A la una y 15, Josefina tomó por fin el micrófono y cientos, miles se levantaron para marcharse por las escaleras, agotados, cabizbajos, al mejor estilo de los aficionados del Cruz Azul cada vez que eliminan a la Máquina en la liguilla.
¿Coincidencia, insolación, hartazgo, protesta? No sé si Josefina tomó conciencia o su discurso estaba diseñado para ser inusualmente breve. Fueron apenas 16 minutos de cursilonas vaguedades, tipo “vivimos en el mejor país del mundo”, o “que sea el amor a México lo que viva en las almas”; 16 minutos de vulgaridades propagandísticas, tipo: con el PAN ya no hay censura, ni simulación ni están endeudados nuestros hijos.
Dieciséis minutos en que la gente huyó y Josefina pareció uno de esos gallos que creen que el sol sale para oírlo cantar.
Qué vergüenza.
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