domingo, 15 de mayo de 2011

El Despertar-- ¿La vida empieza a los 70?-- José Agustín Ortiz Pinchetti

Mi amigo Francisco José Paoli cumplió 70 años. Él y varios contemporáneos han llegado a esa edad y no los veo como veíamos a los septuagenarios cuando éramos jóvenes. Conservan vigor y temple. ¿Por qué los ancianos no son lo que eran antes? En parte porque uno se va volviendo cada vez más benévolo con la edad. A los 70, los de 80 nos parecen que aún están en buena edad y los de 40 son unos chamacos. Además de estas subjetividades está el hecho que la esperanza de vida ha subido de 45 años en 1930 a 77 en 2010, y que muchos achaques seniles están siendo controlados o disminuidos.

La ciencia médica ha prosperado y también ciertas prácticas salutíferas. He comprobado que para tener mayor y mejor longevidad hay que tomarse ciertos trabajos: 1) Escoger padres y abuelos longevos y sanos. 2) Disfrutar del sexo de modo frecuente, aunque no obsesivo. 3) Prevenir y no remediar. Hacerse por lo menos un examen general al año. 4) Nutrirse bien y cuidar el peso sin torturarse. 5) Caminar, trotar, nadar y/o hacer bicicleta de modo vigoroso 40 minutos cuatro veces por semana. 6) Cuidar los niveles de azúcar y la presión arterial. 7) Trabajar en algo que nos guste sin demasiado estrés. 8) Evitar la jubilación o iniciar nuevas actividades intensas y/o creativas después de ella. 9) Practicar yoga y taichí y/o meditación. 10) El que tenga un amor, que lo cuide y que cuide a sus cinco mejores amigos.

Hemos esperado un milagro de las drogas pero aún no llega. Nada garantiza que se pueda revertir el proceso de envejecimiento. Además, hay mucha charlatanería alrededor de esto. El Viagra y similares anticipan maravillas que gozaran las siguientes generaciones, pero aún no descubrimos la fuente química de la eterna juventud.

Investigaciones en 77 países (The Economist 2010) han mostrado que entre más se envejece se tiende a ser más feliz. Los viejos son más realistas, concientes de la cercanía del final, gozan cada día y cada experiencia. Son más tolerantes, menos ambiciosos y codiciosos. Han abandonado la carrera de ratas y prefieren ir adelante en la calidad de vida que escalar posiciones.

Les platico mi experiencia: hoy, a los 74 años, trabajo más que nunca y me siento sano y feliz. Esto se debe a que estoy involucrado en una causa: salvar y transformar a México. Es algo viable pero muy difícil, al punto que nuestros adversarios lo reconocen como hazaña. Trabajar para un propósito alto da sentido a la existencia y nos aleja de la amargura que padecen ciertos viejos egosistas que se quejan de que el mundo no les ha hecho justicia. Mi experiencia vital me dice que quien tiene el privilegio de realizar tareas que lo trascienden, es decir, que benefician a muchos que ni conocemos, pueden vivir mejor y más años.

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