miércoles, 27 de enero de 2010

Apología de la buena peda---Federico Arreola

Han sobrado defensores del “legítimo derecho” que ejercía Salvador Cabañas de embriagarse en su día (mejor dicho, su madrugada) de descanso.

Desde luego, estoy de acuerdo con ellos: embrutecerse es un derecho, tanto como suicidarse.

Por mí, que cada quien haga con su cuerpo lo que quiera: emborracharse, drogarse, tirarse al vacío.

Desde luego, estoy a favor de la legalización del comercio (venta y consumo) de todas las drogas.


No solo el alcohol debe gozar de ese privilegio.

Si tal cosa ocurriera, al menos disminuiría la violencia de la mafia del narcotráfico.

Pero, aceptémoslo, si por defender a personas queridas y respetadas vamos a elogiar a diario, en público, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas —como han hecho muchos de los comentaristas y columnistas ligados a Televisa después del ataque contra Cabañas—, no nos sorprendamos si en el corto plazo se incrementa la demanda de esas y otras drogas legales o ilegales.

Y no nos quejemos después si nosotros mismos o nuestros hijos perdemos la razón, el patrimonio, la libertad o hasta la vida por ejercer en exceso el legítimo derecho de empedarnos, sin que nadie nos moleste y hasta perder la conciencia, todas las madrugadas que se nos pegue la gana.

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