El conflicto de la paloma y la elección del nuevo Papa
¿Qué Papa? ¿Para qué mundo?
Cuenta Eduardo Galeano, que para cuando tuvo edad para viajar por primera vez a Roma, ya no creía en el Dios de los católicos. Y del espíritu Santo, recordaba vagamente a una paloma con las alas desplegadas que caía en picada y embarazaba a las vírgenes; por eso, se sorprendió cuando bajó del avión y entró al aeropuerto, un cartel golpeó sus ojos. Decía: BANCO DEL ESPÍRITU SANTO.
Por supuesto, le sorprendió saber que la paloma andaba en eso.
La anécdota es oportuna en el contexto de la elección del nuevo Papa, porque la generalidad desinformada piensa exactamente igual que mi admirado uruguayo. Por supuesto, esta perspectiva de lo que es la Iglesia, aparte de simple al extremo, es irreal. La Santa Sede es un Estado con todas las de la ley y es así como debe funcionar.
Un pie en la tierra y otro en el cielo
Y la reflexión es importante porque justo después de la muerte de Juan Pablo II y del nuevo papado de Benedicto XVI, el Cardenal elector Javier Lozano Barragán declaraba que el próximo pontífice debía tener “un pie en el cielo y otro en la tierra. Lo que quiere decir que se le debe exigir que conozca la problemática del mundo actual y la necesidad de redención. Que conozca no sólo los problemas del presente sino también sus tendencias hacia el futuro. Que tenga respuestas para los problemas de la economía, de la política, de la tecnología, para los grandes desafíos del mundo (…) el nuevo Papa se debe aventurar en horizontes inéditos, llenos de interrogantes y sorpresas, para los que siempre tendrá a Cristo como respuesta”.
Siete años después, esta reflexión es más vigente que nunca.
Edgar Morín dijo que en estos tiempos, el ser humano debe aprender a navegar por océanos de incertidumbre en medio de archipiélagos de certeza y una de ellas, la irrenunciabilidad al trono de San Pedro, era hasta antes del 11 de febrero, una de ellas, hoy ya no lo es más.
¿Qué Papa? ¿Para qué mundo? Nos preguntamos los fieles del mundo y recordamos aliviados la perspectiva asumida desde Juan Pablo II acerca de la pobreza, el neoliberalismo y la globalización. En una entrevista concedida al periodista Jan Gawronski, afirmó: “He entendido lo que es la explotación y me he puesto de parte del pobre, del desheredado, del oprimido, del marginado y del indefenso. El poderoso de este mundo no siempre mira de forma favorable a un Papa como este”.
Espiritualidad ecológica
En 2001, Juan Pablo II se pronunció acerca de la globalización, asegurando que ésta no es buena ni mala, que todo depende qué se haga con ella, porque “ningún sistema es un fin en sí mismo y la globalización debe estar al servicio de la persona, la sociedad y el bien común”.
Además, Juan Pablo II apela a lo que denomina en la encíclica Sollicitudo rei sociales,espiritualidad ecológica, donde afirma que la dominación del mundo encargada al hombre por el creador no es un valor absoluto: “Utilizar los recursos naturales como si fueran inagotables pone en serio peligro esos recursos, no solamente para las generaciones presentes, sino también para las futuras”.
Benedicto XVI supo estar a la altura de las circunstancias. Acusado hasta antes de renunciar, por Tirios y Troyanos de ser un Papa incapaz de tener empatía con las grandes multitudes, hoy ha otorgado una nueva dimensión al papado, porque paradójicamente, la renuncia de Ratzinger lo reviste de una nueva dignidad y para muchos analistas en los medios de comunicación en Europa, es ahora cuando comienza el verdadero trabajo del obispo emérito de Roma.
En la víspera de su deceso, a Juan Pablo II se le llamó “el atleta de Dios” por la dignidad que le confirió a los enfermos y a los discapacitados, al demostrar en el contexto de este mundo hedonista que no perdona demostraciones de debilidad o enfermedad, que flaquear, sufrir y padecer es parte de la vida, como lo es crecer y madurar; Joseph Ratzinger es, además de uno de los intelectuales más brillantes del planeta.
Hoy, a Joseph Ratzinger se le llama “el custodio de la dignidad”, desde la razón, con una mente privilegiada, aquellos que piensan que sólo se sentará a mirar la crisis de la Iglesia Católica, podrían llevarse una sorpresa.
¿Usted qué piensa, estimado lector?
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