“Que en celda me encierren, que con siete llaves la puerta me cierren, que junto a la puerta pongan un lebrel, carcelero rudo, carcelero fiel”. Así escribió la talentosa escritora uruguaya Juana de Ibarbourou en algo similar a un canto a sus manos florecidas de rosas tras el beso de su amante.
Hoy solamente plagio las cuatro palabras que dan inicio al bello poema “El dulce milagro” (perdón por la osadía, admirada Juana), pero corro el riesgo de que me digan loca cada vez que me opongo, y lo manifiesto, a alguna de las atrocidades en las que incurre o en lo que declara el titular del actual gobierno federal.
No es necesario hurgar por allí en diarios y revistas, o escuchar a comentaristas de radio y de televisión, afines o contrarios a la “formación” política del señor que “ostenta”, gracias a un inobjetable fraude, el elevado cargo; saltan por doquier sus opiniones, sus “juicios”, sus descalificaciones descabelladas e inconsistentes, sobre todo hacia lo más bello y limpio de la población: la juventud… A todos los jóvenes les endilga calificativos que los ubican fuera de lo que él considera correcto, que tiene que ver con “sus” creencias, que según las leyes son respetables, pero no tiene por qué querer obligar a que todos las adoptemos y pensemos como él.
Cada vez que habla en público, en alguna conferencia de prensa o en declaraciones especiales por algún suceso que considera o que es en realidad importante, no falta el “gazapo”. Dígalo si no aquello de “la gastritis mal atendida”, de pasado remoto, o lo “novedoso” de su “diagnóstico” en cuanto a la muerte de Michael Jackson, sólo “botones de muestra” de un ramillete gigantesco.
Y hoy, en estos días en los que el pueblo de Honduras vive lo que ya se creía en desuso, aquellos zarpazos que sembraron el terror en toda América, con los miles de muertos en los estadios, con los miles de encarcelados y desaparecidos… de estos últimos 90 mil desde el río Bravo hasta la Patagonia… En estos días —repito— a no pocos asombra la actitud del “titular” que acudió a Managua, Nicaragua, sin su atuendo favorito (una casaca militar) y se expresó a favor del depuesto presidente de Honduras, y se le vio en fotografías al lado de los presidentes de Nicaragua, de Cuba, de Venezuela y de Ecuador, todos “a mil años luz” (como diría un periodista regiomontano) de lo que él piensa.
Hay quienes (ilusos) se alegran de que esté por allá con ese “comportamiento”, porque piensan y creen que dará “el salto a la izquierda”… Allá ellos, pero la mancha del fraude no se borrará con nada y si se ilusionan con posturas convenencieras y con palabras huecas, “que con su pan se lo coman”…
Hay por allí otros que dicen que probablemente los presidentes de los países antes mencionados y de otros más de la América Latina piensan y lo sienten cercano a ellos, o tal vez dirán que si el pueblo de México no lo rechaza, pues ¿ellos por qué?
En fin, que el sufrido pueblo mexicano está abrumado por la injusticia que padecemos la mayoría, por la falta de empleos que agobia a miles de hogares, por la miseria que se aposenta desde hace muchos años en las casuchas de los más pobres entre los pobres, de los que ven morir a sus hijos sin esperanza de salvarlos, de los que emprenden el éxodo hacia el norte y que no pocas veces encuentran una muerte alevosa, o regresan con las alforjas vacías o repletas de desilusiones...
En fin, que si por decir lo que pienso y por expresarlo, como suele decirse, “en letras de molde”, me arriesgo a que me llamen loca… pues… ¡Que me digan loca!
Dirigente del comité ¡Eureka!
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