Que un buen baño de humildad se habrán llevado el presidente Calderón y el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, durante sus sendas visitas a Washington esta semana.
Ninguno de los dos despertó mayor interés en la “gran prensa” estadunidense. Y Peña Nieto, de plano, ni siquiera estaba en el periscopio de la mayoría de los congresistas del Capitolio.
La única nota que medio se destacó en aquel país fue la de los pobres números de México en el informe sobre corrupción.
Que del círculo de Cuauhtémoc Cárdenas salió la señal de que estará el lunes en Ecatepec, “sólo por Alejandro”.
Muchas ganas de tomarse la foto con Andrés Manuel López Obrador no tiene el ingeniero Cárdenas. Pero por Alejandro Encinas, irá al acto de inicio de campaña.
Y que nadie se haga bolas, diría el clásico.
Que el único secretario de Estado que dio un discurso ante todos los delegados de las dependencias federales, que se reunieron ayer con el presidente Calderón en el Centro Banamex, fue Ernesto Cordero, titular de Hacienda.
Cordero desglosó los resultados del Censo de Población y Vivienda del INEGI para demostrar cómo ha mejorado la vida en México del año 2000 a la fecha. Más tarde, el presidente Calderón instruyó a toda su estructura a difundir estos datos entre los ciudadanos.
Si eso no es preferencia presidencial, pues se parece mucho.
Que, por cierto, y luego de que el presidente Calderón se comparara con Winston Churchill, los mil 800 asistentes recibieron una fotografía oficial del mandatario para que la enmarquen y cuelguen en sus oficinas.
Si eso no es como del nacionalismo revolucionario, pues se parece mucho.
Que aunque él insiste en no declararse precandidato del PRD al Gobierno del Distrito Federal, el procurador de Justicia, Miguel Ángel Mancera, tuvo un desayuno como de campaña con cerca de 3 mil mujeres
en el World Trade Center.
Mancera se tomó fotos y repartió abrazos a granel. Si eso no es andar “calentando la plaza”, pues se parece mucho.
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