Dice el PRI que el gobierno federal utiliza los programas sociales para favorecer a sus candidatos en los estados. La denuncia podría ser creíble ya que varios delegados de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) tienen como principal atributo profesional su militancia panista. Además, las reglas de operación de esos programas no son precisamente las más duras de eludir.
La creencia popular dice que el PRI se mantuvo en el poder casi absoluto durante 70 años porque hacía fraude electoral. Quizá sucedió en algunos casos, pero no fue esa la principal razón. Más bien fue la repartición arbitraria de los cargos y los recursos públicos la que aseguró las clientelas que siempre hacían ganar a la misma fuerza política. Con la alternancia se pensó que tal vicio desaparecería, pues la pluralidad supone la vigilancia mutua entre los actores, quienes —juzgados a través del voto ciudadano— pondrían bajo control sus impulsos más corruptores. Por desgracia, hoy nos topamos con algo tal vez peor: los distintos líderes de partido y gobernantes a todos los niveles mantuvieron el principio de manipulación electoral con cargo al erario. En vez de apostar por la despartidización de los programas sociales, siguieron usándolos.
Algunas cosas cambiaron para bien, sobre todo en el ámbito federal. Los programas tuvieron reglas de operación públicas, evaluadas cada año por académicos designados por concurso abierto. Se creó una ley y un instituto de transparencia con estándares de calidad internacional y una Auditoría Superior de la Federación que hasta la fecha ha demostrado independencia. El resultado, sin embargo, no ha sido idóneo e incluso han existido retrocesos como la inutilidad de la Secretaría de la Función Pública, supuesta encargada de vigilar a los funcionarios federales.
En el caso de los estados la situación es peor, pues la transparencia queda a cargo de débiles institutos dependientes en algunos casos del Poder Ejecutivo. El Congreso, además, suele estar dominado por el gobernador, quien no está obligado a rendir cuentas. Ejemplos sobran donde las obras públicas, los productos y los servicios distribuidos por los programas sociales son pintados con el color del partido en el poder.
Hoy es el PRI quien denuncia, ayer fue el PAN. Todos escandalizados por el clientelismo ajeno, pero ninguno con la voluntad de poner el ejemplo y simplemente erradicar el vicio en donde se gobierna.
Hasta que se animen a tener transparencia y órganos de control en sus bastiones, seguirán acusándose inútilmente con la misma y ya muy aburrida cantaleta.
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