8((El nivel de los mexicanos-Rocha))
Con carácter de urgente, al escritorio de Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, llegó una solicitud firmada por millones de mexicanos, que a la letra dice: exigimos vivir en su país; llévenos a esa nación en la que no hay inflación, se vive de maravilla con 6 mil pesos (coche incluido), el salario real crece constantemente, el alza de precios en alimentos no existe, el optimismo es rebosante por toda la información positiva que hay en la parte interna (que no es infundado, sino producto de señales tangibles de recuperación), el empleo formal crece a paso veloz, la tasa de avance económico es muy buena, y muy sólida la política económica, entre tantas otras gracias. Entonces, es de vida o muerte que nos otorgue asilo político-económico.
Cordero no pudo responder con la celeridad requerida por los ansiosos peticionarios, porque se fue a Los Pinos a un acto con el inquilino de la residencia oficial (uno de los dos arquitectos de la idílica década panista, dividida en Foxilandia y Calderolandia), donde el titular de Hacienda no desperdició la oportunidad para seguir promoviendo ese idílico país de las maravillas, al que millones de habitantes del México real humildemente suplican ser incorporados a la velocidad de la luz, porque donde ellos moran ya no sienten lo duro sino lo tupido.
Al concluir dicho acto, del ronco pecho corderista salió lo siguiente (se respeta la espléndida sintaxis que maneja): “en México ‘no hay inflación’, y lejos de preocuparle la situación internacional reiteró su previsión positiva de crecimiento económico. ‘En México está muy acotada la inflación y estamos creciendo a tasa de crecimiento económico muy buena. Las expectativas para México son muy buenas y así espero que continuemos’. Cuando se le preguntó si le preocupan las restricciones monetarias en el mundo, respondió: ‘al revés, hay exceso de liquidez y eso hace que haya un flujo muy importante a los mercados emergentes como México y eso explica porque muchas de las monedas se están apreciando’. Al término de una ceremonia en Los Pinos, indicó que el sector exportador ‘no se ha afectado, porque nosotros tenemos una política económica muy sólida’ y se han acumulado reservas internacionales” (La Jornada, Claudia Herrera).
Si el alegre Cordero del señor no fue más lejos, si no abundó en la descripción de ese país mágico que cotidianamente promueve, fue porque se vio en la penosa necesidad de salir huyendo de Los Pinos, ante la impertinente insistencia de los reporteros para que retomara el asunto de los 6 mil pesos de ingreso que permiten, según sus cálculos, pagar colegio privado, y atender, cuando menos, créditos para vivienda y coche. El secretario de Hacienda, sin embargo, no quiso provocar envidias insanas, de tal suerte que se abstuvo –mediante el viejo truco de salir corriendo en medio de sus guaruras– de responder a los molestos representantes de los medios, cuyos dueños no terminan de afinar los términos para la firma de un Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia Económica Contra los Mexicanos (parece que Emilio y Ricardo no se han puesto de acuerdo, porque están metidos en negocios más jugosos).
Pero, ante la inagotable difusión de buenas noticias –aunque sean falsas–, ¿cómo evitar que los molestos reporteros soliciten al magnánimo señor Cordero una de sus bellas descripciones sobre ese país maravilloso que tanto promueve? ¿Cómo evitar la envidia de millones de mexicanos desharrapados que ahora solicitan asilo político-económico en Cordelandia, ante la contundencia de ese país espléndido, con un gobierno perfecto? Por ejemplo, cómo olvidar esa pieza de colección que el secretario de Hacienda regaló a su público (21 de febrero de 2011): “la recuperación en la economía mexicana ya llegó a los bolsillos de las familias, aunque siempre la percepción de los mexicanos es peor y somos más exigentes de lo que las cifras muestran… Hay familias mexicanas que con ingresos de 6 mil pesos al mes tienen crédito para una vivienda, tienen crédito para un coche, se dan tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas” (sin considerar, por ser una obviedad, que todavía les sobra para pagar alimentación, salud, vestido, entretenimiento y demás cotidianidades).
Tras escuchar la buena nueva de Ernesto Cordero, millones de mexicanos salieron a pedir crédito para coche, vivienda y colegio privado, pero se toparon con una realidad no considerada en el discurso del susodicho: oficialmente, sólo 14 de cada cien ocupados en el México real obtienen un ingreso mensual de 6 mil pesos o más, por lo que, en automático, el ejército de solicitantes de tales créditos fue enviado directamente a freír espárragos, por mucho que en la mano llevaban copia de la perorata corderiana.
Como parte del recuento hay que recordar que en Corderolandia (integrante del G-3; los otros dos son Foxilandia y Calderolandia) nada afecta la serenidad, el sano juicio, el equilibrio, el análisis y, sobre todo, la verdad: “aquí nunca pasa nada que no sea bueno; que digo bueno, excelente. Aquí, la violencia no afecta al turismo ni a la inversión; no hay alza generalizada de precios en alimentos; el precio de la tortilla no se incrementa; no hay crisis; no hay guerra; no la vamos perdiendo; no hay ninis; no hay tensión social; no hay violaciones a los derechos humanos; no hay crisis en el campo; no hay desempleo; no hay dependencia alimentaria; no hay inflación”, y, ya entrados en gastos, tampoco hay gobierno.
Las rebanadas del pastel
AAA. Si milagrosamente alguna autoridad del Gobierno del Distrito Federal y/o de la delegación Álvaro Obregón no está metida en la suculenta grilla electoral, favor de tomar nota de lo siguiente: es verdaderamente caótica, con ganas de empeorar, la vialidad en las avenidas Toluca y Desierto de los Leones (únicas para que los habitantes de la zona crucen o tengan acceso al Periférico). A eso de las 7 horas, para recorrer cuatro kilómetros en ocasiones es necesario invertir más de una hora (ayer hora y 30 minutos), de tal suerte que los niños en edad escolar no llegan a tiempo a sus respectivos colegios ni los empleados a sus centros de trabajo (un ejército de salario-dependientes baja de peseros y camiones para hacer el recorrido a paso veloz ante el riesgo de no checar tarjeta, porque llega un momento en que tales avenidas se convierten en desesperantes macro estacionamientos). Ni un solo policía de tránsito aparece por el área de conflicto, y los que milagrosamente asoman suelen estar en pleno goce de tamal con su respectivo atole, valiéndoles el desmadre cotidiano. Entonces, si sus estratégicas actividades electorales y grillas conexas les dejan un tiempito libre y algo de vergüenza, favor de desquitar el salario que los ciudadanos les pagan.
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