Amy Goodman
Manuel Zelaya, el presidente democráticamente electo de Honduras, está de regreso en su país tras haber sido derrocado por un golpe militar el 28 de junio. Apareció allí de forma inesperada el lunes por la mañana, anunciando su presencia en la capital, Tegucigalpa, desde la embajada de Brasil, donde se refugió. Los hondureños comenzaron de inmediato a dirigirse a la embajada a mostrar su apoyo.
La valiente acción de Zelaya se produce en una semana muy importante, en la que los líderes mundiales se encontraron en Nueva York para participar de la Asamblea General de Naciones Unidas, a la que siguió la reunión de presidentes y ministros de economía del G-20 en Pittsburgh. El gobierno de Obama podría verse obligado, finalmente, a sumarse a la opinión mundial de oponerse decisivamente al golpe.
Aún no queda claro cómo Zelaya ingresó a Honduras: “tuve que recorrer durante 15 horas, unas veces caminando, otras veces marchando, en diferentes lugares, a medianoche, porque quería celebrar el cumpleaños de la patria con el pueblo hondureño”, dijo a la prensa el pasado lunes. Una fuente de la embajada de Brasil explicó que es probable que se haya ocultado en el baúl de un auto, atravesando hasta 20 puestos de control en forma exitosa.
Cerca de la madrugada del martes, los seguidores que desobedecieron el toque de queda impuesto por el gobierno y que se encontraban frente a la embajada brasileña fueron dispersados con gases lacrimógenos y cañones lanza agua. Se cortarón la electricidad, las líneas telefónicas y el agua de la embajada, y las fuerzas armadas hondureñas pusieron un camión con altoparlantes allí, con el himno nacional hondureño a todo volumen.
El lunes, la Organización de Estados Americanos (OEA) reiteró su reclamo por “la firma inmediata del acuerdo de San José”, negociado por el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, que reclama el regreso de Zelaya como presidente, con miembros del régimen golpista dentro del gobierno y amnistía para todos los que participaron en el golpe. Zelaya estuvo de acuerdo con los términos propuestos, pero el presidente del régimen golpista, Roberto Micheletti, los rechazó.
Luego del golpe del 28 de junio, la OEA suspendió a Honduras del sistema de derechos y solicitó la restitución inmediata de Zelaya. El 30 de junio, la Asamblea General de la ONU emitió un pedido unánime para “el restablecimiento inmediato e incondicional de Zelaya en el poder”. De modo similar, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), en su cumbre en Quito, Ecuador, denunció el golpe.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA viajó a Honduras a fines de agosto e informó que las manifestaciones en favor de Zelaya “fueron interrumpidas por las fuerzas de seguridad pública, tanto la policía como las fuerzas armadas, provocando muertes, casos de tortura y maltrato, cientos de heridos y miles de detenciones arbitrarias”.
El 29 de junio, Barack Obama dijo: “El presidente Zelaya fue electo democráticamente. Aún no había cumplido su mandato. Creemos que el golpe no fue legal y que continúa siendo el presidente de Honduras: el presidente electo democráticamente allí”. Pero las subsiguientes acciones –o la inacción– de Obama y de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, enviaron señales confusas. Mientras Obama utilizó en un principio la palabra golpe, los pronunciamientos oficiales sobre el tema evitaron el término, que, de ser utilizado, provocaría la suspensión obligatoria de la ayuda extranjera. En cambio, el gobierno de Obama desplegó una estrategia de castigo selectivo al régimen golpista, rescindiendo las visas a Micheletti y a otras figuras clave del golpe, y deteniendo el envío de la suma relativamente simbólica de 30 millones de dólares en ayuda.
Clinton afirmó el lunes tras reunirse con Óscar Arias: “Es imperativo que comience el diálogo, que haya un canal de comunicación entre el presidente Zelaya y el régimen de facto en Honduras. Y también es imperativo que su regreso no provoque ningún conflicto ni violencia, sino que todos actúen en forma pacífica para tratar de hallar los puntos en común”.
Es probable que Naciones Unidas tome medidas de apoyo a Zelaya, quien dijo el martes desde la embajada de Brasil en Tegucigalpa lo que espera de Estados Unidos: “Que haga respetar la Carta Democrática de la OEA. Que se convoque de manera urgente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que se preparen para actuar con todas las actividades comerciales y económicas para hacer que esta dictadura entienda el mensaje”.
Barack Obama presidió la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, siendo ésta la primera vez que un presidente de Estados Unidos dirigió una sesión. En Pittsburgh, el G-20 evaluó la crisis financiera mundial y fue el apoyo de Brasil a Zelaya un factor clave. Brasil, uno de los miembros del G-20, es la mayor economía de América del Sur y un aliado y socio comercial clave de Estados Unidos.
Con los gases lacrimógenos flotando en la embajada de Brasil en Tegucigalpa y un posible ataque armado contra la embajada por parte del régimen golpista para arrestar a Zelaya, Obama y Clinton finalmente podrían verse obligados a ayudar al pueblo hondureño a revertir el golpe.
© 2009 Amy Goodman
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