Dice un dicho que a todos nos toca pero no hay que ponernos en el tocadero.
Aparentemente, el jugador americanista Salvador Cabañas, quien recibió un balazo en la frente, tal vez cometió una imprudencia al permanecer hasta la madrugada en un bar departiendo con sus amigos, que al calor de las copas se hicieron de palabras entre ellos mismos o con otros trasnochadores y suscitaron un terrible desencuentro que terminó en tragedia. La imprudencia pudo ser la causa principal. Sin embargo, no podemos negar que vivimos rodeados de un estado permanente de violencia que se ha desatado en los últimos años por la pésima estrategia del gobierno usurpador en su combate al narcotráfico. Parece que disminuye el asombro ante tantos muertos por todo el territorio.
León Tolstoy decía que los actos violentos no obedecen a las circunstancias materiales de la vida sino al estado espiritual de las personas. Y es verdad.
La descomposición social provcada por la crisis económica, política y de seguridad ha llevado al empobrecimiento de los espíritus y a la devaluación de la vida, en cualquiera de sus manifestaciones, trátese de personas, animales, plantas, bosques, mares, etc.
El uso indiscriminado de armas, en supuesta defensa de nuestra integridad, tocó el límite y ahora se usan para imponerse ante cualquiera que difiera de nuestra forma de ser, de pensar, de actuar y hasta de jugar.
Como sociedad estamos obligados a dar un giro de 180º en lo que respecta a la aceptación del “otro”. No es posible que avance la violencia entre los seres humanos que, aunque piensen y sean diferentes a nosotros, integramos el conjunto de la población.
Lo digo también por las agresiones verbales y escritas que escuchamos y leemos en los medios de comunicación, que lejos de apaciguar los ánimos están alentando esa división que tanto daño nos está haciendo a los mexicanos. En esto tienen una gran responsabilidad los comunicadores y los que pagan para que así sea.
Una abrazo solidario a los amigos y familiares de Salvador Cabañas.
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