Campaña electoral tras campaña electoral, diferentes sectores de la sociedad mexicana hacen propuestas con el fin de ser consideradas por los candidatos al hueso mayor. La de 2012, que está a punto de arrancar formal y oficialmente –aunque en los hechos lleva ya un buen rato en ejercicio–, no tendría por qué ser distinta, y en este contexto distintos grupos empresariales, académicos, investigadores, analistas, políticos, ex funcionarios y conexos han hecho públicos sus planteamientos y seguirán por el mismo camino de aquí a junio, con la esperanza de que alguno de ellos convenza a quien resulte ungido. Lamentablemente, todo apunta a que obtendrán el mismo resultado que en ocasiones anteriores, es decir, nada, salvo en el caso de los primeros citados.
En tiempos electorales, si algo caracteriza a partidos políticos y sus candidatos a los llamados cargos de elección popular (más allá del gran negocio que ello representa) es su sordera y ceguera, por mucho que a todos digan que sí, como en el Son de la Negra. Ya se divulgaron las nuevas propuestas del Consejo Coordinador Empresarial (léase más de lo mismo), y comienzan a conocerse las de otros grupos, cada cual con su interés propio. El deterioro del país y de su gente es ostentoso; no sólo es de ahora, sino el resultado acumulado de tres largas décadas de decisiones anti nacionales, de negocios privados con bienes públicos, de sacrificar a México para el bienestar de unos cuantos. Pero la mayoría de esos sectores y grupos cómodamente sólo se pronuncian en temporada electoral, y suelen repetir las recetas.
Muy poco son los sectores y los grupos que denuncian el deterioro y proponen alternativas en tiempo real, es decir, que no esperan la coyuntura electoral para intentar frenar la caída. Una de esas excepciones ha sido el grupo Nuevo curso de desarrollo, conformado por políticos, profesores eméritos de la UNAM, ex secretarios y subsecretarios de gabinete, diplomáticos y académicos, quienes no han quitado el dedo del renglón: México no puede permanecer en la penosa condición que padece; social, política y económicamente el país debe retomar la ruta del desarrollo y dar un salto hacia adelante, porque caso contrario será imposible evitar su caída al precipicio. Nadie puede señalarlos como inconsistentes en su análisis, pero la sordera y la ceguera de la clase política sin duda ha sido mucho mayor que su insistencia.
Uno de los integrantes del referido grupo, Francisco Suárez Dávila, resumió así de qué tamaño es la bomba de tiempo que ningún integrante de la clase política se atrevió a desactivar: el país está atrasado y rezagado, por lo que es urgente transformar el curso de desarrollo. Todos los indicadores lo demuestran: en la década 2000-2010 somos el país que ocupa el escalón número 150 entre 170 naciones en lo que a crecimiento se refiere, esto es, menos de 2 por ciento anual (como promedio). En desigualdad México ocupa los últimos lugares del mundo (o los primeros si la lectura es de abajo hacia arriba); el número de pobres ha aumentado en alrededor de 15 millones de personas (sólo en el sexenio de Felipe Calderón); el poder adquisitivo de los salarios reales está en niveles similares a los de 1970, más de cuatro décadas atrás; en todos los indicadores económicos y sociales estamos a la cola (La Jornada, Emir Olivares Alonso).
Insistente ha sido el grupo de referencia en denunciar el profundo deterioro que reporta nuestro país, pero nadie que tenga cupo en la toma de decisiones ha hecho caso. No es gratuito, pues, que reitere la urgente necesidad de “construir un curso de desarrollo diferente para México, que se caracterice por un crecimiento sustancialmente mayor al de los últimos tres decenios para generar excedentes que sustenten una redistribución sostenida del ingreso y las oportunidades, y un régimen de protección social universal… Postulamos hace tres años y medio, en los momentos más álgidos de la gran recesión, la necesidad urgente de que el Estado mexicano emprendiera acciones anticíclicas e iniciara una revisión responsable y a fondo de una pauta de crecimiento sostenida desde el último cuarto del siglo pasado, que ha condenado a la economía nacional a una trayectoria de lento crecimiento, incapaz de generar los empleos requeridos por una fuerza de trabajo que crece con celeridad”.
Sería intolerable que los candidatos a la silla mayor repitan el esquema de promesas fatuas y compromisos etéreos para, en los hechos, hacer exactamente lo contrario y recetar a los mexicanos más de lo mismo. Los espeluznantes ejemplos de Fox y Calderón tienen que servir de algo. Como subrayan los integrantes del citado grupo urge cambiar el rumbo, “y asumir objetivos que comprometan a todos, pues su logro no está garantizado ni será fruto de la inercia. Lo que está en juego hoy, en el trance de la sucesión presidencial y ante un entorno externo difícil y demandante, es la capacidad nacional de responder a circunstancias nuevas y adversas y generar capacidades productivas y sociales que den solidez al crecimiento, generen formas de existencia social robustas y generosas, por equitativas y solidarias, y clausuren la reproducción inaudita de la violencia. Es en combinaciones económicas y sociales como las que aquí se sugieren y proponen –cuya integralidad es esencial y que pueden, por tanto, aplicarse en forma secuencial, pero no de manera selectiva– que tendrán que descansar las esperanzas de un México cada vez más igualitario y por ende más democrático”.
Insistir, como cínicamente hacen los organismos patronales, en que apostarle a algo distinto implicaría retroceso (frase favorita del Consejo Coordinador Empresarial) es igual a darle puntilla al país y a sus habitantes. Por ello, urgen cambios reales y quien resulte ungido no puede seguir en la sordera, fingiendo demencia y gobernando gerencialmente para los intereses de un pequeño grupo en demérito del bienestar y del futuro de la mayoría. El país no lo soportaría.
Las rebanadas del pastel
Que a más tardar el jueves o viernes próximos Mexicana de Aviación cambiará de dueño, dice el juez Felipe Consuelo Soto, encargado del concurso mercantil de la aerolínea. ¿Será?, porque llevan 18 meses diciendo exactamente lo mismo, mientras 8 mil 500 trabajadores se mantienen en el desempleo… Si de Pumas se trata, qué pasa en la Dirección General de Comunicación Social de la máxima casa de estudios, donde entre ciertos efluvios etílicos y a golpe de gritos e insultos han despedido a personal con altísima calificación profesional. Serenidad y neurona, señores.
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