Juanito, la parodia cómica de Andrés Manuel López Obrador, se acabó; lo aplastó la política. El personaje popular que había ridiculizado al tabasqueño y que ponía en entredicho a toda la izquierda mexicana finalmente se quebró. A cambio de unos cuantos cargos públicos y espantado por la maquinaria del poder que le echaron encima, terminó él ridiculizado y humillado.
Termina así uno de los pasajes más folclóricos y penosos de la política mexicana contemporánea; un episodio que si bien se había vuelto divertido y hasta entretenido para las grandes audiencias mediáticas, pudo haber terminado en un auténtico problema de seguridad y de gobernabilidad en la delegación más poblada de la capital del país.
A partir de hoy Juanito será algo casi anecdótico; a menos que algún partido lo rescate y lo vuelva a postular a un cargo público, quedará como un simpático personaje que, parodiando la rebeldía de su líder, logró poner en jaque al PRD y a López Obrador.
Al final tuvo que entrar Marcelo Ebrard y, con todo el poder de la jefatura de Gobierno, lo “convenció” de que se hiciera a un lado —por las buenas o por las malas—, evitó un problema mayor de gobernación en Iztapalapa y, de paso, Ebrard le sacó las castañas del fuego a Andrés Manuel.
La parodia de AMLO que a muchos divirtió y entretuvo también sirvió para exhibir los peores defectos del líder más importante de la izquierda mexicana. Porque al final Juanito no era sino una imitación, una parodia de su admirado líder. Si él decía “voy a vivir en la delegación”, era lo mismo que aquel “voy a vivir en Palacio Nacional” de AMLO en campaña; si Juanito decía “el pueblo me quiere, el pueblo me eligió y yo le hago caso al pueblo”, era lo mismo que escuchar que “el pueblo no se equivoca y yo hago lo que me diga el pueblo”. Nadie había desnudado a López Obrador como Juanito, con sus propias palabras y sus mismas estrategias.
Cuentan que recién pasado aquel mitin en el que le había tomado protesta a Juanito, Alberto Anaya le llamó a Andrés Manuel para advertirle: “Yo lo conozco, dile que te firme el compromiso de renuncia ante notario”. La respuesta de AMLO fue entre ingenua, de confianza y de menosprecio: “No, no te preocupes, Juanito es del pueblo y va a cumplir su palabra”.
Después, cuando Juanito se rebeló y comenzó la parodia, Andrés Manuel ya no supo manejarlo; a cuanta petición hizo Rafael Acosta, de cargos, de posiciones, de recursos presupuestales a cambio de ceder el cargo, AMLO le contestó que no. Y así creo el problema y el monstruo que lo rebasó. Hasta que ayer llegó Marcelo y con sus artes de negociación —entre posiciones y amagos de poder— acabó con el problema y con la leyenda de Juanito y su parodia.
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