martes, 22 de junio de 2010

Despiden a Monsiváis con larga ovación, poesía y canto a capela



osé Luis Ibáñez conmovió hasta las lágrimas a los asistentes al Teatro de la Ciudad

Propone El Fisgón que la calle donde vivía el cronista se llame San Simonsi: Carlos Monsiváis
La periodista Elena Poniatowska rubricó el acto y todo el público entonó La paloma
Mónica Mateos-Vega

Periódico La Jornada
Martes 22 de junio de 2010, p. a10
Con una larga ovación que el público brindó de pie y el canto a capela de La paloma, concluyó el homenaje a Carlos Monsiváis, con sus cenizas presentes, ayer en el Teatro de la Ciudad.

Participaron amigos del cronista: Elena Poniatowska, Rafael Barajas El Fisgón; Alejandro Brito, Jesús Ramírez Cuevas, Marta Lamas, Omar García, Jesusa Rodríguez, Horacio Franco, Susana Harp y Eugenia León, quienes ofrecieron lo mejor de sus palabras y canto para despedir al autor de Amor perdido.

El encuentro, que duró poco más de dos horas y al que se invitó a asistir al público en general sin restricciones, dio inicio con las palabras del jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF), Marcelo Ebrard, quien afirmó: la ciudad está de luto y no va a ser la misma sin Carlos.

El funcionario agregó que el autor nos formó, nos criticó, nos mostró y a veces nos acompañó, pero siempre va a estar con nosotros. Su legado para la ciudad es inmenso: el Museo del Estanquillo es el más conocido del país, junto con el Museo Nacional Antropología. Sus ideas, sus textos, lo que vivimos juntos, quienes tuvimos el privilegio, siempre va a estar con nosotros, no vamos a olvidar nunca lo que nos enseñó, sobre todo la perspectiva crítica, sobre todo lo que hacemos, decimos, pensamos o no hacemos. Lo vamos a tener siempre cerca, en nuestra ciudad siempre estará Carlos Monsiváis.

La titular de la Secretaría de Cultura del GDF, Elena Cepeda, reiteró que se creó la medalla Carlos Monsiváis al Mérito de la Ciudad de México, la cual se otorgará a los ciudadanos mexicanos o extranjeros que trabajen en favor de la cultura, de su promoción, democratización y renovación y cuya labor contribuya a la creación de un pensamiento cultural crítico e igualitario.

Un video realizado con fragmentos de una entrevista concedida a TvUNAM trajo la imagen y la voz de un Monsiváis que, una vez más, arrancó carcajadas con su ironía: No tengo personaje; yo soy mi biblioteca y ahora mi videoteca. En todo caso mi personaje es alguien a quien se le ha negado la posibilidad de decir no y que si le hablan para una entrevista, aunque sepa que no tiene nada que decir, acepta.

Una voz en off conversó a nombre de todo el público con el filme, que por unos instantes creó la ilusión de que Monsiváis estaba ahí, presto a responder cuestiones como ésta: “Oye, Monsi, dicen por ahí que hiciste de los horribles años 40 y 50 un México maravilloso e interesante”.

Y el aludido respondía: uno de los cambios más drásticos que noto de ese México es que yo era joven.

Luego correspondió a su prima Beatriz Sánchez agradecer en nombre de toda la familia las impresionantes muestras de afecto, cariño y admiración que han recibido desde que el escritor fue internado en el hospital, el pasado 2 de abril.

Omar García, quien fue compañero de Monsiváis en los años recientes, leyó un texto escrito por el autor de A ustedes les consta, titulado Las causas perdidas: “Las derrotas de las que nuestra historia abunda no son el sinónimo de las causas perdidas, son el resultado histórico y cotidiano de la desigualdad de fuerzas, el dominio que por largos periodos también es hegemonía de las clases gobernantes, de la compra periódica de los que hacen las veces de líderes o ideólogos de la resistencia.

“Las causas perdidas comparten numerosos rasgos de los movimientos derrotados, pero vienen de más lejos. De la elección ética con resonancias estéticas, del adherirse a reclamaciones y reivindicaciones condenadas al fracaso inmediato, pero pálidas en sí mismas, incapaces de difundir ese momento de dignidad, pese a todo lo que expresa admirablemente el poema de Kavafis Che fece... il gran rifiuto: ‘Para algunos el día llega en que tienen que dar el gran sí o el gran no. Quien tiene el sí dispuesto de antemano sobresale de inmediato, y al decir, penetra el glorioso camino del honor. El que rehúsa nunca se arrepiente. Si de nuevo le preguntan repetirá no, y sin embargo ese no tan justo lo aplastará el resto de su vida’.”

El director teatral José Luis Ibáñez subió al estrado a leer los poemas favoritos de su amigo Carlos. Empezó con un texto de Luis Cernuda, titulado precisamente Las causas perdidas.

Luego ofreció El perro de San Roque, de Ramón López Velarde, el cual, dijo, conoció porque se lo recitó de memoria el propio Monsiváis una mañana por teléfono: Yo sólo soy un hombre débil, un espontáneo/ que nunca tomó en serio los sesos de su cráneo.

