jueves, 5 de mayo de 2011

Sin paciencia ante la miserable mosca FEDERICO ARREOLA

“También a un gran hombre lo puede exasperar una miserable mosca”, dijo José Martí. Estoy muy lejos de ser un gran hombre, y Manuel Espino, en el terreno moral, es menos que una miserable mosca. ¡Por eso perdí la paciencia en el “debate” de la Fes Acatlán! Cuento lo que pasó.



1.- Espino llegó tarde.



2.- Los organizadores no podían arrancar el evento porque no había internet.



3.- La moderadora, autoritaria, leyó unas reglas para el “debate tuitero” (recuerdo que se trataba de debatir en Twitter) completamente rígidas, muy alejadas del espíritu libre con el que se discute en las redes sociales de internet.



4.- Espino llegó, ya empezado el evento, riéndose. Como corresponde a un político cínico.



5.- Manifesté mi inconformidad con las rígidas reglas del “debate” y la moderadora se enojó.



6.- El que no respetó las reglas del debate, sobre todo la de hablar solo dos minutos por tema, fue el señor Espino y la moderadora se lo permitió en varias ocasiones.



7.- Cuando yo pedí pasarme también de los dos minutos, la moderadora me dijo que sí, pero que era la última vez. Bueno.



8.- Me molestó que uno de los jóvenes estudiantes de economía de la Fes Actlán, que pertenece a la UNAM, leyera un discurso excesivamente solemne y en un tono muy pasado de moda. Pensé que así hablaban, tal vez, los oradores de los años cuarenta. Qué horror.



9.- Después Espino inventó una tontería, y eso me decidió a dejar el “debate”.



10. Espino mintió descaradamente y con absoluta vulgaridad al decir que, en 2006, el plantón de protesta en Reforma estaba lleno de venezolanos, y que a él le constaba porque se había paseado por los campamentos y charlado con los extranjeros. Desvergonzado tipo.



11.- Le dije a Espino que si no se disculpaba por ser tan ruin, yo me iba. No lo hizo, y me fui.



12. Confieso que “debatir” con alguien que, en términos éticos, es menos que una miserable mosca, no es lo mío.



13. Perdí la paciencia y perdí el “debate” y perdí lo que quieran. Pero me sentí muy a gusto cuando grité que yo no estaba ahí para soportar estupideces porque, ¡carajo!, contra semejante inmoralidad pues no hay nada que hacer. De plano, no.

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