Cuesta entender los silencios del Papa y los escamoteos del Vaticano durante la pasada visita a México. La esquizofrenia de la fe que cuestionó el Papa en el avión, bien podría aplicarse a los propios prelados que conducen desde la curia los destinos de la Iglesia católica. Éstos sufren de una bipolaridad religiosa: por un lado el discurso meloso cristiano y por otro los actos y los hechos. Pareciera que la entrega de las muchedumbres durante esta visita, las burbujas de triunfalismo mediático y efímero, bastaran para eclipsar los casos dramáticos de las víctimas que claman justicia, consuelo y comprensión; acaso tan sólo piden ser escuchadas. A las víctimas de la violencia de una guerra atropellada se suman las víctimas de abuso sexual perpetrado en la propia Iglesia por sacerdotes cargados de patologías, así como los atropellos de burocracias imperturbables. Javier Sicilia fue a Roma a solicitar al Papa comprensión y gestos amorosos para una parte rota de nuestro país. Y ¿cuál fue el resultado final?: nada. Sólo frases acartonadas y recomendaciones de rigor, nada en especial que ponga en apuros a un gobierno cuya cuota de responsabilidad aún está por establecerse.
Pareciera ser que hubo dos visitas. La del Papa festivo, regocijándose con la entrega de miles de mexicanos y la visita de los altos miembros de la curia, negociando prebendas y otros neutralizando supuestas amenazas. Efectivamente Tarciso Bertone expuso ante el gabinete de Calderón, en cena de gala acompañado de altos jerarcas latinoamericanos, la pretensión de la libertad religiosa ante el Presidente, mientras el Papa estaba emulando a Juan Pablo II con multitudes, exclamaba sentirse mexicano. Mientras el Papa en sus recorridos besaba y acariciaba niños mexicanos ante el embeleso de los conductores de televisión, convertidos en improvisados telepredicadores, Federico Lombardi, vocero del Papa, trataba de sofocar una supuesta rebelión de las víctimas de abuso sexual, especialmente perpetradas por Marcial Maciel.
No todas las víctimas mexicanas querían un encuentro con el sumo pontífice, pero demandaban comprensión y sensibilidad. Máxime si el propio Papa había tenido gestos y encuentros con víctimas en otros países como Estados Unidos, Australia, Francia, Alemania, Irlanda, Portugal y hasta la pequeña Malta. ¿Por qué en México no? ¿Acaso no existen víctimas en nuestro país? Quizá Marcial Maciel haya pasado al olvido debido a la corta memoria de los mexicanos. Lombardi ataja, en conferencia de prensa descartó todo encuentro con las víctimas de abuso sexual, porque es un tema que no está en la agenda de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Y en el mismo acto ataca diciendo: Es injusto considerar que el Papa está contra la verdad y la transparencia. Por su parte, en una declaración inaudita para un hombre que creía inteligente, el presidente de la CEM, Carlos Aguiar Retes, justifica el vacío con las víctimas: No, porque nosotros no podemos asumir el liderazgo de algo que no conocemos, mientras las víctimas no aparecen, no se conocen sus rostros, no sabemos quiénes son, cómo lo podríamos hacer, dijo a su arribo al hotel donde se hospedaría en León. Con una expresión considerada de descalificación, sentenció: Son visibles para los medios. Insinúa que las víctimas, productos mediáticos, al no haber solicitado a tiempo el comentado encuentro, tienen la culpa de que no ver al Papa. Uno de los puntos débiles y más vulnerables de la visita papal fue precisamente el tratamiento que se ofrece a las víctimas. El hecho queda registrado en especial por la prensa internacional que ha consignado críticamente la absurda omisión. El arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes, asume el costo, pero no es cuidadoso con el manejo de la crisis y muestra o saca a relucir insensibilidad y hasta desprecio por las víctimas. Probablemente Aguiar Retes piense más en su trayectoria como futuro cardenal de México que como pastor compasivo con los sufrimientos de su pueblo.
El sábado 24 de marzo en León, a unas cuadras de la residencia donde el Papa descansaba y a unas horas de su arribo a Guanajuato, se presentó el libro La voluntad de no saber, editado por Grijalbo. Sus autores, José Barba, Alberto Athié y Fernando M. González, son personas reconocidas por su lucha por desentrañar la verdad sobre el más siniestro depredador sexual del clero mexicano, Marcial Maciel. El texto consta de 212 documentos y más de 600 páginas en que se tipifican los delitos del líder de los legionarios. Son documentos clasificados de los archivos del Vaticano, en particular de la Congregación del Clero, se inscribe en el fenómeno de las fugas de información, llamado Vatileaks, es decir, delicadas y comprometedoras filtraciones de cuestiones candentes del Vaticano. Según los autores, estos documentos inéditos, de haber sido tomados en cuenta a tiempo, podrían haber puesto en cuestión la beatificación de Juan Pablo II. Recordemos hace más de un año, el cardenal Amato, responsable de la causa y de las investigaciones, llegó a afirmar que había profundizado en los archivos en Roma y sólo había encontrado algunas denuncias. La presentación del libro y fue moderada por la periodista Carmen Aristegui y contó con la asistencia de más de cien corresponsales extranjeros que cubrían la visita del Papa a México. El libro no dice nada nuevo acerca de Maciel; sólo confirma lo que todos sabíamos. Su valor radica en que al presentar estos documentos demuestra que el Vaticano ha venido mintiendo de manera sistemática sobre el caso. El Vaticano no sólo conocía las patologías de Marcial Maciel, sino que las protegió y las toleró; altos funcionarios de la curia se dejaron corromper.
El silencio del la Iglesia frente a las víctimas, fortalece la voluntad de no saber. Aunque no conste de manera clara, la visita de Benedicto XVI no ha sido ni tersa ni tan glamorosa como se ha querido vender. El Papa privilegió el contacto y la seducción de los feligreses. Sacrificó contenidos y posicionamientos más profundos sobre la realidad y la cultura mexicana. Sin embargo, la sombra de Marcial Maciel lo ha perseguido en su gira, muy a pesar de sus silencios y omisiones.
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