Sentados en primera fila, Ebrard, Poniatowska, Cepeda, Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, así como los familiares cercanos de Monsiváis observaban conmovidos al dramaturgo, a quien por momentos se le quebraba la voz: he besado mil bocas,/ pero besé diez frentes/ mi voluntad es labio y mi beso es el rito.


José Luis Ibáñez ayer durante su intervención en el homenaje rendido a Carlos Monsiváis en el Teatro de la CiudadFoto Marco Peláez

José Saramago y Carlos Monsiváis, en imagen de 2003, en la ciudad de MéxicoFoto María Luisa Severiano
Luego presentó Elegía, de Salvador Novo: Los que tene- mos unas manos que no nos pertenecen,/ grotescas para la caricia, inútiles para el taller o la azada,/ largas y fláccidas como una flor privada de simiente/ o como un reptil que entrega su veneno/ porque no tiene nada más que ofrecer.

Pero fue Nocturno y elegía, del poeta cubano Emilio Ballagas, el poema que puso en vilo el ánimo de los presentes: “Si pregunta por mí, di que me he muerto/ y que me pudro bajo las hormigas/ dile que soy la rama de un naranjo,/la sencilla veleta de una torre.

“No le digas que lloro todavía/ acariciando el hueco de su ausencia/ donde su ciega estatua quedó impresa/ siempre al acecho de que el cuerpo vuelva (...)

“Soy un árbol, la punta de una aguja,/ un alto gesto ecuestre en equilibrio:/ la golondrina en la cruz, el aceitado/ vuelo de un búho, el susto de una ardilla./ Soy todo, menos eso que dibuja/ un índice con cieno en las paredes/ de los burdeles y los cementerios (...)

Si pregunta por mí, dile que habito/ en la hoja del canto y en la acacia./ O dile, si prefieres, que me he muerto/ dale el suspiro mío, mi pañuelo/ mi fantasma en la nave del espejo/ tal vez me llore en el laurel o busque/ mi recuerdo en la forma de una estrella.

El maestro Ibáñez, bañado en llanto, se retiró del recinto al concluir su participación.

Correspondió a Alejandro Brito hablar del activismo de Carlos Monsiváis en favor de los derechos de los homosexuales y de las minorías, y reiteró: fue el activista de las causas justas que, en un país tan corrupto, quiere decir de todas las causas perdidas.

La cantante Eugenia León subió al escenario para interpretar primero La jaula de oro y luego, acompañada por el flautista Horacio Franco, La paloma, pieza que todo el público coreó: cuánta falta nos hace Benito Juárez para desplumar aves neoliberales.

Franco anunció que su próximo disco compacto estará dedicado a Monsiváis, en el que incluye música indígena de Chiapas.

En su turno, Marta Lamas habló de esa locura gatuna que la unía al narrador y confirmó que los amados gatos de Monsiváis están bien, que serán entregados en adopción luego de un riguroso proceso para asegurarse de que el hogar al que lleguen sea el mejor.

Dijo que se trató de una confusión la versión absurda que circula respecto de que la familia del autor se había deshecho de los felinos y sólo confirmó la muerte de Mito Genial, debido a que ya estaba muy viejito. También aseguró que sólo uno de los 12 o 13 mininos del cronista ha sido entregado a una nueva dueña: Susana Fisher.

Monsiváis no aceptaba que esa izquierda que opta sólo por defender los derechos humanos no defendiera los derechos de animales. Espero que esta causa suya sea retomada.

Por su parte, su amigo y compañero de causas, el periodista Jesús Ramírez Cuevas, señaló que Carlos fue hijo del pueblo, y siempre siguió los pasos de la gente.

Resaltó el hecho de que su colega nunca aceptó el canto de las sirenas, nunca el prejuicio, nunca la violencia viniera de donde viniera; fue el cronista “del empoderamiento de los ciudadanos”.

Rafael Barajas El Fisgón subió al estrado con la propuesta de que se bautice la calle en la que está ubicada la casa en la que vivió toda su vida el autor de Por mi madre bohemios “con el nombre laico de San Simonsi (personaje de un irónico cuento que narró): Carlos Monsiváis”.

La actriz Jesusa Rodríguez apareció caracterizada como Borola Tacuche y le dijo a Poniatowska: estoy como tú, huérfana, así está México. Primero se fue mi papá (Gabriel Vargas) y ahora mi padrino.

Luego recordó que en el cumpleaños 50 de Monsiváis, Jesusa y Liliana Felipe le compusieron un himno, el cual interpretó entre vivas y aplausos del público.

Llegó el turno de Susana Harp, quien interpretó La Llorona y una melodía zapoteca “para que se vaya don Monsi con estos cantos dulces del México que tanto amó”.

Elena Poniatowska cerró las intervenciones al leer el texto que ofreció el domingo en el Palacio de Bellas Artes (publicado ayer en estas páginas). Al concluir, el público, de pie, aplaudió por espacio de tres minutos y comenzó a cantar, de nuevo, La paloma.

Antes de que la familia del escritor se retirara del Teatro de la Ciudad, algunas personas lograron acercarse a la urna con las cenizas para acariciarla, derramar una lágrima y susurrar: “Monsi vive”.

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