martes, 21 de julio de 2009

¿Qué le pasó al PAN?

DENISE DRESSER
Aturdidos. Sacudidos. Desconcertados. Los panistas caminan en estado de shock, preguntándose por qué. Los panistas deambulan a la deriva, cuestionándose cómo. Sabían que iban a perder pero no por tanto y de forma tan contundente. Y aunque algunos intentan consolar y consolarse comparando las cifras actuales con las de 2003, la situación del partido es peor que ese momento. El PRI tiene más gubernaturas, más recursos, más unidad, más disciplina y más hambre que hace seis años. El PRI está mejor posicionado hoy para ganar y el PAN ha ayudado a que eso ocurra. Y aunque en el PAN se habla de errores multifactoriales, es posible agruparlos en los siguientes cuatro:
1. El PAN eligió la estrategia equivocada al darle prioridad al combate contra el narcotráfico por encima de medidas para afrontar la crisis económica. Tanto el presidente como su partido no parecen entenderlo: la economía es la preocupación central para la mayor parte del electorado. Como lo revela la encuesta de salida elaborada por Mitofsky, 66% de los electores define su situación económica como prioridad central, mientras que sólo 26% le da esa importancia al tema de la inseguridad. Al privilegiar la “guerra” contra el crimen, tanto el gobierno federal como los gobiernos locales han centrado su atención en el lugar erróneo. Más que atrapar capos, debieron haber creado empleos. Más que desplegar al Ejército, debieron haber desarrollado obras de infraestructura. El elector mexicano es como sus contrapartes en cualquier parte del planeta: tiende a votar en función de su bolsillo, y al hurgar en él en esta elección lo encontró vacío. La popularidad personal del presidente fue insuficiente para llenarlo en el contexto de una crisis que el gobierno no encaró con suficiente rapidez o sentido de urgencia.
2. El PAN se posicionó demasiado cerca de los líderes partidistas – principalmente Felipe Calderón– y demasiado lejos de la ciudadanía. Para evitar el resurgimiento de los pleitos internos que caracterizaron el primer año de la relación partido-gobierno, el PAN decidió cerrar filas sin miramientos alrededor del presidente. Por eso el CEN panista avaló y consintió cada una de las decisiones anunciadas por Germán Martínez, siguiendo las instrucciones de Felipe Calderón. Por eso el PAN aceptó la imposición por “dedazo” de 350 candidatos, 80% de los cuales perdieron. Por eso el PAN aceptó la selección de amigos por encima de candidatos con la capacidad de ganar la contienda. El PAN se ensimismó y debido a ello perdió. El PAN se “disciplinó” y debido a ello se desciudadanizó. Pasó más tiempo definiendo cómo repartir posiciones que pensando cómo ganarlas. En lugar de ampliar su base electoral disminuyendo las barreras de entrada al partido, decidió elevarlas. En lugar de hacer política con y para la ciudadanía, le apostó a las burocracias partidistas. El PAN no ha aprendido a hacer política de cara a los ciudadanos. Sigue apostando a la política de pasillos de poder, a las cuotas entre camarillas, a los acuerdos cupulares, a la popularidad presidencial como factor de gobernabilidad. A formas de actuar y de pactar que evidencian a un PAN –hasta ahora– incapaz de crear e instrumentar nuevas formas de involucrar a los ciudadanos y fomentar su participación.
3. El gobierno le apostó demasiado a los acuerdos con el PRI en el Congreso, y al empujarlos como lo hizo perdió margen de acción. Todavía hace apenas unos meses, asesores gubernamentales de alto nivel se vanagloriaban de las reformas aprobadas. “Somos el gobierno más exitoso que ha tenido México en 10 años porque logramos sacar reformas por consenso, aun en un gobierno dividido”, aseguraban. Pero lo que jamás entendieron los artífices de la estrategia calderonista es que el electorado no iba a premiar al PAN tan sólo por llegar a acuerdos si no tenían un impacto importante sobre el crecimiento económico y el empleo. Las reformas calderonistas no lograron cumplir con esos objetivos por la forma en la cual fueron negociadas y todo lo que se cedió en el camino para lograr su aprobación. Como ha escrito el economista y premio Nobel Paul Krugman: “uno podría pensar que la mitad de un pedazo de pan puede ser visto como mejor que la ausencia de pan; pero no es así si medidas a medias acaban desacreditando o diluyendo todo el plan reformista. No vale la pena tener una reforma si se obtiene haciendo tantas concesiones que acaba condenada al fracaso”. Y eso es lo que ha ocurrido con la reforma fiscal y la reforma energética del calderonismo. Poco o casi nada a cambio de lavarle la cara al PRI y ahora presenciar su fortalecimiento.
4. El PAN lleva los últimos nueve años mimetizando al PRI y emulando algunas de sus peores prácticas en vez de distanciarse de ellas. Como bien lo advierte la carta de Santiago Creel –uno de los culpables de la clonación– los panistas no han sabido combatir con inteligencia al viejo régimen. No han querido en realidad hacerlo. Han cerrado los ojos cuando debieron haberlos abierto. Han esquivado la mirada cuando debieron haberla mantenido atenta y crítica. Han emulado todo aquello que el PAN se propuso combatir: las dirigencias sindicales antidemocráticas y los gobernadores corruptos y las alianzas inconfesables y el cortejo a los poderes fácticos y los certificados de impunidad y el gobierno como lugar desde donde se reparte el botín. En vez de empujar juicios ha protegido a pederastas. En vez de democratizar a los medios ha optado por doblegarse ante ellos. Y por ello el PAN es corresponsable del regreso de lo peor del PRI porque no lo detuvo a tiempo. No lo paró a tiempo. No lo denunció a tiempo. Como ha escrito Jorge Castañeda, si el PAN va a gobernar como lo hizo el PRI –perpetuando privilegios y empoderando élites y construyendo clientelas– ¿para qué seguirlo apoyando? Pa’ priistas en el gobierno, pues mejor el PRI.
El electorado miró a ese partido cómplice y lo castigó. El electorado evaluó a ese partido comparsa y lo sancionó. Y quizás el PAN piense que basta sustituir a Germán Martínez con César Nava o cualquier otro personaje para remediar lo que ocurrió. O que en las elecciones intermedias todos los partidos en el poder tienden a perder posiciones y la situación es menos grave de lo que parece. O que no hace falta repensar de manera importante el rumbo sino tan sólo centrar la atención en quién puede ser el próximo candidato presidencial. Pero de ser así, el PAN seguirá engañándose a sí mismo y al mostrarse incapaz de transformar al viejo régimen acabará devorado por él.

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