaticano; no, debiera ser respetuosa pero con distancia. Continúa siendo válida la propuesta de que una cosa es la intimidad, la vocación personal, y otra la posición del estado. Simplemente no se había llegado a este extremo. ¿Pero qué podría esperarse de Peña? (y Mancera), quien lo único que manifestó haber medio deletreado fue la biblia.
Por otra parte, la iglesia, los políticos, los partidos, las televisoras, son los beneficiarios de las visitas papales a México. El único perjudicado es el pueblo que ahonda sus raíces en la ignorancia, la apatía y la desesperanza de alcanzar mejores posibilidades de vida. Y que se tragará una visita papal más, ahora con el fervor (real o simulado), del ejecutivo y el jefe de gobierno del DF.
P.D. Aplauso al presidente de Uruguay, José Mujica, quien por ser ateo y el Uruguay un país laico (allí sí respetó esta condición que formalmente también es mexicana), no asistió al circo romano
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