Carlos Fernández-Vega
Carlos Salinas de Gortari reapareció en sociedad para presumir, entre otras cosas, que la privatización bancaria estuvo bien hecha”; que tal decisión “no fue la causa de la quiebra del sistema bancario en 1995”; que en noviembre de 1994 “el balance de los bancos no era desfavorable, la banca enfrentaba problemas pero no una situación de crisis”; que fue Ernesto Zedillo quien “propició la fuga de capitales y que se vaciaran, en unas cuantas horas, las reservas de divisas”; que “el desarrollo soberano de México exige recuperar el control de su sistema de pagos”, y que, en fin, él es perfecto.
Atrás de él, en el coro, dos afinadas voces: la de Pedro Aspe y la de Jacques Rogozinski, destacado par de operadores salinistas de la reprivatización bancaria (entre tantas otras privatizaciones), que en esta ocasión lamentablemente no contaron con la tonada de Guillermo Ortiz Martínez, integrante del mismo coro y el único que participó en todo el ciclo reprivatización-rescate-extranjerización del sistema nacional de pagos. Todos reunidos en el mismo acto: el seminario Privatización bancaria, crisis y resultados del sector financiero: reflexiones pendientes, organizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, que preside la hija de quien fuera el fundador de Bancomer.
Pues bien, de entrada Carlos Salinas de Gortari desperdició una oportunidad de oro para reclamar en vivo y en directo a uno de los que coadyuvaron decididamente a la extranjerización de la banca otrora nacional y a vaciar “en unas cuantas horas las reservas de divisas” en aquellos aciagos tiempos de la crisis bancaria: Roberto Hernández Ramírez, el ex propietario mayoritario de Banamex, quien compartió mesa con el ex presidente en la cena organizada por el citado Centro de Estudios con motivo del seminario, como bien apunta la crónica de Roberto González Amador publicada ayer en La Jornada.
Cierto es que en 1995, ya con Zedillo instalado en Los Pinos, la fuga de divisas fue espeluznante, pero a Salinas de Gortari se le “olvidó” citar que en su último año de estadía en la residencia oficial el saldo de las reservas internacionales del Banco de México también reportó un brutal desplome. Información del Banco de México revela que el 15 de febrero de 1994 dicho saldo fue de 29 mil 228 millones, el mayor en el gobierno salinista; para el 30 de noviembre sólo quedaban 12 mil 484 millones. Así, en los últimos nueve meses y medio de su mandato se “perdieron” casi 17 mil millones de dólares en reservas. La cereza fue que en el primer mes del gobierno zedillista se “evaporaron” 6 mil 336 millones adicionales, con lo que 1995 inició con apenas 6 mil 148 millones en reservas internacionales.
Así, a lo largo de 1994 se “esfumaron” 23 mil 80 millones de dólares en reservas internacionales: 72.5 por ciento de ese monto correspondió al gobierno salinista y 27.5 por ciento al zedillista, y en la “desaparición” de esos dólares en ambas administraciones –la saliente y la entrante– mucho tuvo que ver la larga mano de Roberto Hernández (amigo de Salinas y compañero de mesa en la citada ocasión), junto con sus socios en Banamex y la casa de bolsa Acciones y Valores, los mismos que en mayo de 2001 concretaron la extranjerización del otrora Banco Nacional de México, cuyo accionista mayoritario, a estas alturas, sigue siendo el gobierno de Estados Unidos.
Lástima que a Carlos Salinas de Gortari se le “olvidó” comentar esos pequeños detalles, los cuales, de ninguna manera, exoneran a Ernesto Zedillo y su salvaje política de “rescate”, “saneamiento” y extranjerización del sistema nacional de pagos, como tampoco eximen a Vicente Fox, quien de inmediato avaló y aplaudió la venta –libre de impuestos– de Banamex a Citigroup; el último tramo –también sin visitar al fisco– de Bancomer al BBVA y otras transacciones de igual naturaleza, amén de que todos ellos –aquí cabe Felipe Calderón– encubrieron a funcionarios y banqueros participantes en el asalto a la nación conocido como Fobaproa, del que aún quedan por pagar algo así como 800 mil millones de pesos.
Que “la privatización bancaria estuvo bien hecha”, sostiene el ex mandatario. Y cómo no darle la razón, si el sistema nacional de pagos se lo entregó a sus amigos, y entre amigos nada está mal hecho. Sólo hay que recordar que prácticamente todos los integrantes de la llamada “comisión de financiamiento y consolidación patrimonial del PRI para la campaña electoral de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia de la República” terminaron como accionistas de los bancos, entre muchas otras propiedades –otrora del Estado– que acumularon a lo largo del sexenio de la “solidaridad”.
En el seminario de referencia, Pedro Aspe, secretario de Hacienda con CSG y uno de los ideólogos de la “desincorporación” bancaria (el mismo que en 1990 aseguraba que la propiedad de la banca “no es un objetivo de la nación”), trató de cubrir las apariencias cuando dijo que “en el proceso de reprivatización ocurrieron algunos errores”, pero lo cierto es que Salinas y Aspe violaron su propias reglas para concretar la reprivatización (entre ellas, de manera destacada, la relativa a evitar “la concentración en agrupaciones formadas por bancos, casas de bolsa, aseguradoras y otros intermediarios” y no vender las instituciones a ex banqueros).
A la hora de la reprivatización, se procedió en estricto sentido contrario a lo fijado en las “reglas de desincorporación”. En los hechos, pues, sólo los grandes grupos financiero-industriales, las principales casas de bolsa y los más connotados ex banqueros compraron las 18 sociedades nacionales de crédito. Por ejemplo, las siguientes casas de bolsa: Acciones y Valores se quedó con Banamex; Operadora de Bolsa con Banca Serfin; Probursa con Multibanco Mercantil de México; Grupo Bursátil Mexicano con Banco del Atlántico; Prime con Banco Internacional; Inverlat con Multibanco Comermex; Estrategia Bursátil con Banoro; Mexival con Banpaís; Inverméxico con Banco Mexicano; y Abaco con Confía.
Las rebanadas del pastel
Para la memoria de algunos: días antes de la iniciativa salinista para reprivatizar la banca (2 de mayo de 1990), ocho casas de bolsa acaparaban más de 65 por ciento de los CAP, o, lo que es lo mismo, los pases de abordar: Accival (Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú), 19.29 por ciento del total; Operadora de Bolsa (Adrián Sada), 9.36; Abaco (Jorge Lankenau), 7.55; Interacciones (Carlos Hank Rhon), 7.53; Probursa (José Madariaga Lomelín), 6.66; Inverlat (Agustín Legorreta), 5.99; CBI, 5.12 y GBM (Alfonso de Garay Gutiérrez), 4.06. Y todas ellas, “impedidas” para participar en el proceso de “desincorporación”, se repartieron el pastel de los bancos, para quebrarlos y extranjerizarlos poco después. Pero a ciertos personajes se les “olvida”
No hay comentarios:
Publicar un comentario