Pobre de ti Ciro, hay que tenerte compasión. El texto que escribiste el martes 27 en Milenio, te ha hecho quedar, sin duda, como persona que alberga y se regocija en el odio que bajo la perspectiva de la política ataca sin razón con ese veneno que produces y te auto infliges dirigido o motivado por la persona de Andrés Manuel López Obrador, a quien no hay que defender, pues la buena reputación lo acompaña y lo respalda, por más que sus detractores intentan mancillarla no tienen éxito. No encuentran cola que pisarle como sí la tiene y muy larga el PRIAN, ad-hoc con tu falsedad.
Desacreditado el periodista y el medio, lógicamente, también lo están sus encuestas para medir preferencias del electorado.
Estas breves líneas son para asegurar a Ciro que sus ataques y los de sus compinches no llegan a AMLO. Se les olvida que él es un hombre feliz. No logran comprender que su fin no es el poder, como es el de ustedes, sino la verdadera transformación de México. Lo que significa un trabajo constante y cotidiano para discernir, para aportar lo que corresponda dentro de su presente a la causa de luchar a favor de la justicia y la seguridad social, del progreso real, no ficticio o restringido a unos cuantos. No desea ser rico, ni ser obedecido. No requiere de adulaciones o servilismos, costumbres propias también de ustedes protectores del aparato represivo. Desea concertar, en base a las necesidades más urgentes y conocimiento científico, lo acertado para una nación cuya mayoría carece de una vida digna. Su entrega ha demostrado ser incondicional.
El compromiso que ha hecho AMLO de volver a ofrecer su calidad tanto política como humana al pueblo de México y por su amor a éste contender para la presidencia constitucional de la república por segunda ocasión, para un individuo honorable y leal a sus principios que a la vez es hombre de familia, es una misión no exenta de sacrificios por lo que su candidatura es doblemente apreciada.
Pobre de ti Ciro que a tus lectores no logras convencer con tus ironías sin sustento, con tu disfraz de cordero; han descubierto que sueles derramar la hiel de tu propia frustración.
Pobre de ti, que te muestras ante la opinión pública como un hombre enviciado e ignorante ante virtudes inobjetables, que nunca has intentado discutir con seriedad sino que les sacas la vuelta, porque sabes que de hacerlo, sería inevitable el asomo de una verdad que te pagan para obstruir
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